Mientras sigamos con obispos y curas funcionarios, distantes, meros conservadores de lo heredado, poco conseguiremos
(Josemari Lorenzo Amelibia).- Una de las razones de la baja de vocaciones en todos los lugares es el escaso o nulo contacto con los fieles por parte de los curas, y el escaso contacto cordial de los obispos con sus sacerdotes.
La transmisión de la fe se hace no con el frío discurso – homilía le dicen – de cura funcionario; no con decir una misa para quien quiera ir; no con abrir el despacho para apuntar próximos bautizos, bodas y defunciones. La transmisión de la fe se hace por la palabra cálida de tú a tú y en grupo; por el amor e interés por la persona individual. Esto supone horas de oración y contemplación junto a Jesús del Sagrario o al Dulce Huésped del alma.
Todo se traduce en una sola palabra: Amar. Y no amar a la humanidad, que hasta los políticos la aman, sino a la persona concreta, ayudarle en su vida, abrirle perspectivas humanas y de trascendencia. ¡Las dos cosas a la vez: lo humano y lo divino!
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