El Eros político es una autovía de dos carriles

La erótica del poder tambien en crisis

"De la Política de la omnipotencia, se pasó a la Política de la impotencia"

La erótica del poder tambien en crisis
La erótica del poder

Al Eros político tradicional, ya sólo le queda el Eros caritativo, el llamado Ágape, del que tan bien, muy bien, escribió el Papa, mi bendito Benedicto

(Ángel Aznarez, notario).- «Los sicilianos han enseñado al mundo el silencio; los napolitanos que mandar es mejor que follar». Roberto Saviano, autor de Gomorra.

El Eros político o la erótica del Poder es uno de los conceptos políticos muy poco y mal estudiado, tal vez por ser fronterizo con la novedosa Psicobiografía y la voluntariosa Psiquiatría, que trata de curar lo imposible: la mente. El interés por las patologías, las del Eros político, me viene de muchos años ha.

Comenzó con la lectura del libro Los locos egregios de Vallejo Nájera, siendo lo último leído sobre locuras y neurosis narcisistas de políticos el libro Estos creyentes que nos gobiernan (2006), escrito por el francés Christian Roudaut. A ello se debe añadir un intenso y fructífero trabajo de campo, aprovechando que Asturias, en atrofias políticas y de atrofiados políticos, es un Paraíso Natural, temático como el de los dinosaurios, dado el número, volumen y rareza de las «piezas» a examinar.

En asuntos complicados, para aclarar, debe empezarse con una sinopsis o resumen. Así, cuando se habla del Eros político, a dos realidades diferentes se puede referir, sin olvidar nunca, nunca -esto es una constante- que el dios del amor (Eros), en su santuario griego, tenía la forma de una columna fálica.

Vamos a ello: una realidad es la erótica del Poder, que se manifiesta en la fascinación, la atracción, el embeleso, la devoción, los impulsos de fusión, que muchos y muchas, los de abajo, experimentan ante el poderoso que ENCARNA el Poder -el Eros es carnívoro por esencia, nunca vegetariano, pues, sin carne o carnaza, se desinfla o mengua (lo de la Mística es otra cosa, aunque también de locos)-.

Otra realidad es la erótica del Poder, que se manifiesta en un estado o situación en que se encuentra el sujeto mismo u «hombre de Poder», que, por sobredosis erótica inoculada in office, siente una satisfacción o continuo cosquilleo arriba, abajo y más en el medio. Siente una sed (durst) y un afán (streben) hasta con jadeos y muchos jaleos, de mucho empaque y paquete. Siente unos deseos de hambre y una pulsión (trieb) que le provoca calenturas y ebullición constante, cual marmita en el fogón.

Esta segunda manifestación, por tender a la soledad y ser de solitarios, es propensa a pecar como Onán (turbarse más), incluso en mesa camilla, con brasero y hule. En conclusión: que por la erótica del Poder, éste se hace sagrado y el gobernar se transforma en un arte, aunque también en paranoia. Resulta, pues, que el Eros político es como una autovía con dos carriles por el que circulan dos protagonistas: uno erótico y otro erotizado, el gobernante poderoso, allí arriba, y el pueblo, aquí abajo, respectivamente.

Este sencillo esquema ha de completarse. La fascinación que provoca el Eros en el pueblo, impulsa no sólo a mirar, sino también a tocar al poderoso; por eso, a los gobernantes, incluso sean presidentes de una Comunidad Autónoma, alcaldes o hasta concejales, no basta con saludarles dándoles la mano, sino que hay que tocarlos, cogiéndolos por lo que más a mano esté, generalmente los brazos, y arracimándose a su lado como nube de mariposas – el Eros requiere tocamientos y sin ellos también se encoge y contrae, como un acordeón–.

Ese afán por tocar aumenta al salir el «hombre del Poder» de un vehiculo lujoso, adornado con banderitas de patriota o después de pasar revista a tropas o castrenses con galanuras, siempre, naturalmente, que no cruce (el «hombre de Poder» en la revista) en exceso los pies por delante, por detrás, se acompañe de un pié de cabra o lleve prótesis de cadera, una o múltiples.

Esto último arruina el carisma, que es asunto de magia y de milagrería, no por ello ciego como se cree, sino tuerto, y que, por mucho carisma que se tenga, se puede romper la crisma. Cuentan desde Paris, que el martes de esta semana, la venganza mas cruel de Hollande, en su toma de posesión, contra Sarkozy consistió en que la alfombrilla roja, de la puerta del Palacio a su vehículo, fuese muy larga, casi kilométrica, para que todos pudieran ver a Nicolás trompicar, junto a Carla Bruni cantante, cada vez más rechoncha y redonda.

El estado de erotización permanente, mañana, tarde y noche, con agite y excitación continuos ya descritos, por causa del Poder, del mandar y del ejercicio de la autoridad, hace que el que lo disfruta se sienta no sólo potente, también omnipotente.

No hay límite posible ni fallo previsible; nada de tiros que salgan erráticos por culatas ni de gatillazos que suenen a un «miau» de gato. Eso supera, con creces, el conocido «efecto-Viagra», que nunca en tales circunstancias se necesita, que nada aumenta en tiempos de Poder y que después, ya en la terrible cesantía, de nada sirve, pues ni el «pastillazo» endereza lo que ya quedó torcido o quebrado para siempre.

Desde que Margaret Thatcher dejó la carnicería de sus papás y se instaló en 10, Downing Street, muchas mujeres la siguieron. Aparecieron «las mujeres del Poder», toda una novedad ya anunciada por el griego Aristófanes, viejo y comediante. Ante el nuevo protagonismo femenino surgió la duda si la erótica del Poder, que nació como cosa masculina o de machos, sufrió mutaciones o cambios.

Téngase en cuenta que el Eros femenino, de recovecos, escondites y de embrujos, geométrico, es diferente al masculino, más de aritmética, de números, superficies y volúmenes. El Eros, el de ellas, es de mucha intravagancia por vagar por dentro, y Eros, el de ellos, es de mucha extravagancia por vagar por fuera.

Ya que la Ciencia, hasta ahora, no se ha pronunciado sobre estas novedades, por eso y por si acaso, no dejo de observar con atención y precaución a las solteras o viudas «mujeres de Poder», para ver si en sus estilos sale algo desde un incandescente o volcánico interior o «furor uteri».

Respecto a las casadas «mujeres de Poder», me preocupan sobre todo sus maridos, a los que miro para ver si en sus rasgos o rostros hay aflicción, angustia o dolor en dosis superior a la habitual, por causa de tener que repetir tanto amén y así sea a sus esposas, muy de capa y espada, aunque las membranillas o párpados ya caigan insostenibles. Esto es realmente espinoso.

Y en esto llegó la crisis y lo desbarató todo, ¡Oiga, oiga, todo, todo! Por ella, la columna fálica se hizo añicos; el Eros de políticos y de gobernantes se declaró en fuga; su lugar lo ocupó la depresión, que es una de sus enemigas. El gobernar, que antes era gozo, ahora es suplicio sólo con alivio de «lexatines». De la Política de la omnipotencia, se pasó a la Política de la impotencia.

A los políticos, por la crisis, ya no se les toca ni retoca como antes; ahora se les agarra para desahuciarlos del Poder, ellos que desahucian a tantos. No se les deja ya cazar paquidermos, que es acto erótico, aunque fallido y muy subliminal; se les permite únicamente cazar conejos y pajaritos gorriones. La única que manda es la Merkel, valkiria y amazona, de potentes caderas y de otras potencias delanteras, a par.

El poderoso Rajoy dice que con esto de la crisis «vivo en un lío», lo cual no es extraño, y que, como no puede pagar las deudas, sólo piensa en cortar y recortar, que es lo máximo del anti-erotismo. Creo que fue el poeta Byron, el Lord, romántico y arrebatado, el que escribió: «Quién aspire al placer, no debe buscar comodidades», muy explicable en él, pues tenía una pierna muy larga y la otra muy corta; pero lo que ahora ocurre es tremendo: es toda una incomodidad sin el mínimo placer. No es raro que ante eso, alguno, inteligente, diga que no quiere gobernar, y que si lo hace es porque le obligan a empellones, y que, para colmo, cuando llegue la Navidad, ya no se recibirán cestitas con embutidos varios, sólo con peladillas calvas.

Los semblantes lo dicen todo: de la alegría de los de antes a la tristeza de los de ahora, que parecen más fúnebres y enlutados que una negra góndola veneciana, abarrotada de fantasmas, navegando desde el Puente de los Suspiros al cementerio de San Michele o Isla de la Muerte. Al Eros político tradicional, ya sólo le queda el Eros caritativo, el llamado Ágape, del que tan bien, muy bien, escribió el Papa, mi bendito Benedicto, en su primera Encíclica, que, de todo esto, sabe mucho, mucho. El problema está en que por ser el Ágape cristiano una versión «saneada» del Eros, «ebrio e indisciplinado», a pocos ha de dar gusto o gozo.

Roberto Saviano, que fue azote del erotómano Berlusconi, fortalecida su cintura por mucho «bunga-bunga», escribió la frase de inicio antes de la llegada de la actual crisis; por eso hoy resulta ya un poco desfasada. En cualquier caso, para entender a Saviano que es napolitano, y a su escrito, debe tenerse en cuenta que, según escribió Alberto Savinio (con posfacio de Raffaele La Capria), de las mujeres napolitanas siempre se dijo que usaban más la cabeza que las manos, en todo, en todo.

 

 

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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