Causa desafección la escasa atención que la representación oficial de la Iglesia española está prestando a las políticas ante la crisis
(Carlos García de Andoin, coordinador de Cristianos Socialistas).- Este viernes la Iglesia de Bizkaia realizó el gesto diocesano de solidaridad dentro del IV Plan de Evangelización. Es ya la séptima edición desde el año 2006. Pobreza cero, paz entre todos, inmigrantes, derecho al agua, sin techo,… son cuestiones sociales que año a año han centrado su acción de movilización y sensibilización.
En esta ocasión es la crisis económica y sus principales damnificados: los jóvenes. El desempleo juvenil y la precariedad se han disparado truncando el futuro de tantos jóvenes de los que se empieza a hablar como «generación perdida». Los jóvenes, adormecidos en el bienestar, no se lo pueden permitir; la sociedad, sumida en la depresión, y las instituciones políticas, maniatadas por la impotencia, no pueden, ¡no lo podemos tolerar! Centros educativos de la Iglesia y parroquias se sumarán a la convocatoria bajo el eslogan «Erne eta Tente! ¡Levántate!».
Es ciertamente oportuna esta movilización de la comunidad católica. Causa desafección la escasa atención que la representación oficial de la Iglesia española está prestando a las políticas ante la crisis. Menudean notas de prensa y documentos que, basados en la doctrina social de la Iglesia, arrojen una reflexión moral sobre las reformas laboral, financiera o fiscal. No cabe duda de que se juega en ellas la dignidad de la persona, el futuro de las familias y el bien común, valores tan esenciales al cristianismo. No obstante sí es preciso destacar cómo el pasado año los Obispos vascos centraron la carta pastoral de Cuaresma en la crisis económica «Una economía al servicio de las personas» y que el Consejo Pontificio Justicia y Paz publicó el pasado noviembre un excelente documento que defiende la reforma del sistema financiero y monetario internacional. Este ministerio vaticano de lo social apoya la tasa a las transiciones financieras, denuncia la financiarización especulativa de la economía y reclama una autoridad pública mundial con competencia reguladora. También los movimientos apostólicos de tanta tradición como HOAC y JOC apoyaron la huelga general frente a la reforma laboral.
La economía es también escenario de evangelización. En una coyuntura tan dramática como la que sufrimos es poco creíble una propuesta del Evangelio al margen de la mediación socio-económica. Es verdad que adoptar posiciones exige una preparación técnica pero la economía no se reduce a matemática contable o a indicadores estadísticos. La cada vez más discutida «ciencia» económica tiene una dimensión moral insoslayable. Bien dice Caritas in Veritate que «la justicia afecta a todas las fases de la actividad económica» y que «toda decisión económica tiene consecuencias de carácter moral» (n.37).
Si la fe no es esperanza en medio de esta densa niebla que lo invade todo, si la fe no despierta la indignación ante el empobrecimiento y padecimiento de tantos, si la fe no moviliza la solidaridad samaritana con los últimos, no es una fe en el Dios bíblico, ni tampoco tiene Buena Noticia alguna que anunciar.
La sociedad valora en todo su espectro ideológico la acción de Cáritas, con los de casa de toda la vida y con los recién llegados; aunque a veces resulta incómoda para unos responsables políticos obligados a gestionar recursos menguantes. Esta acción de Iglesia ha redoblado recursos y voluntariado desde el inicio de la crisis. No pocos que jamás pensaron en pedir ayuda han llamado a su puerta como último recurso. Muchos voluntarios sufren de impotencia ante dramas que conocen con cara y nombre propios. Son antenas privilegiadas de los impactos de la crisis y de los nuevos perfiles de la pobreza. La sociedad también aprecia los gestos de obispos, sacerdotes, religiosos y laicos que donan el 10% de su salario a la solidaridad. Son signos que ofrecen hechos, no sólo palabras, credibilidad en definitiva. La lógica del don está ahí, en pie, junto a tantos ciudadanos, frente a la poderosa lógica del máximo beneficio.
La inspiración del cristianismo no se reduce a la acción de solidaridad o a la educación de la Iglesia como tal. Hace un par de meses, en su vídeo diario, Iñaki Gabilondo recordaba al cura de Mondragón, el P. Arizmendiarrieta, hoy en proceso de canonización. Recordaba el periodista donostiarra que el fundador del hoy primer grupo empresarial vasco decía que la economía se reducía a dos teorías, «que mande el dinero que alquila hombres para ganar más dinero, o que mande el hombre que alquila dinero para beneficio de los hombres».
La Experiencia Cooperativa de Mondragón es una muestra de cómo la doctrina social de la Iglesia puede inspirar «soluciones técnicas» también en la práctica empresarial. Es posible conjugar eficacia económica y valores. Frente a los que defienden que la riqueza sólo es posible a través de la competitividad extrema y la primacía del capital, Mondragón es ejemplo de cómo es posible crear riqueza, empleo e innovación, sobre la base de valores de participación, cooperación, solidaridad y responsabilidad social, en definitiva «la prioridad de la persona sobre el capital» (Laborem Exercens,12).
En fin, un gesto, el del viernes, para fortalecer la alianza de la ética con la política. Sólo una sociedad en pie y una política fuerte, juntas, pueden embridar la economía sometiendo el capital al servicio de lo más sagrado: la persona y la familia humana.