No es posible que uno se levante por la mañana y tenga la conciencia tranquila. Con el hambre, la miseria y la pobreza no se puede jugar
El presidente y fundador de la ONG Mensajeros de la Paz, el padre Ángel García, ha alertado desde Haití de que el país está «roto y olvidado» pero también ha asegurado «que tiene futuro«, como balance de la situación dos años después del terremoto que asoló la isla y en el que perdieron la vida más de 200.000 personas.
En este sentido, el cooperante se resiste a pensar que este país, la ‘zona cero’ del continente americano, no va a salir adelante. El motivo de su viaje a Haití ha sido la inauguración de un hogar escuela para 220 menores y un centro de día para mayores y niños, además del reparto de material escolar y medicamentos para otros proyectos en los que también colabora Mensajeros de la Paz.
En una entrevista concedida a Europa Press, el padre Ángel reconoce sentirse «triste, enfadado y decepcionado porque muchos gobiernos no han cumplido sus promesas de ayudar a este pueblo«. Así, recuerda que todavía hay 600.000 personas viviendo en campamentos de desplazados, sin un techo bajo el que cobijarse.
«No se puede consentir esto. Después de más de dos años seguimos viendo a niños enfermos, desnutridos, desamparados, que no pueden ir al colegio. No es posible que uno se levante por la mañana y tenga la conciencia tranquila. Con el hambre, la miseria y la pobreza no se puede jugar», denuncia el fundador de esta ONG que aterrizó en Haití 48 horas después del desastre y que, lejos de abandonar la isla tras las primeras labores de atención médica o material a los damnificados, ha aumentado su presencia en ella poniendo en marcha distintos proyectos.
La atención integral de la infancia es uno de los principales objetivos de Mensajeros de la Paz en Haití, pues, según el padre Ángel, «hay que pensar que la vida de muchos niños va a tener futuro y que serán unos hombres y mujeres distintos a los que existen hoy, diferentes a sus padres y abuelos».
Por eso, ha creado un hogar-escuela para 220 menores en situación de abandono, en medio del campamento de desplazados de Tabarré, en Puerto Príncipe, y que ha contado con la colaboración del Gobierno de México. «Escuela es lo que necesitan estos niños, que sepan leer y escribir, que tengan una carrera y una profesión», añade.
Pero no sólo los menores preocupan a este religioso. También los ancianos, que, según advierte, «son abandonados». Aunque la mortalidad en Haití es alta y la mayoría muere joven, «los que llegan a mayores, están solos». Así, en el mismo terreno en el que se sitúa el hogar-escuela, Mensajeros de la Paz ha levantado, con la colaboración de la familia española Fernández-Tapias, un centro de día para mayores atendido por religiosas de la congregación de las franciscanas Hijas de la Misericordia, que por las tardes acoge a niños del campamento a los que dan de merendar, asean y les prestan apoyo escolar.
El padre Ángel dice que estos proyectos son «un milagro» y asegura que lo más difícil no es conseguir fondos para alimentos o medicinas -ya lleva más de seis millones de euros invertidos–, sino «cambiar la voluntad de los políticos para que en un terreno en el que no había nada, ahora existan aulas, una residencia infantil, un centro de mayores, una capilla o una enfermería». «Hay que decirle a la gente que merece la pena ser solidario», apostilla.
Se siente «orgulloso» de los españoles y asegura que es el pueblo «más solidario que hay». «Nuestro país es muy generoso y la ‘marca España’, de la que tanto habla el Gobierno, es sin duda la solidaridad«, defiende este sacerdote que propone que en el himno español se incluya esta palabra. Aunque reconoce que la situación socioeconómica de España merece «muchísima atención», insiste también en que «no hay que olvidar a Haití».
Durante su visita esta semana a esta isla, Mensajeros de la Paz ha entregado también material escolar para un colegio en la región de Font Parisien, a 40 kilómetros de Puerto Príncipe, gestionado por cuatro misioneras españolas carmelitas de Vedruna, que han levantado una escuela a la que asisten a diario más de 200 niños, donde además reciben desayuno, almuerzo y merienda.
Estas carmelitas, lideradas por la hermana Nuria Meroño, han puesto en marcha con la colaboración de Mensajeros de la Paz, entre otras entidades, un sistema de microcréditos para lograr que las mujeres de esta zona rural y con escasos recursos y servicios aprendan un oficio y hagan realidad su propia empresa. De esta forma, han constituido una cooperativa para criar pollos o un horno de rosquillas, que venden a sus vecinos y que, según Meroño, «les va de cine porque son muy trabajadoras».
El próximo proyecto financiado por Mensajeros en este lugar, y al que le queda poco para hacerse realidad, es la puesta en marcha de una depuradora de agua con el objetivo de vender este recurso a un precio simbólico.
Entre las labores de esta entidad en Haití destaca también la reconstrucción del Hospital Psiquiátrico de Puerto Príncipe que quedó muy dañado por el seísmo, aunque todavía presenta «enormes deficiencias en las condiciones de vida de los internos -46 hombres y 29 mujeres–«, según describe el padre Ángel, que en este viaje ha entregado una caja de medicamentos a los gerentes de este hospital que atienden hermanas hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús.
El trabajo de Mensajeros de la Paz no se centra únicamente en el país asolado por el terremoto, sino también en la capital de República Dominicana, Santo Domingo, donde han emigrado miles de haitianos. Allí existe un centro de la Asociación para el Desarrollo del Oprimido la Niñez y la Adolescencia de los Iletrados (ADONAI) en el municipio de Bayaguana, donde el 40 por ciento de los 400 niños, de entre tres y 14 años, que acuden diariamente, son del país vecino.
Los habitantes de esta zona son «extremadamente pobres», explica el director del centro, un pastor protestante que, junto a su mujer, atiende a estos menores en riesgo de exclusión social. Según cuenta, la idea de darles de comer surgió después comprobar que «muchos» de los escolares se desmayaban por la falta de alimentación.
Cuando se instaló el comedor, la asistencia a la escuela ha aumentado de forma considerable y se han tenido que hacer dos turnos, uno de mañana y otro de tarde. La comida diaria se hace realidad gracias a la aportación de Ana Rosa Quintana. «Hay bastantes niños huérfanos y otros huérfanos de padres vivos», lamenta el director, que asegura que «apenas aparecen para representar al niño».
La ONG del padre Ángel colabora también con el Hogar Escuela ‘Doña Chucha’ en Santo Domingo, cuyo objetivo es garantizar a niñas y adolescentes en situación de vulnerabilidad un lugar que garantice su desarrollo integral y su futura incorporación a la sociedad. Aquí viven 90 niñas de entre seis a trece años, todas ellas dominicanas, huérfanas o procedentes de familias desestructuradas, que reciben no sólo formación académica, sino también atención médica y psicológica.
«Estas niñas tienen la oportunidad de cambiar su futuro gracias a la atención que reciben en este centro», afirma el presidente de Mensajeros de la Paz, que añade que tras concluir la formación en esta escuela, existe otro hogar para adolescentes, también atendido por las misioneras parroquiales de María Auxiliadora, donde continúan estudiando.
(Rd/Ep)