El amor ha vencido. La verdad se hizo patente. Han perdido los dictadores, los traidores, los dogmáticos, los hipócritas, los misóginos
(Celso Alcaina).- El mismo día en que el obispo Fernando Lugo es depuesto de la presidencia de Paraguay, otro obispo, Fernando Bargalló, es forzado a dejar su diócesis argentina de Merlo-Moreno. Ambos Fernandos, con personalidad y dotes excepcionales, prefirieron ser sinceros y vivir el amor por encima de las calculadas normas eclesiásticas en materia celibataria.
Aclaro que ambos recibieron el orden del Episcopado y que, según dogma eclesiástico tridentino, nunca dejarán de ser obispos. Sí, podrán dejar de ejercer esa función.
Fernando Lugo, obispo de la diócesis paraguaya de San Pedro, emergió como líder y defensor de los campesinos, marcando la diferencia con sus colegas obispos del Paraguay. Era llamado el «obispo de los pobres». Convencido de que su labor como dirigente político sería más eficiente que la religiosa y sindicalista, forzado por Roma, abandonó la mitra para optar, y finalmente lograr, la presidencia de la nación. Cuatro años de mando y gestión progresista con un parlamento adverso. Ayer, el Senado de ese país, constituido en tribunal, lo destituyó fulminantemente. La acusación fundamental: transigir con campesinos okupas de tierras.
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