Las palabras del ciego (¡hijo de David…!) su deseo (¡Rabbouni, que vea!) son la más honda confesión mesiánica, en la línea de la mujer del vaso de alabastro (14, 3-9)
(Xabier Pikaza).- Jericó, la ciudad quizá más antigua del mundo, famosa por la «conquista» de los israelitas, con la colaboración de Rahab, la «buena hospedera» (Jc 2. 6), es también conocida por algunos relatos sorprendentes de los evangelios, entre ellos la parábola del Buen Samaritano, que bajaba del Jerusalén a Jericó (Lc 10) y, sobre todo, por la famosa entrada y salida de Jesús que aparece en el evangelio de hoy.
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