«Honra a tu padre y a tu madre»

Cuarto mandamiento, en crisis

La caridad se plasma en la vida de familia

Cuarto mandamiento, en crisis
HOnrarás a tu padre y a tu madre

La familia es, en especial, el lugar donde debe ejercitarse el gran precepto de la caridad, pues sólo la caridad mutua permite vivir a la familia

(Carlos Ros Carballar).- Queridos parroquianos de la Parroquia de Papel: Os envío el mensaje del mes de mayo. Trata sobre el cuarto mandamiento. No creo, a lo largo de mi vida, haber oído una homilía sobre este mandamiento. Del sexto, muchas. Sin embargo, creo que es de enorme actualidad. Tengo una amiga enfermera de Barcelona que me cuenta de casos sangrantes que ella ve en su hospital, de padres abandonados en verano, etc. Y el de una vecina mía, metida en una residencia por sus hijos (antes se decía asilo), embargada por una pena infinita.

Mientras mayor es una ciudad, más inhumana se muestra acerca de este mandamiento. Pues de eso va. Un abrazo cordial a todos y que la Santísima Virgen os acompañe en este mes de mayo

 

He aquí un mandamiento sobre el que habría que poner el acento. Un mandamiento cuyo cumplimiento se halla en grave crisis. Escondido en él se hallan conceptos tan sonoros como padre, madre, hijo, familia… La formulación que aprendimos de pequeños es escueta. Dice así: «Honra a tu padre y a tu madre». Mandamiento que de forma directa obliga al amor y reverencia de los hijos hacia sus padres; pero de forma indirecta, contempla también las obligaciones de los padres respecto de los hijos.

Es evidente que existe una crisis, y grave, en torno a la familia. Sólo hay que contemplar las portadas de las revistas del corazón con sus primicias semanales de famosos y famosas que se suceden -casi se atropellan unos a otros- en sus separaciones matrimoniales. Es algo que, por repetido, deja de ser ya noticiable. Pero no son sólo los famosos. Basta que miremos en torno a nosotros.

El esfuerzo creativo de plasmar una familia «como Dios manda» -que se decía en otro tiempo y debe seguir diciéndose- se ha frivolizado y hoy, por un dime-o-direte, vienen los rompimientos con el consiguiente quebranto para los hijos pequeños. Se ha puesto de moda, desgraciadamente, el hecho de separarse. Habría que recordar aquel proverbio que dice: «Si el padre es cebolla y la madre ajo, ¿cómo puede oler bien el hijo?».

Y está el precepto directísimo de honrar a los padres. Siempre, sobre todo cuando son mayores. De esto hablan menos las revistas del corazón. Pero se dan casos sangrantes, aunque sean menos periodísticos. El abandono en que muchos padres, ya ancianos, se encuentran respecto de sus hijos es un signo más de este mundo loco del consumismo y del frío corazón. Brotan con toda su fuerza aquellos versos del libro del Eclesiástico:

-El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros; el que honra a su padre se alegrará de sus hijos, y cuando rece, será escuchado; el que respeta a su madre tendrá larga vida, al que honra a su madre el Señor lo escucha; el que teme al Señor honra a sus padres y sirve a sus padres como a señores…

Y añade estas advertencias:

-Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras viva. La limosna del padre no se olvidará, será tenida en cuenta para pagar tus pecados; el día del peligro se acordará de ti y deshará tus pecados como el calor la escarcha. Quien desprecia a su padre es un blasfemo, quien insulta a su madre irrita a su Creador (Eclo 3,3-16).

El mandamiento nuevo de Jesús -amor a Dios, amor al prójimo- debe concretarse especialmente en este cuarto mandamiento de la ley antigua donde la caridad se plasma en la vida de familia. «La familia es, en especial, el lugar donde debe ejercitarse el gran precepto de la caridad, pues sólo la caridad mutua permite vivir a la familia. Y si el fin del amor sobrenatural es santificar y profundizar todo honesto amor natural, en ningún lugar puede esto realizarse mejor que dentro de la familia, porque es en ella donde la naturaleza despierta y mantiene el amor más fuerte y delicado» (B. Häring).

Habría que recordar con cierta insistencia, sin demérito de los demás mandamientos de la ley de Dios, este cuarto precepto que necesita de seria meditación.

 

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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