Aprender a "vivir-con-el-otro"

El bien relacional

"La relación con el otro es para la conciencia lo que el oxígeno es para el cuerpo"

El bien relacional
El bien relacional

Desde el Servicio de Animación Comunitaria por un Mundo Mejor venimos haciendo la "propuesta" de promover una "corriente de Espiritualidad de las Relaciones"

(Por un Mundo Mejor).- Cada uno de nosotros, desde los primeros años de vida, experimenta la relación con los otros, y de manera particular con los propios padres, no sólo como lugar de pertenencia segura, sino también como espacio en el que lentamente se delinea y se va reconociendo nuestra particular diferencia, nuestra irrepetible individualidad.

Pertenencia y singularidad son, de hecho, experiencias fundamentales de las que tan solo brota nuestra identidad. La una y la otra exigen como condición indispensable la relación con el otro.

Sin esta relación no podremos existir como seres humanos. De esta relación y de su calidad depende nuestra madurez, nuestra salud mental, en definitiva nuestra felicidad o nuestra desesperación.

La relación con el otro es para la conciencia lo que el oxígeno es para el cuerpo; es el «alimento» indispensable del que se nutre nuestra vida mental. De ella podemos sacar el sustento cotidiano para nuestro crecimiento personal; pero en ella, al mismo tiempo, podemos experimentar con gran dolor los elementos de «toxicidad» que «contaminan» de modo significativo nuestra mente.

La relación con el otro no tarda en desvelarse como un «bien», el bien relacional, cuyo valor aparece en seguida como algo precioso e inestimable. De eso, todavía, poco o nada nos interesamos, preocupados como estamos de procurarnos otros «bienes», quizá más concretos, más visibles y, por esto, más tranquilizantes. La relación, en cambio, es algo inmaterial, indefinible y voluble.

Sin embargo ésta constituye la «dimensión» indispensable que permite a los seres humanos de ponerse en relación, de ponerse en contacto y de «unirse» entre ellos de modo vital. Ésta no es una «realidad visible», pero no por ello resulta menos real o menos importante que cualquier otro aspecto de la vida humana.

Cuando vemos dos amigos que toman un café en el bar o dos colegas que discuten de su trabajo o una familia que pasea por el parque o un maestro que está interactuando con sus alumnos, es importante acordarnos que «el tenerlos juntos», como en toda dimensión de la vida social, es sólo la realidad potente, pero «invisible«, de la relación.

El bien relacional es la experiencia de ser reconocido y ser querido y de reconocer y querer. Se trata de un bien que el individuo por sí solo no está en grado de «producir» y que puede ser «encontrado» exclusivamente en la relación.

A pesar de la indudable y evidente centralidad que reviste la relación con el otro, es difícil hoy encontrar alguien que enseñe de cualquier modo «producir» y tener cuidado del bien relacional, «cómo» vivir con el otro, «cómo» comunicarse con él, «cómo» gestionar los conflictos y las diferencias que nos separan. En la época de la fragmentación cultural y de la autoreferencia ética, se ha hecho difícil, sobre todo para las nuevas generaciones, aprender a «vivir-con-el-otro», sabiendo descubrir en la relación con el «bien» más importante, el «recurso» más vital e inestimable para el propio crecimiento personal.

Al comienzo del tercer milenio aprendemos precozmente a leer y escribir, a usar el ordenador o a hablar una lengua extranjera, pero se hace más raro la alfabetización relacional, la adquisición, es decir, de unas «habilidades» que nos ayuden a crear y a mantener «relaciones humanas».

Nuestra experiencia se hace propuesta

Hace ya algún tiempo, un grupo de personas de diversos estados y condiciones, hemos querido afrontar la cambiante situación actual desde nuestra condición humana y cristiana, y hemos encontrado en la Espiritualidad de las Relaciones el eje que nos está ayudando a contemplar la desafiante realidad actual, a discernirla e ir asumiéndola. Creemos así responder a lo que el Papa Juan Pablo II decía: «Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión: éste es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo» (NMI 43), y seguimos también la estela de la intuición original del P. Lombardi: la «espiritualidad comunitaria» entendida de forma global y unitaria como «la Espiritualidad de las relaciones».

La «Espiritualidad» de las relaciones la vamos descubriendo como un sabernos guiados por el Espíritu del Resucitado, como un estilo de vida que nos lleva a una manera de ver, de sentir y de actuar según el evangelio.

Por eso vamos experimentado que la «Espiritualidad de las Relaciones» nos está ayudando a unificar e integrar nuestra persona en sus relaciones, sólo así, desde personas integradas y unificadas, podemos y debemos promover el cambio de las relaciones sociales y también las eclesiales. Estos son los diferentes niveles de relación:

Con uno mismo/a, creciendo en autoestima y autonomía, que a la vez nos hace ser más conscientes de nuestra condición de criaturas interdependientes, que nos lleva a abrirnos, a buscar y confrontar con otros. El centro de gravedad del ser humano está dentro de él mismo, pero no puede realizarse si no se abre e interrelaciona.

En camino continuo hacia los otros, en un éxodo, que nos va llevando desde la indiferencia al reconocimiento; del reconocimiento al encuentro con los otros; y del encuentro a la opción de vivir «con» y «por» los otros. Vamos experimentando que el otro no es una amenaza, sino una ayuda, un complemento.

En una relación de acogida del Dios que viene a nuestro encuentro, vamos descubriendo que hay muchas huellas de la presencia de Dios, conscientes de que la huella indica una presencia ausente o una presencia escondida, ya que Dios nunca es plenamente visible o asible. Por eso lo reconocemos presente en la Eucaristía, en la comunidad, también en el otro, aunque no sea de nuestra familia, partido, cultura o religión… pero sobre todo se nos va haciendo, cada vez más presente, en los excluidos y marginados de nuestra sociedad cercana o lejana.

En una relación respetuosa y responsable con la naturaleza creada, y la que vamos creando los seres humanos, como ámbito cultural donde se desarrolla la vida de los pueblos, de los hombres y de las mujeres.

Desde el Servicio de Animación Comunitaria por un Mundo Mejor venimos haciendo la «propuesta» de promover una «corriente de Espiritualidad de las Relaciones». Queremos así contribuir, con otros carismas y servicios, a que como Iglesia afrontemos desde esta perspectiva los desafíos que la sociedad actual tiene y lo que ella misma, en su devenir, se plantea.

 

 

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Autor

José Manuel Vidal

Periodista y teólogo, es conocido por su labor de información sobre la Iglesia Católica. Dirige Religión Digital.

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