El conjunto de la universidad son 10.000, de grados, post-grados y otras secciones
(José Manuel Vidal).- Julio Martínez ha tomado recientemente posesión del cargo de rector de la Universidad Pontificia Comillas. El general de los jesuitas, al elegirlo, dijo que lo nombraba para el cargo por su integridad y prudencia. Además de eso, tiene una espléndida formación: es profesor de teología moral, experto en bioética y ha sido vicerrector durante varios años de la universidad. A sus 48 años, Julio Luis Martínez recoge el testigo de José Ramón Busto, que deja una universidad saneada y prestigiada.
-Gallego de Vigo.
-Sí, y antiguo alumno del Apóstol Santiago, que es un colegio de jesuitas con mucha solera.
-¿Imprime carácter?
-Sin duda. Yo me siento totalmente troquelado por la formación que recibí desde los 5 años, cuando entré en el colegio, hasta los 18, cuando entré en el noviciado de la Compañía. Eso ya fue en Castilla, en Valladolid. Esa fue mi experiencia castellana profunda, como lo es para cualquier gallego pasar de repente a los campos castellanos. Pero la superé.
-O sea que marca, pero para lo bueno. No es usted de tópicos.
-Pienso que los estereotipos tienen algo que ver con vivencias humanas de desconfianza, de carácter defensivo. No creo que lo gallegos seamos así. Es más, creo que somos personas cosmopolitas y, por tanto, muy abiertas al diálogo entre culturas y entre personas distintas. La ciudad de Vigo, en ese sentido, es un puerto como pocos en España, de conexión con muchas gentes.
-José Ramón Busto le deja el listón alto.
-Sí, el Padre Busto ha sido un excelente rector. No es simplemente un modo de hablar. Ha llevado la universidad durante más de 9 años, con pulso firme y haciendo equipos de dirección que se han reconocido como muy solventes. Y además sin desfallecer. Con una capacidad de trabajo y una integridad sin renuncia. «Abnegación continua«, como decía yo en mi discurso. Lo he podido ver con mis propios ojos.
La suerte es que vamos a poder seguir contando con él, que vuelve a la Facultad de Teología como profesor de Biblia. Yo tuve la suerte de recibir de él clases de San Pablo, y de los libros sapienciales y proféticos. Es un profesor magnífico.
-En su discurso de despedida, el Padre José Ramón decía que todas las decisiones que había tomado las había tomado de tal manera que pudieran publicarse en las portadas de los periódicos y en los telediarios. Eso es mucho decir.
-Sí, pero es verdad. Yo, que he formado parte de su equipo los últimos años, lo atestiguo. Incluso ante decisiones que a veces no se reciben bien, o que crean cierto revuelo o malestar, el que gobierna tiene que ser consciente de que tiene que decidir en base a la equidad y a las mejores condiciones de la libertad auténtica, que para nosotros tiene mucho que ver con la vida espiritual. No es que uno tome las decisiones en la capilla, pero cuando se hace algo importante tiene que ser con toda la verdad, la honradez y la probidad.
-¿Es más complicado tomar decisiones en una universidad como Comillas? Por ejemplo, la decisión de despedir a alguien.
-Es más complicado y más fácil a la vez. Es lo que llamamos hacer algo con tranquilidad y conciencia. Hacer lo que sabes que tienes que hacer. Es más fácil en cuanto que uno siente ese respaldo profundo. Por otra parte, evidentemente es más difícil, porque a veces son decisiones que afectan a personas. Somos sensibles a ello. El Padre Busto lo ha sido, y yo también lo soy. Pero al que gobierna una institución como Comillas, con unos 1000 profesores, unos 1350 empleados… no le puede temblar la mano. Pero desde los valores y la firmeza de las decisiones bien tomadas. Ése es mi deseo profundo.
-¿Entonces es posible dirigir una gran empresa desde criterios evangélicos?
-Sí. Tampoco es que uno tenga que hacer una traslación de las Bienaventuranzas como criterios materiales de discernimiento de todo lo que se está decidiendo, sino que la propia vida se asienta sobre esos fundamentos. Es decir: creer en Jesús, en una relación viva con él, y en una Iglesia con una tradición determinada. Si uno asienta su vida ahí, esto afecta a todo lo que hace. Es decir, no concebimos compartimentos estanco en la vida de las personas. Trabajar en la universidad y hacer oración son actividades diferentes, pero tienen el mismo centro. Primero Dios, y luego, desde esa convicción y esa vivencia, todo se ordena. Del principio y fundamento viene la llamada «indiferencia ignaciana», que es una libertad fundada en Dios. Libertad para elegir aquello que más se corresponde con la voluntad de Dios. Es una indiferencia que no es apatía ni ataraxia, ni imperturbabilidad del sabio. La indiferencia es diferencia por aquello que Dios quiere. Eso, cuando uno dirige, está presente.
-¿O sea que entre San Ignacio y el Evangelio hay una base sólida? ¿Ése es el marco?
-Sí. Eso nos da la seguridad mayor a la hora de dedicarnos a cosas como la que me toca a mí ahora. Me impide cortar con mi vocación jesuítica y con mi misión en la Compañía de Jesús. Ahora me toca estar dirigiendo una universidad, y pasado mañana me puede tocar estar en una parroquia o en misiones, o donde la obediencia me mande. En ese sentido, el Padre Busto también es ejemplar, porque ahora, además de ser profesor de teología, es párroco en San Francisco de Borja (calle Serrano). La persona es la misma, con las mismas motivaciones y criterios.
Pero bueno, esto no quiere decir que no haya decisiones duras. A mí ya me han tocado unas cuantas. Lo que me deja tranquilo es que siempre he sentido paz y seguridad sobre lo que tenía que hacer.
-Con esos principios llega usted a una empresa saneada. En estos momentos no habrá muchas universidades que puedan decir lo mismo.
-Es verdad. Nuestra universidad es una entidad sin ánimo de lucro. Cada vez que tenemos un superávit, lo reinvertimos con creces. Acabamos de construir un edificio nuevo en Cantoblanco, nos hemos metido en obras de envergadura y gastos de muchos millones. Pero tenemos una universidad muy saneada, que sigue teniendo una capacidad de atracción de alumnos que hoy por hoy es lo más importante. Uno no sanea las cuentas con un ejercicio, sino con la intención que la institución siga ofreciendo su servicio muchos años en adelante. Es verdad que el panorama general de la situación española también está afectando a la universidad, no estamos al margen de esas turbulencias y esos vaivenes. Tenemos que seguir haciendo bien lo que hacemos para que la gente nos siga buscando.
-¿Resisten mejor que otras? ¿No han notado descenso de estudiantes en estos años de crisis?
-No, sigue habiendo peticiones. Hay titulaciones que incluso se han fortalecido, en las que estamos teniendo varios alumnos por plaza que ofertamos. Las carreras de tipo humanístico o social no son tan demandadas, pero sí Empresariales, Derecho, alguna ingeniería…
-¿Las estrellas siguen siendo ICAI/ICADE?
-Digamos que son las marcas principales. ICAI tiene ciento y pico años, forma ingenieros de distintas especialidades, sobre todo en electromecánica (que desemboca en ingeniería industrial), en la que somos expertos internacionales. En ICADE tenemos varias titulaciones en las que fuimos pioneros y seguimos siendo líderes: Derecho y Empresariales, Administración y Dirección de Empresas con un componente internacional (hacen dos años en España y dos en el extranjero)… una de nuestras grandes apuestas, que creo que estamos haciendo muy bien y que consolidaremos en el futuro, es todo el área de educación. Fuimos los primeros en España en implantar los grados de Bolonia en Educación Infantil y Primaria. También fuimos pioneros con el máster en profesorado. Trabajo Social y Psicología han crecido en demanda de plazas en los últimos años. Y luego, por supuesto, los títulos eclesiásticos, que seguimos teniendo en la Facultad de Teología. Creo que se puede decir con total humildad que está entre las mejores del mundo, por el plantel de profesores que tenemos. Lo digo con total modestia, no es una forma de echarnos faroles. Tenemos 40 y tantos profesores, casi todos doctores, con tesis en todas las especialidades. Seguimos manteniendo una parte del profesorado jesuítico, en torno al 40%. También hay sacerdotes diocesanos, religiosos y religiosas de distintas congregaciones… y algún laico.
Comillas se forma de la confluencia de distintas instituciones. Una de ellas son las facultades eclesiásticas de Teología, Filosofía y Derecho Canónico, que arrancaron su andadura en 1890, en el pueblo de Comillas, en Cantabria. En 1908 los jesuitas de Madrid fundaron el ICAI, que se acaba especializando en ingenierías superiores. En 1960 fundaron ICADE, que tenía Empresariales y Derecho. Y en 1978 todas estas instituciones se fusionaron formando la Universidad Pontificia de Comillas, que sigue conservando la marca ICAI-ICADE. Un poquito después se integró en la universidad la Escuela de Enfermería y Fisioterapia San Juan de Dios. Por eso nosotros tenemos 3 campus: Alberto Aguilera, Cien Pozuelos y Cantoblanco. Es una confluencia de instituciones, cada una con su historia y con su tradición, pero con una cultura y una identidad común muy fuerte.
-¿En las facultades eclesiásticas hay también muchos alumnos?
-Bueno, ciertamente podríamos tener más. En el ciclo institucional que ofrecemos, la licenciatura, el doctorado, y los cursos que tenemos de espiritualidad bíblica y otras cosas, estamos cerca de los 400 alumnos en total. El conjunto de la universidad son 10.000, de grados, post-grados y otras secciones.
-¿Es verdad que las empresas se rifan a los alumnos de la Universidad, sobre todo los que vienen de determinadas carreras?
-Sí, es verdad. Totalmente. Es una de las grandes suertes, más ahora en la coyuntura en la que estamos. Son tan buenos, en general, que las empresas los quieren. Independientemente de lo que hayan aprendido en la carrera, son sujetos con una capacidad personal excepcional para adaptarse a entornos muy exigentes del mundo profesional. Estamos muy conectados con empresas, con despachos de abogados, organizaciones del tercer sector… Nuestros alumnos tienen muy buena recepción. Creo que hay un componente muy importante, que es la cierta selección que hacemos nosotros de los alumnos.
-¿Cuál es la nota mínima para entrar?
-Depende de las carreras. Pero en las más demandadas los alumnos acaban teniendo unas medias altísimas, porque al haber tantos que lo piden, podemos seleccionar. La media es importante, pero empleamos también otros criterios.
-¿Entrevistan a los aspirantes a estudiar en la Universidad?
-Sí. Y hacen exámenes previos a su admisión. Todo esto, junto a la seriedad en la formación, la rigurosidad en los horarios… Por ejemplo, nosotros no suprimimos las clases por la entrada al cargo del rector. Hay que mantener el tipo.
Y por último, otro distintivo es la integración en la formación que pretendemos: la integración entre fe y razón, entre valores y conocimientos, entre lo que es ser una buena persona y un profesional competente… Evidentemente, luego cada alumno es libre de hacer de su vida lo que le apetece, pero a nosotros sí que nos parece necesario, para que nos merezca la pena entregar la vida a ello, no formar solamente empleados muy capaces, sino personas para las que la dimensión religiosa cristiana sea muy importante.
-¿Esperan a que sean los alumnos los que den el paso? ¿Sólo proponen?
-Claro. Es que la fe no se puede imponer. Pero que quede bien claro que para nosotros, como institución, ésas no son cosas accesorias, sino fundamentales. Nadie que se acerque a nuestra universidad tendrá ninguna duda: desde los discursos del rector, la oferta pastoral, los temas de solidaridad, ejercicios espirituales que ofrecemos a nuestros alumnos… Algo que permea tanto a los profesores como a los centros de investigación es el deseo de integrar el saber y la fe cristiana. No es que en las clases se suplanten los conocimientos que tienen que enseñarse por teología, evidentemente eso está totalmente prohibido. Pero sí enseñamos con un talante. Y cuando el que enseña tiene un sentido de la vida trascendente y unos valores evangélicos, eso marca una diferencia en la forma de estar en la vida.
-¿O sea que estudiar con los jesuitas es también una inversión? ¿Es prácticamente seguro que, a pesar del dinero que cuesta, el alumno de Comillas encontrará trabajo?
-Sí, y en gran medida, eso es lo que nos hace seguir atrayendo a gente en momentos tan complicados. Es verdad que cuesta dinero, aunque estamos en el rango más básico de precios de las universidades no públicas, porque no tenemos nuestra universidad como una empresa que quiere obtener resultados. Tampoco la tenemos para perder dinero, porque una institución en buena forma de servicio tiene que ser sostenible. Efectivamente, es una inversión. Y cuando cumple los objetivos que pretende, que es que la persona salte de buena manera al mundo del empleo, se convierte en la mejor inversión que se puede hacer ahora. Mucho más que dejar una herencia.
-¿Los pobres pueden entrar en Comillas?
-Bueno, tenemos toda una política de becas: hay públicas (que dan tanto el Estado central como las Autonomías), y luego están las becas propias de la Universidad, que damos a nuestros alumnos cuando no cumplen las condiciones económicas pero son admitidos porque el expediente y las pruebas los han acreditado para eso. Tenemos un fondo propio de ayudas.
-¿O sea que un alumno que pase el corte de la selección, si no tiene dinero para entrar en Comillas, recibe ayudas y recursos por parte de ustedes?
-Bueno, pagar las carreras enteras es muy difícil. Pero evidentemente, una persona que no tuviera medios puede acceder a las ayudas del Estado. Y eso se puede complementar con las ayudas de la universidad.
-¿Hay feedback luego en esas ayudas? Por ejemplo, un alumno que fue becado y que gracias a eso ha llegado al mundo de la empresa y ha conseguido un buen puesto, ¿ayuda después a otra gente en su misma situación?
-Sí. Eso queda en la libertad de las personas, pero nuestra experiencia con antiguos alumnos es formidable, cada vez mejor. Tienen un compromiso que parte del orgullo de pertenecer a una institución, y del agradecimiento de haber sido formados. Muchos hacen un retorno, de múltiples maneras. Por ejemplo, lo que es de gran utilidad es la preferencia para contratar gente de nuestra universidad. En los actos que tenemos continuamente (inauguraciones, jornadas, presentaciones de libros…), uno se encuentra con antiguos alumnos que manifiestan esa experiencia de deseo de retorno. Ésa es nuestra gran fortaleza: nuestros alumnos tienen la marca muy grabada dentro.
-Caminan hacia dos grandes proyectos: Unijes y Aristós. ¿Qué son?
–Unijes es la organización que tenemos los jesuitas en España, que vincula y articula la relación entre todos los centros universitarios, que son 11. En Andalucía, en Valladolid, en Santander… Unijes es la estructura que tenemos para coordinar esto. Ahora vamos a dar un salto cualitativo, porque con la preparación de la nueva provincia única de España, va a haber un delegado que dependerá del provincial de España, etc.
Por otro lado, Aristós Campus Mundus es un proyecto que el Ministerio de Educación, a través de una comisión de expertos internacionales, nos ha reconocido como proyecto de excelencia de España, y con proyección internacional. Eso fue una convocatoria que el Ministerio puso en marcha en el año 2009. Fuimos junto a la Universidad de Deusto (Bilbao-San Sebastián) y Universidad Ramón Llul (Barcelona). Hemos presentado, entre las 3 universidades, una sinergia en temas de innovación docente, de investigación y de responsabilidad social universitaria (temas de voluntariado, integración, discapacidad…). La comisión de expertos nos ha reconocido el proyecto. Ahí hay grandes proyectos de las grandes universidades públicas. De las no públicas sólo estamos nosotros y la Universidad de Navarra.
Esto para nosotros es un respaldo muy importante, porque nos está señalando dentro del mundo competitivo universitario español.
-¿Sobran universidades?
-Viendo el panorama se podría decir que sí. Yo no me atrevo a tanto. Acercar las universidades a las personas, por otro lado, también tiene sentido. Hay universidades que tienen campus repartidos por muchas ciudades, casi como los aeropuertos, en un afán de querer dar a todos que al final es insostenible. En este momento creo que hay 79 universidades, de las que unas 50 son públicas. Las privadas tienen que conseguir su clientela para poder sobrevivir, pero las públicas tienen el respaldo del dinero público detrás, y ahí es donde está la cuestión de la falta de recursos. No podemos gastar lo que no tenemos.
-¿Cuáles son las tres prioridades que se marca usted en esta etapa como rector?
-Una es revisar con toda la profundidad que podamos los estudios que ofrecemos, y ver si hay que hacer modificaciones o incluso alguna eliminación, por ejemplo, de algún máster. Nosotros hemos sido bastante selectivos a la hora de crearlos, pero hoy por hoy tenemos más de 30, más los propios. La universidad española se está encontrando con una floración enorme de títulos, algunos de los cuales no se pueden mantener, porque no tienen suficiente demanda. Nosotros, gracias a Dios, no estamos en esa situación. Solamente hemos hecho aquello en lo que éramos expertos y muy buenos, y cosas en las que, si teníamos que innovar algo, era en campos donde no podíamos no estar. Con esos criterios han salido nuestros grados. El año que viene terminan los primeros titulados de los grados de Bolonia. Por eso me propongo entrar en esto con total claridad: es el momento preciso. No podemos ofrecer cosas sin capacidad de atracción.
La segunda es la investigación, que es a lo que me he dedicado estos años como vicerrector. Tenemos una estrategia muy clara, y una serie de focos en grandes cuestiones que están en el corazón de nuestra identidad y misión: familia, menores, desarrollo, energía y sostenibilidad, educación, ética en varias vertientes aplicadas, psicología… Se trata de crecer en internacionalización y en este tipo de sinergias de grupos de investigación. Campus Mundus tiene conexiones con universidades muy importantes de la Compañía de Jesús en Estados Unidos, como Georgetown o Boston College, con quienes hemos hecho acuerdos para hacer cosas conjuntas. No es que antes no tuviésemos relaciones internacionales, teníamos muchas, por ejemplo, en intercambio de alumnos. En ese sentido somos una universidad puntera en España. Pero también se trata de que esa conexión llegue a profesores e investigadores en materias muy específicas. Ésa es la novedad. Para nosotros la investigación siempre tiene que ser vista como el servicio y el retorno social que ofrece. Todas las materias que investigamos tienen que tener utilidad para la sociedad. Esto se ve en lo que publicamos, y en nuestras conexiones con organizaciones sociales y educativas. Es una investigación que necesita interlocución con la sociedad, no es pura investigación de laboratorio o de escritorio.
-¿Se busca rentabilidad social, más que otro tipo de rentabilidad?
-Eso es. Una rentabilidad social que no es neutral, que tiene una visión muy definida, y es el Evangelio. En ese sentido, no somos neutrales; pero tampoco condenatorios, sino dialogantes. Si queremos hacer un servicio al mundo, tenemos que entrar en contacto con toda su complejidad y ambivalencia.
-¿Y la tercera cuál es?
-Hacer que avance la responsabilidad social universitaria, por ejemplo, en dimensiones como la integración de la discapacidad. Por ahí tenemos un horizonte muy sugerente. Creo que, al ser una universidad de prestigio, nos podemos aventurar a este tipo de cosas con mayor solvencia.
De fondo de todo esto está el mantener nuestra identidad, y que llegue a toda la comunidad universitaria, por ejemplo, al personal de administración y servicios, que forma una pieza capital en la universidad. Si conseguimos que llegue a esas miles de personas que hacen que funcione la universidad, se hará un trasvase a los alumnos de manera natural. Ellos tienen tres asignaturas identitarias que son obligatorias, sea la carrera que sea: formación en teología cristiana básica, pensamiento social cristiano, y éticas profesionales (cada uno en la profesión en la que se está formando). Estas asignaturas son obligatorias en el currículum.
-¿Y evaluables?
-Totalmente. Hasta el punto de que, sin aprobar una asignatura de éstas, no se termina la carrera. Aquí es donde se ve la marca identitaria, que tiene que estar presente en todo lo que hacemos, hasta en el deporte. En unas cosas estará de manera más explícita y en otras implícita, pero siempre real.
-Dijo en la presentación que no le dan miedo sus nuevas responsabilidades.
-Bueno, impone respeto, porque es un cargo de gran responsabilidad. Mucha gente está pendiente de lo que hacemos y ofrecemos. Pero me siento muy apoyado por la Compañía de Jesús. Yo no estoy aquí como francotirador, a título personal, sino que pertenezco a un grupo humano religioso muy sólido en sus lazos y en su tradición. Y me siento muy apoyado también por la gente excepcional que trabaja en la universidad, que es gente que vive internamente lo que es la universidad. A parte del apoyo adicional que es mi vocación, mi fe, el sentido de que estoy haciendo esto como una misión, y no como algo que yo he buscado. Como dije en el discurso, citando a San Pablo, «nosotros no trabajamos por una corona de gloria, sino por la corona de gloria que no se marchita«. Por eso hoy podemos estar en un puesto de éstos, y mañana en otra cosa.
A mí estoy me complica mucho la vida, porque supone muchas renuncias. A mí me encanta ser profesor, dar clases, escribir y publicar. Y creo que ahora me vienen unos años en que esto se queda entre paréntesis. Ahora toca despacho, reuniones, entrevistas, conferencias…
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