El instinto de conservación nos lleva a comer y a beber, algunas veces con excesiva ansiedad, y al poco tiempo volvemos a desear saciarnos de nuevo
(Ángel Moreno, de Buenafuente).- Jesús, con lenguaje doméstico, nos revela cuál es el mejor alimento, cuál el motivo de la mayor fiesta y cuál la posibilidad de la máxima intimidad, del mejor banquete.
No porque haga competencia a ninguna de las comidas sabrosas de cada una de las regiones, que estos días ofrecen sus mejores viandas, sino porque Él toma el significado de los manjares para ofrecerse como el Pan de Vida y la copa generosa.
Puede que el lenguaje bíblico resulte un tanto incomprensible y no lleguemos a dar crédito a que la Eucaristía sacia más que los banquetes festivos. No es en el orden del gusto de los sentidos el efecto que se sigue de participar en la Cena del Señor, sino en acepción espiritual.
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