¿Cómo voy a cambiar las estructuras del mundo si no soy capaz de compadecerme ante los débiles?
(Jesús Bastante).- Hoy nos acompaña Eduardo Amores, que nos va a presentar la ONG Proyde, surgida de los colegios de La Salle para promover la solidaridad en el campo de la educación. «El objetivo no es sólo construir escuelas, sino educar humana y cristianamente a los niños, especialmente a los pobres», apostilla.
-Tiene usted un apellido fantástico. Los amores siempre son buenos.
-Es de familia agrícola, de la zona de Cuenca. Aunque no sé muy bien de qué zona desciende. Pero, desde luego que el amor es el que tiene que cambiar el mundo y dar respuesta a la situación que vivimos hoy.
-¿La gran «arma de construcción masiva»?
-Desde luego. Es el que puede cambiarlo y transformarlo todo. Ojalá se consiga expandir.
-¿Qué es Proyde?
-Es una ONG que nació a principio de los años 80. Significa «promoción y desarrollo«. Surgió como una estructura que quería canalizar la solidaridad de muchas personas que estaban haciendo muchas cosas, pero que requerían una entidad jurídica y legal. Surgió como cauce de solidaridad dentro de la familia lasaliana. Aunque es cierto que, gracias a Dios, se ha ido extendiendo. Pero el grueso núcleo de fuerza y de incidencia social está en los colegios de La Salle y las zonas educativas que circundan en relación a los hermanos de La Salle.
-¿A qué se dedica Proyde?
-En primer lugar, el poderío principal de La Salle es la educación. San Juan Bautista de La Salle hace 360 años tuvo la intuición de que la educación podía cambiar la sociedad francesa de la antes de la Ilustración. Y efectivamente, fue el motor y el arma que le sirvió para atender a los hijos de los artesanos y de los pobres. Esa intuición sigue siendo válida hoy para cambiar el mundo. Y si nuestra misión es crear un mundo para todos, donde la dignidad, el respeto, el perdón y la justicia sean los valores principales, tenemos que utilizar el arma de la educación. Por eso Proyde pretende educar a los niños y jóvenes, pero educarlos en el sentido amplio de la palabra. El objetivo no es sólo construir escuelas (que también es importante), sino educar humana y cristianamente a los niños, especialmente a los pobres.
Los hermanos de La Salle están más o menos en 82 países. En América Latina, Asia, Europa, Oriente Medio... Hace poco se financió un proyecto en Belén. Y donde estamos ahora mismo haciendo la mayor fuerza con los proyectos, es en África: mantener, sostener o levantar escuelas, apoyo y formación a docentes, centros de atención a los niños de la calle… Yo estuve dos años en Guinea Ecuatorial, y puntualmente en Mozambique y Kenya, en proyectos de voluntariado corto. En Perú también estuve, pero de eso hace ya más años.
-¿África es distinta de cualquier otra cosa?
–Es una tierra que te enamora. Sobre todo cuando educas, porque los niños son de otra manera. Al verles cómo van creciendo y saliendo a delante, entiendes cómo puede transformar el mundo la educación. Cuando llegas a una escuela que lleva funcionando 25 años, te das cuenta de cómo la sociedad que hay alrededor se ha ido transformando. Y eso es algo gratificante, que nos impulsa y estimula.
Otro tema es la formación de maestros, en la que Proyde está haciendo ahora un esfuerzo muy importante, apoyando proyectos para docentes. Ésa es nuestra línea de acción en proyectos de desarrollo. También tenemos alguno de intervención socio-sanitaria, para concienciar a los adolescentes y jóvenes del gran problema del VIH-sida, por ejemplo. Luego, también tenemos una fuerza muy importante aquí, sensibilizando. Lo que en nuestras memorias y en nuestros papeles llamamos la «incidencia política«. Yo no sé si los ajustes cambiarán la sociedad, lo que tenemos muy claro es que cuando una persona cambia su corazón, cambia su vida. Y cuando uno cambia su vida, cambia también la de los que tiene alrededor. Ante la crisis actual, parece que tenemos miedo a perder nuestro status quo, tenemos miedo a lo que es diferente…
-Los recortes que se están produciendo en materia de cooperación internacional, ¿no chocan contra esa idea de construir un mundo mejor, pero mejor para todos?
-Es que el miedo retrotrae. Nos coarta la solidaridad y la libertad, y nos encierra en el egoísmo feroz.
-¿Cómo se lucha contra el miedo?
-Creo que abriendo el corazón y apostando por lo diferente. Por la solidaridad y por el proyecto de amor. El que ama mucho, tiene poco miedo. Es una persona que se lanza. Aunque parece que es algo etéreo, uno puede desarrollar la capacidad del amor. Cuando uno entra en contacto con los más débiles, se compadece y es capaz de salir de sí mismo para acercarse y tender una mano, uno está agrandando el corazón. Eso es un motor de cambio del mundo, que además no se evalúa.
-Mirar los ojos de un niño que sufre en África, en Iberoamérica, en Europa o en otras partes del mundo, tiene que cambiar el modo de afrontar la vida.
-Desde luego. Nunca he visto a un niño con la mirada de los niños de Guinea Ecuatorial. Por dentro reposa algo. Es otra madera: la risa fácil, el no achantarse frente a las dificultades… eso brota solamente de la ternura del corazón, que viene cuando uno se encuentra satisfecho con su vida y con su historia. Evidentemente que hay muertes infantiles, paludismo, dictaduras… pero la vida es mucho más que todo eso. Las cosas externas influyen mucho, pero no podemos dejar que coarten nuestra vida.
Los voluntariados de corta duración que Proyde tiene en verano, de entre 30 y 45 días, se prepara con una formación de unas horas, sobre temas de globalización, de solidaridad, de reflexión del mundo y opción por los pobres. Tras eso la persona va al país y se inserta en el proyecto. Pero esto tiene muchos planteamientos éticos. De hecho, cuando secuestraron a los cooperantes españoles, surgían comentarios en columnas de periódicos cuestionando si el gobierno debía pagar el rescate. Pero es que en la vida no podemos medir todo en términos de eficacia, eficiencia y dinero. Mi experiencia es que un voluntariado transforma el corazón de la gente. Vuelven valorando y posicionándose de una forma distinta. Es el valor cristiano de la conversión. ¿Cómo voy a cambiar las estructuras del mundo si no soy capaz de compadecerme ante los débiles?
Este verano voy a volar a Tailandia, a un proyecto muy bonito en las fronteras con Birmania: las escuelas bambú. Hay gente que piensa que es tirar el dinero, pero para mí es una inversión. Inversión de corazón. A Proyde no le sobran los fondos. La mayor parte de ingresos que teníamos, como cualquier ONG, venía de ayuntamientos, Comunidades Autónomas… y ya sabemos el corte que ha habido, de más del 50%. Pero tenemos que seguir buscando, porque en eso consiste la inteligencia: no en demostrar el coeficiente intelectual que tienes en un test, sino en la capacidad que tienen los seres humanos de adaptarse al medio. Habrá que emprender nuevas acciones para expandirnos. Esta situación coyuntural nos ha hecho unirnos a otras ONGs, tener más conciencia unitaria y global. La globalización no es sólo económica, también puede ser de la solidaridad. Están surgiendo nuevas iniciativas, pequeños retoños verdes que no se ven en medio de la marabunta de cardos que nos están echando, como si los cardos no fueran también flores. Yo, que soy hijo de agricultores, siempre he visto que, aunque la basura no es agradable, de ella salen cosas bonitas, flores. Esto es lo que creemos en Proyde. Por eso vamos a seguir invitando a gente a que participe en experiencias de verano, y a que se comprometa como voluntario en nuestras sedes locales aquí y allí.
-¿Cuántos voluntarios manejáis?
-En la sede local de Herrera Oria debe haber como unos 50 voluntarios. Voluntarios de larga duración (2 o 3 años) hay menos, pero el grueso de masa de gente que se mueve es mucha. Hacemos campañas en colegios, torneos deportivos, actividades con niños, familias que colaboran generosamente… Es una comunidad educativa fuerte. No te sé decir número exacto, pero hay cantera. En Albacete, por ejemplo, hay grupos que están creciendo y están teniendo su incidencia. También estamos lanzando campañas en colegios rurales de Cuenca. Cuando el colegio es de La Salle, es mucha más fácil. Pero Proyde es una ONG abierta a todos los hombres y mujeres que quieran colaborar.
-¿La fe es el motor evidente para Proyde?
-Desde luego. Para mí Proyde es una opción por los pobres, una opción de Evangelio. Mis valores son los de Jesús de Nazaret, y donde se germinó Proyde el Evangelio también es la base. Hay muchas formas de anunciar el Evangelio de nuestro señor Jesucristo, y desde luego que estamos convencidos de que la atención directa y preferencial a los pobres y a los débiles es evangelizar.
Los hermanos de La Salle, apoyados por Proyde, acaban de trasladarse a Sur Sudán, donde ha habido otra vez conflictos. Hubo un montón de congregaciones religiosas que tuvieron que regresar de allí, y ahora hemos vuelto a la carga, porque tenemos una conciencia de comunidad. El lema de Proyde es que mucha gente haciendo cosas pequeñas puede cambiar el mundo. La persona que está en la punta de la lanza en Sudán, está apoyada por otro montón de gente, con toda la fuerza que nos da ese tejido social.
-¿Un último mensaje?
-Sí, una invitación: hemos abierto una tienda de Comercio Justo y Comercio Solidario, al lado de nuestra sede. Cualquier persona que quiera acercarse a nosotros, que quiera información o que quiera contactar con nosotros, será bienvenida.
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