El Pastor parece empeñado en juntar a todos "en un solo redil", resulta un poco raro que otros tengan el empeño contrario
(Dolores Aleixandre, en 21rs).- Cuando el Papa reunió este verano en El Escorial a las jóvenes religiosas con hábito, escribí en esta revista un artículo desde la perspectiva de las que nos sentíamos en «el jardín de al lado». Repito la imagen cambiando «jardín» por «redil», después de ver el poster diocesano del día de la vida consagrada: en la parte superior, una imagen de Jesús con báculo de Pastor en la mano y más abajo un grupo de religiosas, todas con hábito menos dos, y un grupo menor de varones de espaldas y perfil más borroso, de forma que no se deja ver nada de su indumentaria.
Por lo que toca a las religiosas, el mensaje está claro: el Pastor tiene un rebaño preferido y protegido con su báculo, formado por religiosas con hábito al que pertenece también otro sector masculino cuya vestimenta resulta, al parecer, irrelevante. Las demás religiosas quedamos recogidas en otro redil más alejado, cuyos cuidados han sido subrogados, quizá, a una subcontrata.
Lo curioso del asunto es que esta discriminación del «con» y el «sin» es prácticamente inexistente entre las religiosas a la hora de relacionarnos entre nosotras: lo que predomina cada vez más es la cordialidad y el apoyo mutuo, sin que en general nos condicione ni importe cómo va vestida cada cual.
Y habida cuenta de que, según el Evangelio, el Pastor parece empeñado en juntar a todos «en un solo redil», resulta un poco raro que otros tengan el empeño contrario.
Yo por si acaso, he pegado al poster las fotos de Matilde e Isabel, dos religiosas españolas «sin» que se están dejando la vida a chorros en Haití. Será imaginación mía, pero me ha parecido que el Pastor se quedaba más conforme.