Renace una especie de apologética agresiva y defensiva. Muchos creyentes se sienten atacados o arrinconados
(José Manuel Vidal).- Leandro Sequeiros San Román es un jesuita y científico. Licenciado en Teología y doctor en Ciencias (en la especialidad de Geología). Nacido en Sevilla (1942), donde cursó sus estudios de Bachillerato, decidió cuando estaba cursando el bachillerato, ingresar en la Compañía de Jesús (1959). Desde muy joven ha intentado unir su compromiso con la ciencia y la filosofía, con la espiritualidad y la construcción de un mundo más justo, y con su opción por la causa de Jesús de Nazaret.
También ha completado su formación en el campo de la didáctica de las ciencias (ha publicado varios cientos de trabajos sobre enseñanza de las Ciencias de la Tierra), los medios de comunicación social (tiene el título de realizador de televisión educativa), la historia de las ciencias (pertenece a la Comisión de la UNESCO para la Historia de la Geología), la filosofía (ha sido 15 años profesor en la Facultad de Teología de Granada) y la teología (Licenciado en Teología, Granada, 2000).
Su vocación intelectual primera, como hemos dicho, se inclinó por las Ciencias de la Vida y las Ciencias de la Tierra, cursando la licenciatura en Geología (especialidad de Paleontología), en la Universidad de Granada (1970), y realizando cuatro años más tarde el doctorado en esta misma Universidad (1974).
En la Universidad de Granada inició su trayectoria profesoral como científico, para trasladarse después a la Universidad de Zaragoza, donde permaneció entre los años 1975 y 1983. Durante esos años de estancia en la Universidad de Zaragoza fue Profesor Adjunto por oposición, Agregado y Catedrático interino y Director en funciones del Departamento de Paleontología.
La temática científica sobre la que centró su atención, durante los años de su estancia en Granada y Zaragoza, fue la los aspectos bioestratigráficos y paleobiogeográficos de los ammonites del Jurásico medio y superior. En lenguaje más llano: propuso un modelo sobre cómo era la geografía en Andalucía hace 150- 130 millones de años a partir de los restos fósiles. Como suele decir, «he tocado la evolución con mis manos«.
Para él, la evolución biológica no es solo una hipótesis científica, sino como escribió Dobzhanski, padre de la Nueva Síntesis de la Evolución, es el lugar desde el cual se explica el conjunto de la vida en el planeta: «La vida no se puede explicar si no es desde el punto de vista de la evolución». Otra cuestión, como veremos, es cómo se explican los mecanismos de la evolución.
Acaba de publicar «Mi jubilación virtual. Memoria agradecida al cumplir 70 años» (Bubok, 2012, 125 páginas). Y ya jubilado, desarrolla un proyecto que describe con estas palabras «Tener una presencia física inculturada (junto con otros jesuitas y no jesuitas) en algunas fronteras, en algunos de los espacios generadores de cultura de la increencia, sobre todo en los relacionados con el debate entre la fe, la cultura, el pensamiento científico y la justicia».
Acaba de publicar ‘Mi jubilación virtual. Memoria agradecida al cumplir 70 años’. ¿Un libro para recordar y para seguir guiando?
He pasado casi 50 años de mi vida en el medio universitario. Como alumno, subdirector de un Colegio Mayor, Becario, Profesor no numerario (los antiguos PNN´s), Profesor Contratado, Profesor Asociado, Ayudante, Adjunto, Agregado y Catedrático de Universidad. He trabajado en cinco universidades e impartido un total de 20 asignaturas, tanto de Geología como de Paleontología, de Didáctica de las Ciencias y de Filosofía.
Al cumplir los 70 años sentía la necesidad de agradecer a la vida esa larga trayectoria, con sus fallos, indecisiones y errores, pero también llena de preciosos momentos, amistades, trabajos de investigación, aportaciones a la mejora de la sociedad, la defensa de las víctimas del sistema económico.. Y, sobre todo, el testimonio, -bien o mal expresado- de que uno puede ser un buen científico, ser una persona comprometida sindical o políticamente y vivirse desde la solidaridad de la experiencia religiosa. Y eso no como un gazpacho forzado sino como un solo proceso, con todas sus ambigüedades.
Este modesto libro que acabo de publicar (al igual que otros 40 que han aparecido en estos años) no tienen pretensión de lucro. Se pueden bajar de la red de forma gratuita, pues están editados en formato digital en www.bubok.es
No e es un libro nostálgico ni pesimista. Ha sido un intento de reunir en un libro las cosas que he hecho durante los últimos 50 años (desde 1962). No es un libro de memorias (creo que no es el momento todavía y no quiero herir a nadie). Reservo para más adelante describir mi experiencia interior, mi camino interior en esos 50 años.. Tal vez lo escriba para que se publique después de mi muerte.
Me encanta cuando dice: «si me preguntasen por lo que ha sido mi vida, podría enseñar mi corazón lleno de nombres…» ¿Cuántos y cuáles son los más importantes?
En el capítulo de presentación del libro he escrito:
«Ahora, a mis 70 años, parafraseando a Pedro Casaldáliga, si me preguntasen por lo que ha sido mi vida, podría enseñar mi corazón lleno de nombres… Son muchos cientos, tal vez miles de personas las que alberga esa casa de vecinos que es mi corazón agradecido a tanto cariño recibido.
Tal vez será mejor citar solo a los ya fallecidos para no disgustar a los vivos: Jesús de Nazaret, Buda, Confucio, Pierre Teilhard de Chardin e Ignacio de Loyola, Nepo García Nieto, Antonio Molina Torres (tal vez el mejor profesor que nunca tuve), Matteo Ricci, Teresa de Ávila, Charles Lyell y Charles Darwin, Karl Marx e Inmanuel Kant, Albert Einstein,..
Mi vida se ha nutrido del mundo universitario e intelectual. Pero «desde el lugar epistemológico» del compromiso con la justicia. Entre unas cosas y otras, he estado «inculturado» en el medio universitario durante casi 50 años. Dediqué 20 años a la Geología, 15 años a la didáctica, y otros 15 a la enseñanza de la filosofía. Ciencias, filosofía y didáctica han sido los pilares de mi vida. Y todo ello enraizado en el deseo de «ser desesperadamente humano para poder ser cristiano».
En la memoria agradecida dejo constancia de mi curriculum académico. Son datos fríos pero cargados para mí de fuerte carga emocional. Es el pico del iceberg de una vida dedicada a crear relaciones humanas, de calentar un mundo frío. La segunda parte, mis publicaciones, son como jirones de mi yo que quedan en papel (o en digital). Es la memoria agradecida de lo que quise comunicar. Siempre deseé dedicarme a los medios de comunicación. No pudo ser en un sentido intenso. Pero he querido dejar para otros que lo bullía en mi mente, la olla donde se cuecen sueños y locuras.
Por eso, termino con estos versos de Violeta Parra con los que me siento muy identificado:
Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me dio dos luceros que cuando los abro
Perfecto distingo lo negro del blanco
Y en el alto cielo su fondo estrellado
Y en las multitudes el hombre que yo amo.
Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me ha dado el sonido y el abecedario
Con él las palabras que pienso y declaro
Madre, amigo, hermano y luz alumbrando,
La ruta del alma del que estoy amando
Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me ha dado la marcha de mis pies cansados
Con ellos anduve ciudades y charcos
Playas y desiertos, montañas y llanos
Y la casa tuya, tu calle y tu patio.
Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me dio el corazón que agita su marco
Cuando miro el fruto del cerebro humano
Cuando miro el bueno tan lejos del malo
Cuando miro el fondo de tus ojos claros.
Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me ha dado la risa y me ha dado el llanto
Así yo distingo dicha de quebranto
Los dos materiales que forman mi canto
Y el canto de ustedes que es el mismo canto
Y el canto de todos que es mi propio canto.
Evidentemente, hay muchas más personas que han iluminado mi camino intelectual y religioso. Aquí reseño, por diferentes motivos, a gente muy diversa. Las razones por las que los he elegido y la huella que dejaron en mí, las dejo para otro momento, pues alargaría esta entrevista que, necesariamente, debe ser breve.
Un paleontólogo y, por ende, un científico, que nunca dejó de creer en Dios. ¿Ciencia y fe no se excluyen, como piensan algunos?
Tal como está formulada la pregunta, habría que matizar bastantes términos. No se puede responder así, a lo bruto. Las cosas son más complejas de lo que parecen. Sin yo tenerlo previsto, me vi involucrado en el mundo de la paleontología. Para los que no tengan una idea muy clara de cuál es el contenido de esta disciplina, les diré que la Paleontología hoy va mucho más allá del estudio de los fósiles, los restos petrificados de la vida del pasado que se han quedado preservados en las rocas sedimentarias, como las páginas de un gran libro.
Yo suelo decir que la Paleontología es una ciencia biológica que utiliza, al inicio de la investigación, una metodología geológica. El objetivo de la moderna Paleontología tiene dos objetivos: la reconstrucción de las biosferas del pasado y la propuesta de los mecanismos evolutivos de la vida en el contexto de un universo cambiante y abierto. El primer objetivo es paleo-ecológico, y el segundo objetivo es evolutivo. Los paleontólogos investigan los mecanismos ecológicos y evolutivos de los sistemas vivos en interacción con el medio en que vivieron.
En mi caso concreto, aunque me seducía el estudio de la evolución humana, tuve que renunciar a ello. En los años 60 en España no había medios para ello. Por eso me incorporé al excelente equipo de la Universidad de Granada que dirigía la profesora Asunción Linares. La línea de investigación que llevaban con éxito era el conocimiento de los procesos geológicos acontecidos durante el período Jurásico en las llamadas Cordilleras Béticas (Andalucía y Baleares). Y para conocerlos, se estudiaban en detalle los restos fósiles de un grupo de moluscos del orden de los cefalópodos: los ammonites. Esos fósiles tan preciados por los coleccionistas y que tienen forma de espiral cerrada bellamente ornamentada. Pero más que ser objetos de colección, los ammonites son unas guías excelentes que suministran una gran cantidad de información. Los ammonites evolucionaron muy aprisa (hay miles de especies diferentes en el Jurásico) y por la flotación de las conchas, se dispersaron con rapidez por el primitivo Mediterráneo, el mar del Tethys.
El estudio de la evolución de un grupo de estos ammonites en los antiguos mares de Andalucía hace 140 millones de años, formó parte de mi tesis doctoral. Y este esfuerzo me introdujo, como a cualquier doctorando, en el mundo del método científico y de las posibilidades y limitaciones de las ciencias. En esa época, no había llegado a los 30 años de edad. Eran, además, años muy conflictivos en la Universidad. El franquismo agonizaba y la represión era muy fuerte. Ciencia y lucha política formaba parte de mi vida diaria.
Por otra parte, como cristiano y jesuita, en estos años no solo me dedicaba a la ciencia pura y dura. También alimenté (o intenté alimentar) con sumo cuidado otras dimensiones del ser humano: la sensibilidad, la espiritualidad ignaciana, los sacramentos, la vida comunitaria con grupos de base, la oración y el acompañamiento en profundidad. Me acordaba de los Ignacio de Loyola en los Ejercicios: «No el mucho saber harta y satisface el ánima, mas el sentir y gustar de las cosas internamente». Sin interioridad, somos como campanas que aturden que decía San Pablo. Una tinaja, aunque sea muy grande, si no tiene algo dentro, no sirve para nada.
Siguiendo con su pregunta, mi creencia en Dios no es (no era, ni sigue siendo) un puro asentimiento racional a un credo abstracto. Sería muy largo describir cómo creo y en qué Dios creo. Dios no es una idea, un pensamiento. Tampoco es una divinidad difusa en los confines del océano del cosmos (como defienden los de la Nueva Era). Mi punto de partida es la adhesión y el seguimiento de Jesús de Nazaret. Su relación con el Padre es lo que me enseñó a saber lo que es Dios. Hay una experiencia interior que se va consolidando, encarnando y con la que se convive amorosamente. Y llega a formar parte de uno mismo. El gran problema que suelen tener muchos científicos es que mantienen una imagen infantil de Dios y esa imagen no se lleva bien con la maduración de una visión científica del mundo. El conflicto cognitivo no se resuelve y se rompe por lo más débil: la experiencia interior. Sin vida interior no es posible creer. Pero esa vida interior no es intimista, ausente de la realidad. La experiencia de Dios debe nutrirse de la experiencia humana, del contacto con la vida, con la realidad, con la dura realidad, con el mordisco en las propias carnes de la injusticia de un mundo desigual en el que hay víctimas. El clamor de las víctimas sube hasta Dios y nutre nuestra conciencia profunda.
Dice en su libro que persiguió usted unir «ciencia, espiritualidad y justicia». ¿Lo consiguió en alguna medida?
Ciencia, espiritualidad y justicia no son para mi (o al menos así lo percibo) tres mundos incomunicados e impenetrables. Es más: tengo conciencia de que para algunas personas se repelen mutuamente, se excluyen. Lograr la síntesis personal no es nada fácil. En eso, el también jesuita y paleontólogo Pierre Teilhard de Chardin (fallecido en 1955) es un guía espiritual. Supo aunar el gusto por la Tierra y el gusto con el Cielo. Supo ir hacia Dios con todo el gusto por la vida. Tenía muy claro que no se puede ser cristiano sin ser desesperadamente humano. Y que todo lo que asciende, converge. La ciencia sin espiritualidad está vacía, que dijo Einstein. Y una espiritualidad que no brota del contacto con la vida, con las situaciones de inhumanidad, no es una espiritualidad puesto que Jesús de Nazaret se presenta como víctima de la injusticia.
Los humanos nunca alcanzamos del todo las metas. Son como horizontes hacia los que caminamos pero que siempre el horizonte se mantiene lejos. No se trata de revivir el mito de Sísifo que subía la piedra monte arriba y se le caía. O como Rodrigo Mendoza en la película de La Misión con el saco de sus vanidades a la espalda subiendo por las cataratas.. El ser humano camina, busca, se esfuerza y va logrando metas que siempre son provisionales. Esa es la grandeza y la miseria de la condición humana.
Se han ido o se están yendo los grandes intelectuales católicos. ¿Está bajando el nivel intelectual en la Iglesia, incluida la Compañía de Jesús?
Lo intelectual no es todo. La Iglesia o la Compañía de Jesús ha tenido y tiene grandes intelectuales que han ayudado a iluminar el camino y poner voz y palabras a los grandes enigmas del ser humano. No me considero capacitado para dar una respuesta contundente. Solo apunto algo que es fundamental: para poder ejercer de intelectual, es necesario tener mucha libertad de espíritu y mucha madurez. Con arrogancia o con miedo no se puede ejercer de intelectual. Y corren malos vientos para la libertad.
Fue usted cura obrero en Zaragoza. ¿Por qué no queda ni rastro de aquella ‘mística’?
Exactamente no fui «cura obrero» en el sentido de que tuviera un trabajo manual (aunque el trabajo como geólogo te deja muchas ampollas en las manos y en los pies). Pero nunca viví la precariedad de la clase obrera. Pero sí viví con ellos la «mística» obrera. Nunca experimenté- como se nos aconsejaba en la Congregación General 32 de la Compañía (1974) – el contacto real con la pobreza y la experiencia del trabajo asalariado. Pero si tuve muy claro que todo ser humano debe vivir de su trabajo. Para mí, la universidad era, entre otras cosas, un puesto de trabajo. Privilegiado, porque uno hace lo que le gusta. Pero trabajo al fin pues uno depende de un contrato y tiene un patrón, la administración.
El mundo de los curas obreros tenían una «mística», un fuego interior que lanzaba a la gente a quemarse en el tajo y a participar en la dureza del trabajo manual. Recuerdo a un compañero de comunidad que trabajaba en una fundición y salía de casa a las cinco de la mañana en el invierno de Zaragoza. Desde entonces el mundo ha cambiado. La misma clase obrera es diferente. Y aunque la dureza puede ser la del desempleo, los contratos precarios y la vulnerabilidad, hay cosas diferentes. Y por otra parte, las generaciones jóvenes no parecen interesadas por este tipo de presencia evangelizadora, salvo excepciones.
¿Cómo ve a la Iglesia institucional o a la jerarquía eclesiástica española desde su atalaya?
En esta misión a la que me dedico, muchos de mis contactos humanos son personas que no se consideran «de Iglesia». La perciben como una institución lejana. Pero creo que por parte de la gente de Iglesia, hay un exceso de preocupación por este asunto. La vida es mucho más amplia que los capillismos. Sí se percibe una mayor desafección por las instituciones religiosas a las que se percibe cerradas en problemas que no tienen que ver con la vida. Yo vivo en un mundo en el que hay interés por la espiritualidad pero mucha gente la busca y la encuentra fuera de los lugares comunes. La vida humana plena y liberadora es muchas veces más grande y primaveral que la que se ofrece desde las instituciones. No hay más que acercarse por muchos de los barrios de nuestras ciudades. Hay mucha gente «viva». Como declaró Antonio Gala, «deseo que cuando muera, en mi lápida pongan «murió vivo»».
¿Cómo detener el descrédito y la falta de credibilidad social de la institución?
Este es un juicio de valor sobre la institución… Tal vez el mejor comentario es el chiste del maestro Forges, en aquella viñeta en la que muestra a un obispo diciéndole a sus compañeros que deben buscar una «acción tan ilusionante, inesperada y nítida» que consiga devolverles, por sí sola, el respeto de la gente. Y lo que se les ocurre a los demás obispos es, simplemente, respetarles.
No hacen falta más palabras.
¿La apologética agresiva nos resta capacidad de seducción evangélica?
En estos años, parece que renace una especie de apologética agresiva y defensiva. Muchos creyentes se sienten atacados o arrinconados. Respeto su percepción. Pero invito a la autocrítica: ¿no habremos dado pie los creyentes y las instituciones a que grupos de personas, movimientos o partidos se muestren más libres para criticar (en el sentido más filosófico del término) determinadas posturas de sectores religiosos? ¿No existe una especie de lucha por mantener privilegios y parcelas de poder? ¿Hemos aprendido los cristianos- tal como se nos decía en el ya lejano Vaticano II – a convivir en un mundo plural y secular?
La verdad es que «seducción evangélica» solo se percibe en grupo marginales de las iglesias y religiones. Por eso, diversos movimientos propugnan la convocatoria de un Vaticano III, y otros más ambiciosos sueñan con una gran Asamblea interreligiosa, en la que las religiones debatan sobre su lugar en esta sociedad compleja.
¿La Iglesia ha aprendido suficientemente la lección de la pederastia?
Mi información es la que llega por la prensa. Y parece ser que ese gran Congreso que se ha celebrado en la Universidad Gregoriana de Roma apunta hacia nuevos signos y nuevas posturas. Parece que se quiere coger el toro por los cuernos y no mirar hacia otro lado evadiendo un problema terrible para mucha gente que ha sufrido los efectos de esta lacra.
Aparte de su tolerancia cero respecto a la pederastia, ¿que quedará del Papa Ratzinger?
Supongo que algo quedará. Sobre todo, lo que escribió en los años 60, cuando ejercía de teólogo libre.
¿Con Rajoy la Iglesia española vivirá mejor?
Esta pregunta es muy periodística, pero prefiero no dar mi opinión que es demasiado personal y por ello, irrelevante.
¿En qué le hacen pensar los últimos escándalos, filtraciones, rumores e intrigas en el Vaticano?
La verdad es que no tengo información privilegiada. Y la que llega a través de los medios de comunicación y de las redes sociales, no parece muy objetiva. Hay problemas de fondo que no salen. Lo que emerge, en mi opinión, es el pico de un iceberg. Poco a poco, si hay una política de transparencia, se podrán conocer algo de las raíces de todas estas informaciones. Espero que la crisis sea para crecer. Pienso que en el mundo religioso y en el mundo político, estamos en un cambio de época. No podemos caer en el derrotismo. Las crisis (en su sentido filosófico) deben ser para crecer. Como paleobiólogo emergentista -si se permite la expresión – creo que de todo esto emergerá una sociedad diferente. Cuando hace 65 millones de años comenzaron a extinguirse en masa los dinosaurios, si pudieran hablar, dirían que se avecinaba el fin del mundo… Pero gracias a su desaparición crecieron los mamíferos y posibilitaron la emergencia de la humanidad. Seamos optimistas.
¿Tiene privilegios, basados en los Acuerdos, la Iglesia española? ¿Debería renunciar a ellos?
Nadie debe tener privilegios, sea las Iglesias, los partidos, los políticos o las culturas. En una sociedad igualitaria, son los Derechos Humanos los que deben ser la norma de conducta.
¿Hay salida y esperanza en medio de la actual crisis económica y espiritual?
En una palabra, hay salida y hay esperanza. Y no solo desde la fe religiosa, sino también sobre la fe en la condición humana. No somos «lobos para otros humanos». Porque hay gente que sabe amar sin límites, creo en el ser humano. La visión luterana pesimista del mundo que viene de Centroeuropa debe ser superada por el optimismo no ingenuo que brota de la vida. Hay salida y hay esperanza. Tal vez en unos años, la llamada crisis económica y espiritual podría ser una anécdota en la inmensamente larga historia del universo.. Contemplemos la media botella llena sin olvidar la media botella vacía…
Algunos titulares:
-Hay que ser desesperadamente humano para poder ser cristiano
-Dios no es una idea
-El gran problema de los científicos es que mantienen una imagen infantil de Dios
-La vida es mucho más amplia que los capillismos
-Espero que la crisis sea para crecer
-Contemplemos la media botella llena sin olvidar la media botella vacía
-El ser humano camina, busca, se esfuerza y va logrando metas que siempre son provisionales. Esa es la grandeza y la miseria de la condición humana
-El mundo de los curas obreros tenían una «mística», un fuego interior que lanzaba a la gente a quemarse en el tajo
-La vida humana plena y liberadora es muchas veces más grande y primaveral que la que se ofrece desde las instituciones
-¿No existe una especie de lucha por mantener privilegios y parcelas de poder?
-Renace una especie de apologética agresiva y defensiva. Muchos creyentes se sienten atacados o arrinconados
– Del Papa Ratzinger quedará sobre todo lo que escribió en los años 60, cuando ejercía de teólogo libre
-Porque hay gente que sabe amar sin límites, creo en el ser humano