Denuncia a todos aquellos que pretenden sacar rentabilidad social y política del sufrimiento de los inmigrantes
(Jesús Bastante).- «El compromiso por la verdad exige también desenmascarar las mafias que abusan de los trabajadores inmigrantes (transportes hacia España, contratos abusivos, trata y explotación de personas con fines de explotación sexual, etc…)». Éste es el mensaje que lanzan los obispos de la Comisión Episcopal de Migraciones con motivo de su jornada, que se celebra el 15 de enero bajo el lema «Migraciones y Nueva Evangelización«. En la nota, el Episcopado clama por denunciar también «a todos aquellos que pretenden sacar rentabilidad social y política del sufrimiento de los inmigrantes«, y reclama «unas leyes y una opinión pública favorable a los inmigrantes».
El mensaje arranca señalando «la desaparición de fronteras y los procesos de globalización» consecuencia del fenómeno migratorio, que «están dando lugar al encuentro entre personas y pueblos diferentes», y alcanzándose «sociedades pluriculturales y plurirreligiosas«.
Detrás de esos desplazamientos, constatan los obispos, se encuentran diversas razones, como la amenaza de persecuciones, las guerras, la violencia, el hambre y las catástrofes naturales. «Todo ello origina problemas nuevos «no solo desde el punto de vista humano, sino también ético, religioso y espiritual»».
«No pocos de los inmigrantes que llegan a nuestro país proceden de pueblos marcados por la fe cristiana. Muchos llegan con una fe fresca y viva, capaz de enriquecer nuestras comunidades; otros, tal vez con la fe adormecida, ¿encontrarán en nosotros «comunidades acogedoras que les ayuden a despertar o a mantener firme su fe, promoviendo incluso estrategias pastorales, métodos y lenguajes para una acogida siempre viva de la Palabra de Dios», como nos dice el Papa?», se pregunta la nota, que también constata cómo también llegan «hombres y mujeres que no han encontrado a Jesucristo», lo que supone «una oportunidad providencial» para la evangelización.
«El diálogo respetuoso, el testimonio de la solidaridad, además de abrir horizontes de paz, han de contribuir al conocimiento mutuo, a mostrar que el Dios en quien creemos es el Dios del amor, de la justicia, de la ternura y de la misericordia», apunta la nota, que insta a los inmigrantes católicos a «ser los primeros evangelizadores de sus hermanos«.
Un testimonio que tiene que ser traducido «en acogida y hospitalidad», y cuyos horizontes deben ser «tanto la integración social como la comunión eclesial».
Recalcando el objetivo de la nueva evangelización, los obispos piden a las comunidades «leer en el rostro de los inmigrantes sus dolores y esperanzas, traduciendo la esperanza del Evangelio en respuestas prácticas para adultos, jóvenes y niños».
«En medio de la crisis económica, social, cultural, política y religiosa, se nos pide una nueva imaginación pastoral, para ser testigos y servidores «del Evangelio de la esperanza y de la solidaridad», añade la nota, que ofrece una serie de propuestas.
Seguir insistiendo en crear espacios y comunidades promotoras de solidaridad, acogida, diálogo y comunión fraterna trabajando en una pastoral específica -¡aun cuando los inmigrantes hablen español!-, unida a la pastoral general para lograr la mejor armonía.Fortalecer el acompañamiento de personas y grupos. La acción pastoral debe acompañar a la persona en su totalidad. Es importante fomentar el valor de la familia como elemento imprescindible de cohesión social. Las intervenciones en el campo de las migraciones han tenido casi como única mirada al individuo y su integración socio-laboral. Sin embargo, trabajar con las familias, y especialmente en el ámbito educativo, tiene efectos multiplicadores en lo referente a la integración, como se ha confirmado en la labor realizada en nuestras Misiones en Europa, por medio de sus capellanes y de las asociaciones promovidas al respecto.
Dentro de los grupos que hay que acompañar no podemos dejar de seguir teniendo en cuenta el número notable de los españoles que, actualmente en razón de la situación por la que atraviesa nuestro país actualmente, están saliendo fuera por razones de trabajo, intercambio o estudio. Ellos pueden descubrir las puertas abiertas de nuestras Misiones católicas de habla hispana, que precisan de más sacerdotes y agentes de pastoral.
Colaboración por parte de todos para el establecimiento de unas leyes y una opinión pública favorable a los inmigrantes desde una antropología basada en el respeto a la dignidad de la persona humana. Trabajar por unas leyes justas en el país de acogida ha de ir unido al empeño de que se promuevan políticas de desarrollo en los países de origen. El compromiso por la verdad exige también desenmascarar las mafias que abusan de los trabajadores inmigrantes (transportes hacia España, contratos abusivos, trata y explotación de personas con fines de explotación sexual, etc.). La denuncia ha de extenderse también a todos aquellos que pretenden sacar rentabilidad social y política del sufrimiento de los inmigrantes.
El Papa nos invita a que «las comunidades cristianas presten una atención particular a los trabajadores inmigrantes y a sus familias, a través del acompañamiento de la oración, de la solidaridad y de la caridad cristiana; la valoración de lo que enriquece recíprocamente, así como la promoción de nuevos programas políticos, económicos y sociales, que favorezcan el respeto de la dignidad de toda persona humana, la tutela de la familia y el acceso a una vivienda digna, al trabajo y a la asistencia». Inspirados por el mensaje del Papa, deseamos que los marcos normativos para las regulación de las migraciones sean fruto de un consenso lo más amplio posible; recordamos y pedimos, a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia, de la tradición y la práctica pastoral de esta en su labor de acompañamiento a los grupos más débiles de nuestra sociedad, que se garantice la atención religiosa adecuada, fluida, regularizada y permanente en los centros de internamiento de emigrantes y refugiados, en donde no pocos ven una excepcionalidad jurídica. Pero, mientras existan, confiamos en que sean utilizados de modo excepcional, y que en todo caso se vele por las condiciones de vida de los internos y reciban la asistencia y el apoyo previstos en la ley.
Potenciar la pastoral juvenil con los inmigrantes, recogiendo el encargo del Santo Padre en la JMJ, en cuya Eucaristía final recibimos el encargo de «comunicar a los demás la alegría de nuestra fe». En el mundo de las migraciones existen admirables experiencias de trabajo pastoral con jóvenes. La JMJ ha de suponer un renovado impulso para acercarnos, más si cabe, al millón y medio de jóvenes emigrantes (entre 15 y 29 años) que representan casi el treinta por ciento de la población migratoria.