El autor del libro califica al cardenal de “un gran servidor de la Iglesia y de España”
(José Manuel Vidal).- Un libro que es un canto a una vida testimonial y «ejemplar». Y una presentación que se convirtió en un homenaje. La puesta de largo pública del libro de Juan Rubio, ‘Estepa, el cardenal de la catequesis’ (PPC) en la Universidad Pontificia de Comillas, reunió a un nutrido grupo de amigos y admiradores del cardenal humilde y anciano. Decenas de personas que lo arroparon y le demostraron su amistad y su cariño sincero a este purpurado especial, que se dejó querer y hasta se emocionó: «Gracias por esta sorpresa de ver aquí a tantos amigos reunidos».
En la sala de la Pontificia de Comillas abarrotada, gente representativa de las principales etapas vitales del cardenal Estepa. Tanto en la mesa de presentación, como entre el público. Entre los presentadores, Javier Salinas, obispo de Tortosa y presidente de la subcomisión de Catequesis de la CEE; el cardenal Carlos Amigo, arzobispo emérito de Sevilla; el rector de la Pontificia de Comillas, José Ramón Busto; el director adjunto de La Vanguardia, Enric Juliana y el autor de la obra, Juan Rubio, director de la revista ‘Vida nueva’.
A todos dio las gracias el cardenal Estepa. Emocionado, con su voz cascada, con su presencia frágil de anciano lúcido y siempre humilde y cercano. Primero, a su familia. «Le debo mucho, sobre todo a mis padres y a mis hermanos». Y tuvo un recuerdo especial a su padre, encarcelado en Burgos después de la guerra por haber pertenecido al bando republicano. «Mi padre quería que retrasase la entrada en el seminario. Entonces no lo entendí. Después, sí. Era para que nadie pensase que había ingresado para influir en su liberación».
Dio las gracias a la archidiócesis de Madrid, representada en el acto por su obispo auxiliar, Fidel Herráez. Una diócesis que siente como cuya, no en vano fue auxiliar del cardenal Tarancón durante 11 años. Y repasó, por fin, su «etapa más larga y querida», los 21 años pasados al frente del arzobispado castrense. Su época «más dolorosa», por «las heridas del terrorismo», sobre todo durante la primera década. «Tuve que presidir más de 50 funerales. Fue lo que más me hizo sufrir: tantas familias heridas, tanta sinrazón».
Sobre todo, porque «todo mi afán y mi sueño era la reconciliación de los españoles, precisamente porque procedía de una situación familiar muy especial».
Si el arzobispado castrense le proporcionó penas (sobre todo, en su primera época), la catequesis, su otro amor, le lleno de alegrías siempre. Y con ésas alegrías terminó su intervención, lanzando una vez más el kerigma catequético a los presentes. Como hizo durante toda su vida. «Necesitamos volver a la catequesis, reflexionar sobre la fe y crecer en ella».
Una catequesis que siempre entendió como «tarea primordial» y vinculada a la evangelización. «No podemos confiar en la tradición ni en vivir de las rentas. La Iglesia española necesita proseguir el camino de la evangelización». Con esa invitación y un emocionado «que Dios os bendiga», terminó su intervención el homenajeado. En medio de una atronadora y sentida ovación. De las que salen de dentro. De las que agradecen toda una vida entregada y generosa de un gran servidor de la Iglesia.
Juan Rubio: «Un gran servidor»
Previamente, los presentadores de la obra ofrecieron una panorámica de las diversas etapas y facetas de la vida del cardenal Estepa. Cada cual desde su óptica. El autor, Juan Rubio, comenzó dando las gracias al cardenal «por ponerse a tiro». Y, después, narró, de forma ágil, los rasgos más salientes de la biografía del purpurado. Por ejemplo, «su padre en la cárcel, a pesar de no tener las manos manchadas de sangre». Pero era aquella «la España de los vencedores que negaba a los vencidos hasta el título de españoles».
Contó Rubio que Estepa se encontró por primera vez con Cristo «en las páginas de una Biblia protestante en la ciudad de León», donde le había desplazado la guerra, con su familia, desde Jaén. Como sacerdote, tuvo de guía espiritual a monseñor Romero de Lema y pronto comenzó a destacar en el universo clerical.
Pero su acceso a la mitra venía sistemáticamente taponado por el régimen de Franco. Entró en el episcopado por el «coladero» de los obispos auxiliares. Y de ayudante de Tarancón pasó al arzobispado castrense, al frente del cual, según Rubio, se puede destacar su relación con la Casa Real, «su lucha y su grito por la reconciliación», asi como la reorganización del arzobispado castrense.
Además, el cardenal también ha destacado en su vida por haber sido el encargado de preparar a los Príncipes de Asturias para el matrimonio, por ser el «adalid» de la renovación de la catequesis, secretario del Sínodo de los Obispos de 1977 o redactor del Catecismo. En definitiva, «un gran servidor de la Iglesia y de España», concluyó Juan Rubio.
«Humilde trabajador de la viña del Señor»
Intervino después su discípulo, el obispo de Tortosa y presidente de la subcomisión episcopal de Catequesis de la CEE, Javier Salinas, que se refirió a Estepa como un hombre «lleno de humor y alegría», que «dedicó lo mejor de su vida y de su ser al servicio de la Iglesia y de los hombres».
Según el prelado de Tortosa, Estepa «sólo quiso ser un humilde trabajador en la viña del señor». Y trabajó lo suyo, porque «no se dedicó a dejar las cosas como estaban», sobre todo en el ámbito de la catequesis, «hilo conductor o trama de su vida». Un ámbito al que renovó en profundidad, consiguiendo un enorme prestigio reconocido. No en vano fue uno de los redactores del Catecismo y amigo personal del ahora Papa Ratzinger.
Como representante de los medios, intervino el director adjunto de la Vanguardia, Enric Juliana, que aprovechó la ocasión para romper una lanza en favor de una información religiosa «a la italiana». Es decir, el periodista catalán abogó por abordar en los medios la información religiosa «no de una forma antagónica o desde una actitud anticatólica excesiva e, incluso irracional, desde la que se aborda, a veces y en algunos medios». Una información religiosa «veraz, prudente y respetuosa con el hecho religioso», como la que, a su juicio ofrece La Vanguardia.
Juliana destacó, asimismo, que la vida del cardenal estepa es «realmente ejemplar e ilustrativa». Entre otras cosas, porque «jugó un papel muy importante en la pacificación del país».
Carlos Amigo: «Un hombre libre y un obispo valiente y sincero»
A continuación intervino el cardenal Carlos Amigo. Brillante, como siempre, el purpurado glosó los deberes de un cardenal aplicados a monseñor Estepa. Por ejemplo, el peso de la púrpura «El peso más grande ha sido su enorme amor a la Iglesia, que ha dirigido siempre el corazón del cardenal».
Amigo aseguró que Estepa «se distinguió siempre por ser un hombre libre y un obispo valiente, con sinceridad para decir la verdad, incluso en momentos complicados». Es, además, «un maestro competente, ejemplar y humilde, claro exponente de la dimensión universal de la Iglesia y capítulo esencial de la Iglesia española, a la que ha amado, servido y por la que ha tenido también que sufrir».
Un obispo que, según Amigo, «entrego la monedita del alma» y se convirtió en un grande del flamenco. «Usted, mi querido Don José Manuel es de los cantaores grandes. Mi querido cardenal Estepa, gracias por ser como eres y por saber llevar el peso de muchas púrpuras».
Cerró el acto el anfitrión, el rector de la Pontificia de Comillas, José Ramón Busto, agradeciendo la numerosa presencia de público, la participación de los presentadores y, sobre todo, el libro de Juan Rubio por reflejar la vida de «un testigo privilegiado de la historia de la Iglesia de los últimos 75 años, Estepa, el cardenal de la catequesis».