En mi opinión, cuando se utiliza la PALABRA para golpear, encerrar o hundir, en vez de liberar, atraer y ayudar, ésta se convierte en PALABRAZO
(Jairo del Agua).- Había una vez un médico, totalmente entregado a la salud de sus pacientes, que aplicaba con rigor lo que había estudiado. Un día llegó a su consulta un paciente con fuertes dolores en un dedo del pie.
El ilustrado médico diagnosticó rauda y acertadamente: «esto es gangrena«. Y repitió lo que decía su libro: «la gangrena no tiene cura, hay que amputar para evitar su extensión al resto del cuerpo cortando por lo sano». Tras urgentes preparativos el enfermo entró en el quirófano y salió con las dos piernas amputadas. Naturalmente aquel celoso médico se quedó sin clientes.
¿No será algo de esto lo que hoy nos pasa en la Iglesia, especialmente con los divorciados?
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