Hubo un tiempo en que en Europa todo era calculable en términos de números con apellidos (apellido euro, apellido dólar)
(Jesús Bastante).- Camino Cañón es directora de la Cátedra de Ciencia, Tecnología y Religión (CTR), y catedrática de lógica matemática en la Universidad Pontificia de Comillas. Es una de las responsables de las 39 Jornadas de la Asociación Interdisciplinar José Acosta (Asinja), que arranca en Comillas del 20 al 22 de septiembre.
¿Eres miembro de la institución teresiana?
Sí, es una institución de laicos de la Iglesia Católica.
¿Y cómo se siente una laica en la Iglesia Católica?
Yo me siento muy bien. Es el espacio que he elegido para vivir mi fe, donde comparto con otras personas una misión en la Iglesia, que en este caso es la que Pedro Poveda concibió para este grupo eclesial: fundamentalmente, promoción humana y transformación social. Con dos mediaciones concretas, que son la ecuación y la cultura. Así anunciamos la Buena Noticia del Evangelio.
Poveda es uno de los santos de la contemporaneidad que se dedica a trabajar con la gente que lo está pasando mal. En estos tiempos de crisis, ¿es el santo Poveda un ejemplo que deberíamos retomar?
Claro. Él comienza su labor sacerdotal en las Cuevas de Guadix, y se da cuenta de que la transformación de aquella realidad social pasa por la educación. Después acaba en Covadonga. Un andaluz en Covadonga, a principio de siglo, tenía que ser tremendo. Allí estudió y se dio cuenta de que, efectivamente, la educación era el factor clave de la transformación social. Entonces, empezó creando academias para hombres, y también para mujeres. La idea era formar personas, como decía Teresa de Jesús. Y él utilizaba el verbo henchir: henchir de luz a las personas.
Comillas es uno de los organizadores de la 39º Jornada de la Asociación Interdisciplinar José de Acosta, que se celebrarán del 20 al 22 de septiembre bajo un título muy sugerente: «¿Es sostenible el mundo en que vivimos?». ¿Usted qué opina?
Precisamente nos hacemos esa pregunta para buscar aproximaciones diversas a modos de respuestas que entre todos tendremos que ir encontrando. La cuestión de la sostenibilidad la planteó el Club de Roma en un informe hace excatamente 40 años, y no s refiere sólo a sostenibilidad medioambiental.
Para la Universidad estas jornadas no son un acto aislado. Ya cuando hace unos años se celebró el centenario de la escuela de ingenieros (el ICAI), una de las acciones consistió en que los profesores de la escuela, en equipos, elaboraron un libro de enseñanza de sus respectivas materias desde la perspectiva de la sostenibilidad o desarrollo sostenible. De modo que uno de los actos del centenario fue precisamente la presentación de ese libro, con el cual se está produciendo un cambio en la formación de nuestros ingenieros. En estos años recientes la Universidad está estrechando sus lazos de colaboración y trabajo con las universidades y centros de la Compañía de Jesús en España, con la Universidad de Deusto y la Ramón Llull. En estos proyectos conjuntos nuestra universidad quiere aportar la investigación en línea de sostenibilidad.
Recientemente celebramos la inauguración oficial del curso académico, en la que siempre hay una ponencia, una lección. Este año el tema ha sido «Investigar para un mundo sostenible«. O sea que estas jornadas con el nombre de un jesuita del siglo XVI (y que ya son el 39º encuentro promovido por esta asociación interdisciplinar) no son algo aislado, sino que van en la misma perspectiva.
La asociación fue promovida también por un jesuita, para dar cauce al diálogo entre intelectuales del mundo de las ciencias empíricas y de las ciencias sociales, siempre con la presencia de filósofos y de teólogos. La teología y la filosofía han tenido siempre la oportunidad de dialogar con científicos de todas las ramas del saber.
Este año la organización material de las jornadas la ha asumido por completo la Cátedra de Ciencia, Tecnología y Religión, porque la temática era importante para nosotros y también porque las personas que estamos más directamente implicadas en la cátedra tenemos vínculos antiguos y nuevos en la asociación.
¿De qué manera los cristianos podemos contribuir a hacer de este mundo un lugar más sostenible?
En primer lugar, tomando conciencia de que necesitamos cambiar muchas cosas. Son cambios de órdenes muy distintos. Nosotros los abordamos desde la perspectiva sociopolítica, económica y jurídica, científico-tecnológica y también desde la perspectiva de la transformación de las culturas y de los ámbitos religiosos. En todos esos ámbitos hay cristianos trabajando. Los cristianos pensamos, hacemos cosas, consumimos… Y por lo tanto, la toma de conciencia es básica para transformar nuestros hábitos de vida.
¿No sabemos consumir? ¿Incluso estando en crisis, despilfarramos? ¿No somos conscientes de la cantidad de gente que pasa hambre en el mundo?
Así es. Pero los cambios profundos tienen infancias largas. En este momento disponemos de Internet, que es la gran maravilla para acercarnos a todos y hacer que vivamos en una aldea global. Esto no hace muchos años que es así, en dos décadas hemos avanzado mucho gracias a que vemos. Vemos a los pueblos, a las personas, los conflictos, las situaciones. Yo tengo la gran esperanza de que vamos a dar pasos. Pertenezco al gran grupo de los que piensan que la crisis que estamos viviendo, que está siendo tremendamente dura para un sector muy amplio de personas (los que están en paro y los jóvenes, con especiales dificultades), nos va a ayudar a dar cambios que de otro modo no nos animaríamos a hacer. Sin tocar fondo, uno mira para otro lado.
Los humanos somos así: tienes que permitir que te afecten las cosas para poder transformar.
¿Es inevitable? ¿Viene inserto esto en nuestro «ADN espiritual»?
Yo diría que en cierta medida sí es inevitable. Pero luego hay personas que por su desarrollo humano se dejan afectar por el sufrimiento ajeno mucho antes. Esas personas tienen madera de profetas, son capaces de movilizar a otras personas o colectivos… acaban siendo líderes que transforman sin violencia. En este sentido, creo que en este tiempo de crisis van a surgir (ya están surgiendo) personas que lideran cambios.
Creo que en el mundo europeo hemos vivido un tiempo en que nos acercábamos a las cosas sólo por su precio. Todo era calculable en términos de números con apellidos (apellido euro, apellido dólar). Ahora es tiempo de cambiar precio por valor, de introducir una dinámica nueva, de preservar los recursos naturales para todos los habitantes del planeta y para las futuras generaciones.
En términos ecológicos, por ejemplo, hay temas irrecuperables. ¿Esto es hablar por hablar, o hay una esperanza cierta?
El medio ambiente lo hemos recibido para alimentarnos de él, para cuidarlo y para transmitirlo. Yo soy positiva, pero también soy consciente de que estamos viviendo una etapa de grandes incertidumbres. Las concepciones heredadas de la Modernidad nos asentaron en certezas que ahora se tambalean. Hoy sabemos que en matemáticas no es posible pasar a la razón formal lo que se considera cierto. Y eso pasó con los demás conocimientos, y a la cultura en general. La física demostró que el azar y la incertidumbre son elementos básicos no sólo de la cultura relacional y ambiental, sino de las ciencias más duras. Pero a la vez estamos asistiendo a nuevos descubrimientos: lo que antes llamábamos caos (lo indomable, lo irreductible) ha sido reducido a procesos matematizables. Hoy hablamos de algo tan paradójico como el caos determinista. Es decir, que podemos calcular con precisión fenómenos que antes se consideraban caóticos.
Digo todo esto para insinuar que la capacidad humana de crear nuevas cosas a partir de las potencialidades que hay en nuestra razón y en el universo, es tan grande, que no cabe la desesperanza. Pero es necesario un compromiso de ser más humanos, de desarrollar nuestras capacidades intelectuales, de ser solidarios al máximo con los que no van en avión supersónico, sino en bicicleta o en tren. Somos corresponsables, unos de otros.
Antes hablabas de profetas. Hace poco se nos murió uno, el cardenal Martini, al que tuviste la oportunidad de conocer. ¿Guardas un buen recuerdo de él?
Así es. En los años 80 la Compañía de Jesús promovió un Seminario Internacional de Bioética, cuando todavía no estaba configurada esta disciplina. El cardenal Martini fue uno de los promotores, y a mí me invitaron a formar parte del Comité Directivo durante un período. En ese tiempo solíamos reunirnos una vez al año, invitados por él, en Milán. Él participaba en alguna sesión, y luego solía invitarnos a una cena o una comida en su casa, para hablar informalmente con todos nosotros. Incluso llegó a regalarnos un pequeño cuadro de la predicación de Jesús que tenía en la catedral de Milán.
De aquellos encuentros guardo el recuerdo imborrable de su mirada: unos ojos profundamente serenos, penetrantes; y una expresión suave a la vez que firme.
A raíz de esos encuentros leí muchas cosas suyas, y me han quedado una profunda admiración y una profunda gratitud por su capacidad para unir su saber y sus conocimientos (él era un gran experto en Sagrada Escritura) con su experiencia espiritual; de manera que algunos de sus escritos tienen una sencillez y una finura que hacen que yo aconseje que todos se aproximen a ellos.
Otra cosa que he aprendido de sus escritos es su gran compromiso por expresar el Evangelio en términos relevantes para las personas de hoy, para la vida concreta de las personas. Para la vida cotidiana, las experiencias relacionales, la vida económica, sexual, familiar… Puso gran empeño en transmitir el mensaje del Evangelio en términos asequibles, en acercarlo a los problemas que afectan a las personas de hoy.
¿Está abierta todavía la inscripción a las jornadas?
Por supuesto. Es un precio módico de 30€, y si alguna persona no dispone de esa cantidad de dinero, se puede acercar igual, porque lo importante es que llegue a todas las personas interesadas. Serán bienvenidos.