Si no compartimos, si no ejercemos compasión, si no nos ayudamos mutuamente, estaremos traicionando nuestra vocación y no podremos decir que somos cristianos
(Sor Lucía Caram).- El mensaje del Evangelio es de una actualidad impresionante, y la vocación de los cristianos es clarísima y, sin duda, se reduce al amor incondicional hacia Dios, amor que sólo tiene una forma de concretarse y es en el otro.
Podemos dejar que las palabras de la liturgia nos desinstalen y nos movilicen hacia este único necesario: el amor hecho servicio, entrega. San Pablo nos reclama que vayamos por la vida según la vocación a la que nos convoca la fe, que vivamos con humildad, que seamos compasivos y amables y que nos ayudemos mutuamente.
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