Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para la vida eterna (Jn. 6, 22-29)
Jesús se había ocupado en proveerles de alimento ¡a cinco mil hombres! Un muchacho aportó cinco panes y dos peces. Podría no haberlo ni ofrecido. ¿Qué era eso para tanta gente? Pero ¿hay algo imposible para Dios?
Él sabe que necesitamos comer, necesitamos vestir… Pero eso es solamente el principio. El alimento que da vida es la Palabra de Dios: «Mi alimento es hacer la voluntad del Padre».
¿Pero cuántos católicos leen, escuchan, tienen un contacto diario con la Palabra de Dios, con sus enseñanzas, con el Magisterio de la Iglesia, considerándolos como alimento básico para su Vida? ¿Cuántos, católicos y no católicos rechazan la enseñanza de la Iglesia porque lo único que conocen de ella son las noticias tergiversadas de los medios que cada día resultan más hostiles a la fe, incluso al mismo hombre?
Desgraciadamente, no es infrecuente encontrar personas que se denominan a sí mismos católicos, pero son partidarios de principios totalmente contrarios, o que rechazan las palabras del Papa, simplemente porque provienen de él, cuando sólo conocen de ellas los titulares de ciertos informativos notoriamente tendenciosos.
Pero como decía san Pedro a los israelitas a quienes estaba recriminando por haber entregado a Jesús a la muerte: «Ya sé yo, hermanos, que obrasteis por ignorancia, lo mismo que vuestros jefes» (Hch. 3, 17)
Entonces, ¿nos quedaremos inmovilizados ante esta avalancha de hambrientos que ya no tienen fuerzas ni para buscar saciar sus necesidades básicas?
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Pero nosotros solos no podemos. Lo repetimos, y os lo volvemos a decir, porque es una realidad acuciante. A los que ya estáis colaborando, de un modo u otro, os animamos a seguir haciéndolo. No estáis sólo aportando una ayuda. Estáis viviendo las obras de misericordia: «Dar de comer al hambriento, beber al sediento, visitar al enfermo, dar posada al peregrino, redimir al cautivo, enseñar al que no sabe, dar buen consejo, corregir al que yerra, consolar al triste,…»
Pero si aún no te has decidido, ésta es tu oportunidad de trabajar por el alimento que perdura hasta la vida eterna. Para ti y para otros.
¿Qué son cinco panes y dos peces? ¿Tal vez no tienes más? Es suficiente. Jesús lo multiplica y da de comer a una multitud con ello.
Pero hacen falta tus cinco panes, tus dos peces.
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Que Dios te bendiga y sacie cada día tu hambre de Vida.
Hna. María de Jesús
