Un modelo de sociedad construido en base a los valores del Evangelio es un modelo que no deja que nadie se nos quede fuera.
(Jesús Bastante).- Francisco Lorenzo es coordinador de estudios de la Fundación Foessa, creada por Cáritas hace medio siglo, y con presencia en el patronato. Uno de los grandes espacios de observación de la realidad de pobreza y exclusión en nuestro país. Acaban de sacar un estudio sobre la situación actual, y los efectos de una crisis para la que no se ve el final y que «está generando consecuencias muy rápidamente». Pese a todo, como seguidores de Jesús, «debemos mandar un mensaje de esperanza«.
-¿Cómo valoráis este momento?
-Es una situación complicada por varios motivos. El primero, porque llevamos solamente 3 años de crisis. Han aflorado situaciones de forma tan rápida, que parece que llevamos así toda la vida. Pero en realidad son 3 años, y se han precipitado los acontecimientos de manera muy rápida, sobre todo en lo que tiene que ver con temas de empleo (y desempleo). En ese sentido, partiendo de que el empleo es el máximo mecanismo de acceso a ingresos y a integración, toda la pérdida de empleo que ha habido este tiempo, está generando consecuencias muy rápidamente.
-El otro día a José Luis Sampedro le preguntaban en una entrevista que si habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades. Él contestaba que no, que habíamos vivido dentro de las posibilidades que nos permitía un sistema que no es precisamente el más adecuado. ¿Tiene razón?
-Claro. Esas posibilidades se nos vendían como posibles. Cuando hemos querido comprar una casa, nos han dado el 100% del valor. Nos han trasladado el mensaje de que daba igual el precio por el que comprásemos la casa, porque tarde o temprano podríamos venderla al menos por la misma cantidad… Es verdad que nos hemos dejado llevar por una corriente consumista en muchos términos. Ha sido el mensaje que se nos ha lanzado, y del que hemos participado, lógicamente.
-¿Cuáles son las claves que desde Cáritas o Foessa proponéis para conseguir que este período sea menos complicado?
-Las recetas mágicas no están claras, pero desde Cáritas se han hecho, a partir de septiembre-octubre, una serie de propuestas políticas. Un trabajo minucioso que presentamos a los políticos antes de las elecciones. Hay alternativas concretas. En ese sentido, la encíclica decía que la crisis podía ser una oportunidad, si tenemos en cuenta unos cuantos elementos. Hay que tener cuidado al hablar de oportunidad con el sufrimiento que está pasando mucha gente, pero también es cierto que cuando los macroindicadores nos decían que todo estaba bien, también había situaciones problemáticas que nos estaban alertando de que no nos convenía mirar para otro lado. Ahora no podemos mirar para otro lado, ahora hay que afrontar.
Yo creo que sí que hay medidas concretas a nivel político. La gente que acude a Cáritas es gente que ya se encuentra en situaciones de exclusión y pobreza, y una de las primeras medidas que pedíamos era para ellos: poner en marcha un sistema de ingresos mínimos. No hay una red que garantice que los hogares estén, al menos, por encima de umbral de la pobreza. Hay muchos recursos, pero deshilados entre sí. Tras esta medida, vendrían otras que tienen que ver con la vivienda, con el acompañamiento a procesos de incorporación laboral (y que en muchos casos son procesos a medio y largo plazo)… Y también una propuesta de carácter general, sobre qué modelo de sociedad queremos construir. Aquí entra en juego la responsabilidad de lo que decíamos antes: quienes nos han invitado a vivir por encima de nuestras posibilidades. O quienes, al menos, nos han dicho que ésas eran las formas normales. Hay responsabilidades que analizar y que tener en cuenta. Pero también hay una decisión que tenemos que tomar todos, que tiene que ver con el estilo de sociedad que queremos. Tenemos que plantearnos en qué basamos nuestro bienestar, si estamos confundiendo necesidades con deseos, si más es igual a mejor, si la calidad es tener una casa más grande o hipotecarnos más para ganar más dinero…
-¿La idea es acercarse al lema de «vivir más sencillamente, para que otros, sencillamente, puedan vivir»?
-Sí, ésa es nuestra apuesta, que afecta a todos. El tema de la vivienda ha jugado un papel esencial en la crisis española. Ahí ha habido intereses de instituciones financieras, que se han lucrado gracias a esto. Pero cualquiera de nosotros, al entrar en esta dinámica, si hemos tenido que vender nuestra casa, hemos intentado sacar el máximo beneficio posible. Evidentemente hay estrategias, medidas políticas y económicas que han guiado esta conducta. Pero nosotros la hemos dado cobertura. No hemos sido lo suficientemente resistentes o críticos.
-¿Se nos «corrompe» tan fácilmente?
-No lo sé, pero sí participamos en gran medida de esa lógica. En parte es que no tenemos la información suficiente. Hay determinados procesos que no se explican con una frase, y como somos muy cómodos porque vivimos en la sociedad del placer, analizar una situación requiere un esfuerzo que no queremos hacer.
-¿La «oportunidad» que se deriva de la crisis no consiste en que muchos de nosotros estamos viendo gente de nuestro entorno más próximo padeciendo sus peores consecuencias?
-Claro. Estamos viendo la pobreza en nuestros barrios. Ya todos tenemos conocidos, vecinos, amigos o familiares en los que la crisis está dejando su impronta. Decir que es una oportunidad me cuesta precisamente por eso, por el respeto a toda esa gente que está sufriendo. Pero sí que es verdad que hay un papel que podemos jugar más allá de las medidas políticas o de las circunstancias económicas. Tenemos la oportunidad de ser conscientes y posicionarnos, de resistir a determinadas propuestas. O de dejarnos llevar y luego lamentarnos.
Yo creo que no somos conscientes del papel que tenemos como sociedad civil a la hora de legitimar determinadas situaciones. Si fuéramos conscientes de ello, de la capacidad de maniobra que tenemos, probablemente ejerceríamos más nuestros derechos.
-¿Qué piensas sobre la Huelga General del 29? ¿Crees que es el cauce más adecuado, o que se deberían focalizar los esfuerzos en otras alternativas? ¿Está justificada la huelga contra una reforma laboral que no convence a todo el mundo?
-El derecho a huelga es legítimo, obviamente, y la ciudadanía puede ejercerlo si lo considera oportuno. Es verdad que se han dado muchas reformas laborales en las últimas décadas, pero lo que hay que ver es si están protegiendo de verdad a los trabajadores, en un sentido amplio. Hay otros elementos a parte del acceso a recursos, y las reformas han chocado muchas veces con esos otros elementos de dimensión no económica. Para muchos el camino es la huelga general, para posicionarse en contra de los cambios que no concuerdan con las opciones de cada uno. Pero también hay otras alternativas importantes, frente a otras épocas y otras crisis. Ya no debe interesarnos sólo la tasa de desempleo que haya, sino a quién está afectando más cruelmente. Al igual que, viniendo del discurso del crecimiento económico y de la generación de empleo, lo que nos encontramos es que mucho del empleo que se generaba era un empleo precario. Las políticas de dinamización del empleo no deben olvidar su apellido, es decir, qué tipo de empleo se crea. Hay cerca de dos millones y medio de trabajadores por debajo del umbral de la pobreza. De ellos, 940 mil tiene una situación de privación más grave todavía. Hay que valorar el empleo no sólo por lo cuantitativo, también por lo cualitativo. Detrás de los números hay personas, gente que está sufriendo, hogares que no tienen ningún tipo de ingreso. Son situaciones muy preocupantes, porque están llevando a dualizar la sociedad. A que en el presente, y también en el futuro, un grupo de la población tenga determinados accesos, derechos y bienes, y otro grupo de la población tenga una situación muy diferente.
-¿La brecha Norte-Sur, que ahora tenemos en el mal llamado Norte?
-Claro. Si antes pensábamos en una estructura de la sociedad en forma de pirámide, con pocos ricos… ahora pensamos en una con forma de i latina, en mayúscula, donde dos grupos se van distanciando cada vez más. Tampoco hay que ser alarmista, pero las situaciones que se han dado, por ejemplo, en la periferia parisina, tienen que ver con esto: cómo en un mismo lugar conviven dos grupos sociales muy distintos. Desigualdad, falta de cohesión social y posible tensión o conflicto van unidos.
-¿Cuál es el papel de la Iglesia, no tanto como jerarquía, sino como el conjunto de los seguidores de Jesús? ¿Qué podemos hacer en todo esto?
-En estos momentos, un mensaje de esperanza. Somos responsables, en muy distinta medida, de la situación que hemos creado. Por tanto, debemos ser capaces de sacarla adelante. Lo fundamental tiene que ver con el estilo de vida. Hay que contar con la economía y con las personas, con nuestros hermanos.
Un modelo de sociedad construido en base a los valores del Evangelio es un modelo que no deja que nadie se nos quede fuera. Y a día de hoy, hay muchas personas que están en riesgo de quedarse fuera de cosas fundamentales. Lo que pide la gente son alimentos, ayudas, empleo. Y luego, hay un elemento que en la literatura francesa llaman «sentido vital». Es decir, el conjunto de valores y de convicciones que hacen que nos posicionemos de una manera u otra. Incluso eso le falta a la gente hoy en día. El protagonismo de participar en su tiempo y en su historia, aunque sea una historia con precariedades. Asumir la responsabilidad y el protagonismo cambia las perspectivas. Y, ¿acaso no tenemos valores suficientes en el Evangelio como para construir un sentido vital potente, fuerte, transformado y renovador? Claramente sí.
-¿Se trata, entonces, de hacernos responsables de nuestro desarrollo y del de nuestros hermanos?
-Efectivamente.
-Háblanos un poco de la Fundación Foessa.
-Dentro de un par de años vamos a hacer ya 50 años. Es una fundación con una larga trayectoria, impulsada por Cáritas, que, como se encargaba de atender a las personas en situación de pobreza (cambiar la realidad a pie de calle), quiso dotarse de un órgano encargado de conocer esa realidad, para poder transformarla con criterio. Por eso creó la Fundación Foessa, en los años 64-65. Lo más reconocido son nuestros informes sobre pobreza y exclusión. Llevamos 6 informas por ahora, prácticamente uno por década.
-¿Tenéis publicaciones de otro tipo?
-Sí. Los informes han sido lo más relevante, por la gente que había detrás, por la rigurosidad… Hubo capítulos que en determinado momento fueron censurados, y que hemos recuperado años después. Nuestra trayectoria es una apuesta por conocer la realidad desde la lógica de transformarla. Pero además tenemos otros estudios. La principal riqueza de la fundación, además de nuestra presencia en el patronato (como Cáritas o como la HOAC) es que construye sus trabajos a partir de una red de investigadores de distintas universidades de toda España, que participan constantemente en nuestros proyectos. En ese sentido, se ha conseguido un equilibrio de gran calidad y apuesta por el desarrollo de los valores. Es un proyecto precioso, respetado desde cualquier ámbito.
-¿Habéis conseguido también influir en sectores políticos o económicos?
–Hemos conseguido crear debate, contar con el respeto de los partidos políticos, y que nadie dude de los datos que damos, lo que es muy importante en estos tiempos en que lo que se quiere es buscar fuentes que argumenten tus propuestas o minimizar riesgos.
-¿Podemos poner esperanza?
-Fuera de números, estamos a tiempo.
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