La Iglesia florece con frutos abundantes si vive intensamente la fe
(Cardenal Martínez Sistach).- Se han cumplido estos días los cincuenta años de la apertura del Concilio Vaticano II por Juan XXIII. Este Papa quería que el Concilio fuese el signo anunciador de una nueva primavera de la Iglesia. Aquel sueño es todavía válido en estos tiempos difíciles en tantos aspectos de la vida. Todos hemos de trabajar para que la Iglesia realice cada día mejor su misión en medio de nuestro mundo y dé aquellos frutos que Jesucristo le prometió: «No me habéis escogido vosotros a mí, sino que soy yo que os he escogido a vosotros y os he confiado la misión de ir por todo el mundo y dar fruto, un fruto que permanezca para siempre».
Para leer el artículo completo, pinche aquí