Lo peculiar del cristianismo tiene dos referencias inseparables: una forma de vida samaritana, (individual y comunitaria, personal y social), y una confianza radical en el Dios de Jesús y en el Jesús de Dios
(José Ignacio Calleja).- Con gran sensibilidad, Waine MEEKS, muestra que lo sorprendente de las primeras comunidades cristianas no era «la peculiaridad de sus creencias, incluso de sus creencias sobre Jesús, sino su inventiva social al crear una comunidad de un tipo que nunca antes se había visto», así escribe el teólogo Alberto De MINGO .
Y es que «la identidad cristiana no se encuentra, primariamente, en afirmaciones o debates o argumentos, sino en ciertas prácticas, compromisos y hábitos. El cristianismo no es principalmente algo que se piensa, se siente o se dice, es algo que se hace. La narración de los evangelios es un relato de lo que Jesús hizo. Y lo que Dios hizo en Cristo. Y la narración de la Escritura forma a los discípulos y los inspira a ir y hacer lo mismo».
Hacer lo mismo y decir lo mismo que Jesús, – comento por mi parte -, son dos caras del único seguimiento y no dos fuentes alternativas para determinarlo. No son sucesivas, y menos aún a gusto de cada uno. Dos caras de la misma y única realidad de Jesús. En ese horizonte, lo peculiar del cristianismo tiene otra vez dos referencias inseparables: una forma de vida samaritana, (individual y comunitaria, personal y social), y una confianza radical en el Dios de Jesús y en el Jesús de Dios.
Mucho antes de que se formulara el primer dogma, – prosigue De MINGO -, antes incluso de que se escribieran los evangelios, los primeros cristianos vivían su fe. Se entendían a sí mismos, ante todo, como miembros de una comunidad llamada a ser presencia de Cristo resucitado en un mundo marcado por las divisiones y la violencia. Sus convicciones y su vida eran dos caras de la misma moneda.
Exacto, – comento por mi parte -, dos caras de la misma fe; sin las convicciones de la fe de Jesús en nuestra vida, todo el conjunto religioso-católico se sabe de cartón-piedra, y sin su modo de vida samaritano, todas las convicciones religioso-cristianas, son idolatría.
Paz y bien en la Semana Santa, a todos, y especialmente a ATQ