Durante siglos, la Iglesia ha podido “justificar” sus posesiones, sus bienes, sus privilegios legales, fiscales, sus abundantes beneficios de todo tipo
(José María Castillo).- hablo aquí de los obispos españoles, me refiero a todos. A los que hablan de este asunto. Y a los que no dicen nada de esto. A los que están en activo. Y a los jubilados. Porque en esta cuestión, y tal como están las cosas, el silencio es complicidad.
El silencio de los obispos y de quienes no somos obispos. Y es que, lo que está en juego, es el hambre y el sufrimiento – y la ejemplaridad ante ese espantoso problema – de millones de españoles.
En este caso, quedarse con los brazos cruzados es hacerse responsable del padecimiento de las víctimas. Y además, eso es fomentar todavía más el descrédito de la Iglesia, la burla, la mofa y la risa de tantas gentes ante las cosas que hacen y dicen que se presentan ante la sociedad española como los «sucesores de los Apóstoles».
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