A D. Fernando le gustaba hacer la tijereta con la caja de cerillas antes de la misa y se le enrollaba siempre la sotana. José Mari era diferente, jugaba al fútbol
(Rodrigo Pérez Perela).- Tuve la suerte de asistir como testigo, sin saberlo ni ser consciente de ver la ría de Ribadesella, desde que nací, donde el mar y el río se juntaban provocando corrientes difíciles, rescatando difíciles balones con piedras en el tiempo de recreo de la Academia San José, dirigida por Don Humberto Migoya, con la colaboración de D. Fernando Ordóñez y D. Lorenzo Cordero, director de «Somos» y posteriormente brillante periodista en la recientemente desaparecida La Voz de Asturias.
Fui al colegio de la monjas de la Anunciata y compartí con José Mari Díaz Bardales y mucha generaciones a la Hna. María Canal, la Hna. Montserrat y a la asturiana Hna. Matilde de Ujo. De allí era también un compañero de batallas Rafael Fernández Villar, teólogo brillante sin estrenar todavía y que inexplicablemente sigue a la espera, porque no para de corregir lo que escribe.
Recuerdo José Mari el cariño de tu añoranza de la Hna María. Quién me iba a decir a decir cuando yo tenía 5 años que coincidiría más adelante en la canonización del Padre Coll, su preclaro fundador, con la Madre General a la hora de la ofrendas en San Pedro del Vaticano donde había sido invitado con mi mujer por la Congregación de los SS CC a la canonización del P. Damián, tan querido por mi abuela y las gente de Nueva de Llanes gracias a labor de la madre Covadonga y de El Reinado Social.
En San Pedro coincidía el P. Damián, es decir, mis abuelos José y Joaquina, con el P. Coll y otras corrientes. Mundos muy cercanos a mí infancia. Y en San Pedro los alemanes Ratzinger y Lutero con un nervioso maestro de ceremonias, imagínense el feliz lío.
Recuerdo a Don Alfonso, que dejó la teología profesional por su cercanía a la gente y leía el Mysterium Salutis apenas publicado, párroco del lugar durante muchos años, paseando por la Grúa, hoy Paseo Princesa Leticia, con José Mari Bardales, con Don Fernando Rubio, con D. José Muñoz(¿recuerdan ediciones Cristiandad y Concilium?), pues ése, y José María Ballines, recién licenciado en escritura en Roma.
Eso es lo que había en Ribadesella durante muchos veranos. Yo sólo era un monaguillo o seminarista. Por las mañanas se asomaba, después de oficiar, la habitual misa de difuntos por sus padres, hasta el final de la Grúa, D Ramón García con su teja y dulleta que podría coincidir con el respetuoso genio, (los genios siempre son respetuosos), de Raúl Arias del Valle de cuyo talento y amor a Ribadesella no se puede dudar en ningún momento y con quien podías ir un día a coger pulpos en La Atalaya.
Era impresionante acompañarles a la retirada playa de Vega. La alegría era total y sana con críticas jocosas sanas y muy asturianas. Aprendías mucho, escuchando.
D. Alfonso siguió hasta su jubilación. Recuerdo que en esa despedida, José Mari Díaz Bardales nos dijo a los entonces concelebrantes en la sacristía: «Mucho queremos a la Iglesia, con lo fácil que e desprertigiala».
Don José Muñoz siguió con sus publicaciones hasta su silenciada muerte. Don Raúl mantuvo su amor a Ribadesella y a la inteligencia, prueba de ello es la fidelidad del gran Olavarri al seminario de Oviedo y José Luis Ballines buscando la barca de Kefás, José Mari ya se fue también, como don Fernando Rubio.
Qué compromisos los de estos dos, compartiendo casa con el matrimonio de José María Díaz Escandón y Ana María Bardales. Ahí, frente al campo de las Rollas estaba el Concilio Vaticano II y nosotros sin enterarnos. Uno nacido y vinculado a Ribadesella, con destinos en Luanco, Mieres , Pesoz, Tremañes, Villacajón y La Calzada.
El otro, en Ribadesella por destino episcopal de Lauzurica y Torralba, y por concurso, número uno con derechos adquiridos por encima del obispo, en Oviedo. Con una Lambretta y una cosa de cuero que no protegía nada se desplazaba a Santianes, después de misa de nueve, volvía los domingos a la catequesis donde Nines Schola y otras catequistas no me enseñaron ni el Astete ni el Ripalda.
Como niño puedo decir que a D. Fernando le gustaba hacer la tijereta con la caja de cerillas antes de la misa y se le enrollaba siempre la sotana. José Mari era diferente, jugaba al fútbol. En Ribadesella gozaba con la gente
Al final dos curas, con la sombra permanente de D. Alfonso, tres plazas en tres poblaciones y de Ana María, vidas muy distintas bajo la misma fe en el mismo Dios. Puedo decirles, porque lo ví, cómo rezaban los dos antes de los treinta años, no me extraña nada lo que hicieron en su distinta posición : ayudar a las personas a ser ellas .
Hoy me toca añorar a toda esta alineación de grandes y, a la vez, sencillas personas como D. Alfonso Cobián, D. José Muñoz, D. Raúl Arias, D. Fernando Rubio, José Mari Díaz Bardales , José Luis Ballines a los que otros, en un intento de imitación, nos hemos quedado en el camino, pero seguimos entrenando sin perder la esperanza de llegar algún día a esa playa de arena fina.
P.D.: De ser de Ribadesella presumía también Carmen Herrero, fundadora y alma hasta su muerte de Nuevo Futuro.
Va a resultar verdad eso del grano de mostaza en los tiempos que corren. Busquen ustedes al grano de mostaza, ya tienen pistas y así lo hacemos interactivo. ¿O no se dice así ?