Después de los permisos canónicos de su Madre General y de nuestro Sr. Obispo, se decidió abrir una comunidad "ad experimentum" por un año
(Ángel Moreno, de Buenafuente).- El día 30 de junio, al volver de Colombia de dirigir los Ejercicios Espirituales a las RR. Escolapias, al bajar del avión, abrí el teléfono y me encontré con una comunicación de la Provincial de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana.
En ella me hacía llegar el resultado del Consejo, celebrado los días anteriores, en el que se había decidido suprimir la Comunidad de Hermanas, que mantenía la Congregación en Buenafuente desde 1977, y que venía siendo un testimonio de caridad y servicio para toda la comarca en la atención, primero de ayuda a domicilio y después en el Hogar Asistido. Ante noticia tan desoladora, mi primera reacción fue responder a la Hna. Pilar Arroyo, la Provincial, según me pedía en su mensaje, con un breve texto: «Recibida la comunicación. Bendito sea Dios«, en resonancia con la respuesta que da Job ante los mensajes negativos.
Días después, propuse al Consejo General de la Congregación la posibilidad de que se quedaran las Hermanas, aunque no pudieran atender las labores asistenciales. El 24 de julio, leía la carta de la Superiora General, en la que me confirmaba la imposibilidad de mantener una Comunidad, aunque fuera con hermanas mayores. «Bendito sea Dios», repetí. En esa fecha se celebra en nuestra diócesis la memoria del martirio de las tres Beatas Mártires Carmelitas de Guadalajara. Por mi ministerio de Vicario de la Vida Consagrada, pasé ese mismo día en el Monasterio de San José, donde se veneran sus reliquias. Encomendé a las Mártires la situación en la que quedaba Buenafuente; así se lo hice saber a la Priora del Carmelo. Por la tarde, al volver a casa, tenía un mensaje de unas religiosas que deseaban entrevistarse conmigo.
El día 25 de julio, recibí a tres Hermanas del Instituto de la Presentación de María, que venían a preguntarme si conocía un lugar donde vivir su carisma de «ofrenda y adoración». En ese momento les brindé la posibilidad de que vinieran a Buenafuente. pues tenía disponible las casas que ocupaban las Hnas. de la Caridad de Santa Ana. Ellas se sorprendieron mucho. Después de los permisos canónicos de su Madre General y de nuestro Sr. Obispo, se decidió abrir una comunidad «ad experimentum» por un año, como tiempo para fraguar la nueva forma de vivir su carisma.
El día en que se celebraban los 50 años del Concilio Vaticano II y la apertura solemne del Año de la Fe, el 11 de octubre, llegaban las Hnas. de la Presentación de María, como comunidad, a Buenafuente. El día 14 de octubre, domingo, vísperas de Santa Teresa de Jesús, a los 43 años de haber llegado como capellán a Buenafuente, el 16 de octubre de 1969, en la Eucaristía del domingo, concelebrada con 12 PP. Claretianos, que culminaban sus días de Ejercicios Espirituales, dábamos la acogida a la Comunidad de RR. de la Presentación de María, y a la manera teresiana, hacíamos una procesión con el Santísimo Sacramento para dejar la presencia eucarística en la nueva Comunidad. Don de la Iglesia a quienes viven consagrados en el nombre del Señor.
Tuve que contener la emoción cuando desde el altar del Monasterio a la casa de las Hermanas, se alargaba la procesión con el Sacramento de la Eucaristía, presidida por doce sacerdotes revestidos de blanco, y con la presencia de jóvenes y de niños.
Como dice San Benito, que Dios, que ha comenzado esta nueva obra, sea Él mismo quien la lleve a término.
Quiero compartir con todos vosotros el regalo que nos ha hecho la Providencia. Hay relatos que no son parábolas porque son historia. Y hay historias que se convierten en revelación de la fidelidad de Dios. «Bendito sea Dios».