Renegar del pasado es estrechar nuestra identidad; quedarnos en el pasado es vivir de fantasmas e ilusiones
(Martín Gelabert).- Se celebran este mes de octubre los 50 años de la inauguración del Concilio Vaticano II. No podemos desligar el Concilio del pasado que lo hizo posible, gracias a la aparición de una serie de movimientos que lo favorecieron (renovación bíblica, patrística, litúrgica; movimientos ecuménico y social; teología y promoción del laicado; diálogo con la cultura, etc.). Pero tampoco podemos desligarlo del futuro que lo ha recibido.
Un acontecimiento tiene valor histórico por sus repercusiones. Éstas también forman parte del acontecimiento. Renegar del pasado es estrechar nuestra identidad; quedarnos en el pasado es vivir de fantasmas e ilusiones; el pasado forma parte de nuestro presente. Pero siempre abiertos al futuro, porque la vida es dinámica y susceptible de enriquecerse con nuevas oportunidades.
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