Jesús se dio cuenta de que el afán por el dinero, legitimado y justificado como medio o instrumento para hacer apostolado, es uno de los engaños más peligrosos que padece el clero
(José María Castillo).- Una de las cosas que más están dando que hablar, en nuestro calamitoso tiempo de crisis y en esta España de tantos problemas y tantas corrupciones, es el hecho de que la Iglesia Católica sea una de las pocas instituciones que no han sufrido recortes, ni económicos, ni legales, ni fiscales. La Iglesia, dicen ahora algunos medios, quizá tendenciosamente, «no tiene que apretarse el cinturón».
¡Hombre!, decir esto, así, sin más, resulta tendencioso. Porque los hombres de Iglesia (y las monjas), a fin de cuentas, son españoles. Y aquí no hay ni un solo español que no esté sufriendo las consecuencias de la crisis. Lo que pasa es que, como bien sabemos, no todos los españoles estamos cargando con las consecuencias de la crisis por igual. Y, en este sentido, es evidente que las «personas consagradas» están siendo también, en asuntos de bastante peso, «personas privilegiadas».
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