¿Pero por qué el modo de reflexionar de Benedicto XVI, claramente expresado en sus libros e intervenciones y accesible a quien seriamente intente comprender, con demasiada frecuencia no se lee en su originalidad y novedad?
(Lucetta Scaraffia, en L’Osservatore Romano).- «La cuestión central, sobreentendida en las elecciones que hay que realizar, se halla una vez más en el tipo de relación que la Iglesia de Roma pretende establecer con la historia: se encuentra, por ser más preciso, en su modo de pensarse en la historia: ¿reconoce formar parte de ella plenamente, como forma parte de ella el Evangelio al que se remite, o se aparta de ella, como portadora, intangible por las contingencias humanas, de un mensaje que ha sabido mantener inviolado e inalterado en el curso de dos mil años?». Con estas palabras el historiador Giovanni Miccoli sintetiza su largo discurso crítico respecto a Benedicto XVI en el reciente volumen «La Chiesa dell’anticoncilio. I tradizionalisti alla riconquista di Roma» (Laterza) [«La Iglesia del anticoncilio. Los tradicionalistas a la reconquista de Roma«]. Una reprensión que funda en la consulta de una masa de textos y documentos y que se basa en una lectura del Concilio Vaticano II como momento de ruptura de un inmovilismo secular.
Con el concilio, por fin, la Iglesia se situó al ritmo de la historia, acogiendo en aquellos años la modernidad. Así que, según el estudioso, la Iglesia había aceptado reexaminar toda su cultura y toda su tradición a la luz de ese cambio radical que caracterizó las sociedades occidentales de los siglos XIX y XX. El acento sobre la carente atención a la historia y sobre el rechazo a tomarla en consideración por parte de Benedicto XVI -quien, precisamente a causa de esta presunta remoción, es acusado por Miccoli de huir de las distinciones y por ello de acceder a una «simplificación banalizadora»- constituye de hecho el eje de sustentación de este libro.
Para leer el artículo completo, pincha aquí: