Toco religiones afrobrasileñas, la santería, el sintoísmo, las fronteras religiosas en Japón, las peregrinaciones a Santiago de Compostela o al Tíbet...
(Jesús Bastante).- Agustín Pániker es experto en religiones. Viene a presentarnos «El sueño de Shitala, viaje al mundo de las religiones«, de Kairós. Un ejercicio arriesgado y honesto para conocer, desde dentro, a las principales tradiciones religiosas del mundo. «Las religiones son capaces de cosas muy malas y muy buenas«, subraya Pániker, quien añade que, desde Europa, «tenemos ideas sobre la religión preconcebidas y sesgadas por filtros judeo-cristianos«.
-¿Qué tipo de libro es?
-Es mi cuarto libro, el último. Los tres anteriores estaban centrados en el mundo de la India: el jainismo, la historia, la sociedad, el psiquismo de sus religiones. Pero en este he querido irme por todo el mundo. Yo soy viajero y colaboro en revistas de viajes. Por eso he querido mantener el tono un poco periodístico de los artículos, hilvanándolo y trabajándolo para que sea ameno y entretenido, y también didáctico e informativo, sobre muchas religiones del mundo. No sólo sobre las «grandes» o las más conocidas.
-¿Es complicado hablar de una religión que no sea la tuya? ¿La convivencia con otras religiones puede ayudarnos a entender su trascendencia?
-En un viaje uno puede aprender, efectivamente, mucho del país que visita. Pero, si es un poco atento, puede conocer también mucho sobre sí mismo: sus clichés, sus prejuicios, sus ideas, su sociedad. Ésta una de las lecturas posibles. Contrastando las culturas que yo he visitado (Perú, México, Birmania, Sri Lanka, Turquía, Marruecos…) aporto información sobre sus tradiciones (ayudado por un amplio elenco de expertos que me han revisado los textos de las religiones que me eran menos familiares), y me intereso porque afloren las ideas que normalmente tenemos preconcebidas, muy sesgadas por filtros judeo-cristianos y por nuestra visión eurocéntrica. Es inevitable.
-¿Quién es Shitala?
-Es una diosa de la India, una metáfora femenina de la divinidad. Por un lado es la madre naturaleza, la madre tierra, la abundancia. La dadora de vida y la belleza. Por eso la gente le tiene un amor incondicional, porque es el amor maternal y fecundo. Pero, al mismo tiempo, Shitala es símbolo de la defunción, la enfermedad, la naturaleza desbocada. Es conocida en muchas zonas de Bengala como la diosa de la viruela, y por lo tanto se la invoca para protegerse de las mismas enfermedades que ella trae. Es una divinidad dual.
-¿Lo que describes, entonces, también es un viaje hacia lo bueno y lo malo del interior de cada uno?
-Por supuesto. Y de las propias tradiciones. Por eso procuro hacer un retrato bastante antropológico y sociológico, pero aflorando también las cosas más oscuras.
-¿La religión es connatural al ser humano?
-Yo creo que el sentido de la trascendencia sí lo es. De hecho, las primeras manifestaciones de que el homo dejó de ser un homínido para ser sapiens fueron la sepultura y la pintura. En el enterramiento y el ritual está el misterio, la trascendencia. Eso enraíza en una capa muy profunda del ser humano. Luego, es como el oído musical: hay quien tiene mucho, y está muy dotado para la música, y hay quien lo desarrolla menos y tiene menos sensibilidad. Con la espiritualidad y la religiosidad pasa lo mismo: hay gente que tiene inquietudes o que hereda una vocación, y hay gente que puede desenvolverse fantásticamente en la vida sin hacerle demasiado caso a eso.
-¿Por dónde comienza el viaje?
-Empieza con unas experiencias personales en el desierto de Argelia. Hay una dimensión de confesiones de mis propias creencias, y también otra más densa, de ensayo, de preguntas profundas sobre la religión. También hay una dimensión más antropológica. Toco religiones afrobrasileñas, la santería, el sintoísmo, las fronteras religiosas en Japón, las peregrinaciones a Santiago de Compostela o al Tíbet…
-¿Qué pensará el lector al terminar tu libro? ¿Qué hay muchos puntos en común entre las religiones, que son una inmensa mentira, un negocio, diferentes formas de entender el mundo…?
-No lo sé. Cada lector lo percibirá de una manera. Pero yo trato las religiones con empatía. No rehúyo aspectos polémicos, y puedo ser crítico con alguna faceta de las religiones, que son capaces de cosas muy malas y muy buenas. La religión no es algo separado de la cultura o de la sociedad, ni de la vida cotidiana. Forma parte de la civilización, en último término. Pero lo que es verdad es que, ante el abanico de tradiciones, hay una doble lectura que consiste en percibir simultáneamente el respeto por la diferencia, e intentar entender cada religión en sus propios términos y con sus propios valores, metas y cosmovisiones (y no equiparar, por tanto, con tanta facilidad la religión yoruba, el islam y el cristianismo); pero al mismo tiempo subrayar la común humanidad, universalidad y «semejanza familiar sospechosa» de ciertos rituales y prácticas. Sólo la visión pluralista es capaz de reconocer la diferencia y respetarla, y al mismo tiempo la familiaridad universal. El libro invita a hacer ese ejercicio, contemplando las religiones desde esta doble orientación.
-¿Agustín Pániker tiene alguna confesión religiosa declarada?
-No, ninguna. De hecho, lo digo en el libro. Yo comparto lo que mucha gente, sobre todo en la sociedad occidental de hoy en día, siente: me considero una persona espiritual, pero no religiosa en el sentido convencional de término. Yo no practico, ni soy creyente de una religión determinada. No soy, por ejemplo, budista. Pero me interesa enormemente el fenómeno religioso. Y dentro de lo que podríamos llamar una «espiritualidad secular», no me considero ateo, sino «a-teo». No soy lo que vulgarmente se llama ateo, es decir, los que no creen en Dios y además lo consideran erróneo, negativo y perverso. Soy más bien un trans-teísta, que no necesita un dios para condicionar su vida.
-¿No necesitas un dios determinado, o no necesitas la idea de Dios?
–Ni un dios determinado ni el concepto Dios. Pero sí tengo el sentimiento de trascendencia. Entiendo perfectamente que haya gente que llame Dios a lo que yo llamo lo sagrado o lo inmanente. A lo mejor estamos hablando de lo mismo.
-¿Hablas de la muerte en el libro?
-Sí. La muerte es un elemento esencial en todas las religiones, pero hay tradiciones que la enfocan de manera totalmente distinta. La actitud emocional es muy parecida entre todos los seres humanos, pero la actitud existencial frente a la muerte puede ser muy diferente según las culturas. Por ejemplo, las tradiciones de la India hindú pueden chocar con las de un cristiano. Yo tampoco pretendo extraer lo exótico y lo diferente, pero sí contrastarlo para invitar a reflexionar.
-¿Tampoco quieres crear una religión mundial?
-No, no. Ni establecer una gran teoría del fenómeno religioso. Me interesan todas, soy demasiado escéptico.
-¿Es fundamental conocer una religión desde dentro antes de criticarla?
-Sí. Pero conocerla «terrenalmente», porque hay gente que tiene un conocimiento muy textual y teórico de las grandes religiones, y al ir al país en cuestión le sobreviene la crisis de «esto no es como lo había leído». En cambio, cuando uno viaja y entra en contacto con gente que practica, empieza a tener una percepción muy distinta de las que dan el periódico y la televisión. Para eso, el viaje es muy positivo.
Hoy en día, uno sale a la calle en Madrid, Londres o Barcelona y puede encontrarse prácticamente todas las religiones del mundo. Ahora tenemos muy cerca todo tipo de cristianos y musulmanes: pentecostalistas, mormones, sunitas, chiitas. Y grupos New Age y rastafarianos con sus propios grupos o centros de culto, que le permiten a uno acercarse con curiosidad y con actitud abierta. Eso yo lo reivindico mucho: la gente viaja para confirmar aquello que ya lleva dentro. Eso no es apertura.
-¿Viajar con las ideas preconcebidas es tanto como viajar con todo el itinerario preparado de antemano? ¿Se anula la capacidad de sorpresa?
-Sin duda.
-¿Cuál es el sueño de la diosa del agradecimiento y el dolor?
-El título es un guiño que yo hago a las tradiciones de la India que identifican el principio último como femenino. Para ellas, el mundo que vivimos es el sueño de la divinidad. Nosotros somos ese sueño, y tenemos que darnos cuenta. La tarea de nuestra vida es el autoconocimiento, es que lo divino se reconoce a sí mismo soñando este mundo. Esto es propio de muchas mitologías hindúes, y con el guiño he querido mantener el vínculo con mis libros anteriores, y con mis antepasados, que también vienen de la India, y utilizarlo como una metáfora de la pluralidad de religiones. Yo soy un gran partidario de la inmanencia, de encontrar lo sagrado de la vida en lo cotidiano, en las pequeñas cosas, y a veces en uno mismo.
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