Parece que el Papa prefirió que los padres conciliares decidieran lo que el concilio iba a ser y hacer: Juan XXIII imaginó el Concilio como un espacio institucional autónomo
(Carlos Schickendantz, en Mensaje).- La figura del papa Juan XXIII despierta simpatía, incluso en nuestros días, en un amplio ámbito de personas creyentes, como también entre aquellas pertenecientes a las más diversas tradiciones culturales o religiosas.
Su gran obra, el Concilio Vaticano II, ha puesto los presupuestos, no las recetas, para afrontar los nuevos desafíos que emergen de un escenario fascinante por su complejidad y diversidad. En particular, el tipo de Concilio -y, con él, el estilo de cristianismo que imaginó- ha sido determinante. ¿Sabía adónde iba?
La convocatoria a este Concilio fue el fruto de una convicción muy personal del Pontífice. Algunos aspectos clave se delinean en sus palabras en la inauguración. Un término clave, aggiornamento, «puesta al día», comienza a formar parte del vocabulario oficial del Concilio. Significativa es también la lectura positiva, no condenatoria, de la situación de la Iglesia y del mundo. Precisamente, la ausencia de condenas es una característica peculiar de este Concilio.
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