Miramos la experiencia de la primera iglesia y nos conmueve esa fraternidad compartida en igualdad de condiciones, donde el servicio parecía ser un distintivo importante
(Enrique Moreno Laval, ss.cc., en Reflexión y Liberación).- Cada cierto tiempo, vale la pena preguntarse por nuestra Iglesia. Por esta Iglesia que amamos y por cómo la queremos ver.
Miramos la experiencia de la primera iglesia y nos conmueve esa fraternidad compartida en igualdad de condiciones, donde el servicio parecía ser un distintivo importante. Ponerlo todo en común, de tal manera que ningún miembro de la comunidad se sintiera excluido del bien común, nos sigue mostrando hacia dónde deberíamos caminar como humanidad, aunque sintamos que el ideal esté todavía muy lejos de llegar a ser realidad. Incluso más, quizás no lo alcancemos nunca ese ideal, pero esto no nos exime del deber de ir esforzándonos cada día por aproximarnos más y más a esa propuesta.
Nuestra misma Iglesia conoció también, tempranamente, las dificultades de vivir en una efectiva comunión y participación.
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