Sois muy conscientes de la dura y crítica situación por la que atraviesa la valoración y la propuesta de la vocación cristiana para el matrimonio y la familia
(Jesús Bastante).- Valores básicos, líneas rojas que no se pueden cruzar en materia de la vida y la familia. Éste fue el núcleo del mensaje que el cardenal de Madrid, Antonio María Rouco Varela, trazó esta tarde durante su homilía en la Misa de las Familias celebrada en la plaza de Colón. Sin referencias explícitas a las políticas familiares en España, el purpurado sí insistió en sus palabras en que «los tiempos han sido y son difíciles para las familias«, recordando que «ninguna instancia humana puede disponder de la vida de un ser humano inocente«.
Rouco Varela inició su discurso con un emotivo recuerdo a la reciente JMJ de Madrid, «un acontecimiento que ha significado para la Iglesia y la sociedad, especialmente en Madrid y en España, un verdadero torrente de gracia del Señor». Para el cardenal de Madrid, el ejemplo de la voluntad de los jóvenes católicos, y de sus familias, son básico para unos tiempos que «han sido y son difíciles para las familias, nacidas con el proyecto de constituirse y configurarse como una íntima comunidad de amor conyugal -del esposo a la esposa y viceversa-, fiel, indisoluble y abierto sin desnaturalizaciones voluntarias y sin reservas irresponsables al don de los hijos».
«¡Cuánto cuesta hoy a una sociedad tan intensamente influida y condicionada por una visión materialista y egocentrista del hombre y de su historia comprender y aceptar el Evangelio de la vida, del matrimonio y de la familia!», prosiguió el presidente del Episcopado, arropado por una cuarentena de obispos y cardenales, entre ellos el de Viena, Christoph Schonborn; y Barcelona, Lluís Martínez Sistach. «Sois muy conscientes de la dura y crítica situación por la que atraviesa la valoración y la propuesta de la vocación cristiana para el matrimonio y la familia.»
Por ello, pidió a los jóvense que, «junto con vuestras familias, estáis llamados a darlo a conocer, a propagarlo y a testimoniarlo con palabras, gestos y ejemplos auténticamente evangélicos con urgencia también nueva».
Aunque en ningún instante citó las legislaciones sobre el aborto, el divorcio, la eutanasia o los matrimonios gay, Rouco Varela sí dejó claro que «el hombre no es el dueño de la vida sino su servidor: desde el momento en el que es concebida en las entrañas maternas hasta el instante de la muerte natural. Ninguna instancia humana puede disponer de la vida de un ser humano inocente».
Citando a Juan Pablo II, el cardenal de Madrid recalcó que»quien negare la defensa a la persona humana más inocente y débil, a la persona humana ya concebida aunque todavía no nacida, cometería una gravísima violación del orden moral. Nunca se puede legitimar la muerte de un inocente. Se minaría el mismo fundamento de la sociedad».
Algo que, en su opinión, no ha tenido en cuenta la sociedad occidental. Tampoco la española. «El número de niños a los que en nuestras sociedades, de raíces cristianas, se les ha impedido nacer en estas tres últimas décadas, es sencillamente estremecedor«, incidió.
«El derecho a la vida de la persona humana, desde que es engendrada hasta que muere naturalmente, es un derecho fundamental», que «ha de ser respetado, protegido y promovido por el derecho positivo en todas sus expresiones legislativas. ¡Se trata de un verdadero derecho natural!», añadió el cardenal de Madrid.
«El hombre tampoco puede disponer de la institución matrimonial y familiar a su antojo como si fuese su dueño«, dijo Rouco, que insistió en que «respetar, proteger y promover a la familia en el cumplimiento de su misión es una cuestión de vital importancia para el bien común de las personas y de los pueblos».
«Resulta muy urgente reconocer que «existe también la ecología del hombre», «que es espíritu y voluntad, pero también naturaleza, y su voluntad es justa cuando escucha la naturaleza, la respeta y cuando se acepta como lo que es, y que no se ha creado a sí mismo», concluyó el cardenal, que acabó sus palabras con las mismas que utilizara minutos antes en su mensaje Benedicto XVI: «Que se comprometan a defender y hacer brillar la auténtica dignidad de esta institución primaria para la sociedad y tan vital para la Iglesia».
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