En el concilio, para definirse a sí misma la Iglesia miró con amor al mundo. No sólo abrió nuevos horizontes a los cristianos
(Jesús Espeja).- Al iniciar el tercer milenio de cristianismo, Juan Pablo II remitió al concilio:»brújula para orientarnos en el camino del siglo que comienza». En su legado hay algo permanente que intentaré reflejar con algunas breves reflexiones.
¿Qué puede interesar hoy un acontecimiento que tuvo lugar hace ya cincuenta años? El interrogante parece muy lógico ya que desde 1965 en que se clausuró el concilio los cambios culturales han sido tan rápidos y profundos que algunos diagnósticos hechos en aquel entonces ya resultan inadecuados. Sin embargo hay dos razones que merecen atención.
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