Sanar esta herida pasa por construir una iglesia madura, con una buena autoestima, que no entiende la identidad como un lugar de confrontación sino como un lugar de comunión con todos y todo
(José Antonio Vázquez).- Como se ha señalado tantas veces, en la iglesia actual parece que seguimos inmersos en el ¿eterno? debate entre aquellos que consideran que, tras el Concilio Vaticano II, la Iglesia perdió parte de su «identidad» para adaptarse a las expectativas de la sociedad, debiendo ahora rectificar esos «errores», y aquellos que consideran que la iglesia actual, sin asumir los retos del Concilio realmente, se está encerrando en sí misma y alejando de la sociedad, incapaz de comprender al hombre de hoy.
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