La crisis financiera ya está tocando fondo, así que lo que tenemos que hacer es reestructurar nuestro sistema productivo para ser más eficientes y más creativos
(José Manuel Vidal).- Kike Figaredo es Vicario Apostólico de Battambang, Camboya. Conocido como «el obispo de las sillas de ruedas» por su labor con las víctimas de accidentes de minas, habla con alegría y esperanza: «En Asia estamos viviendo momentos de futuro«.
Es jesuita, jesuita en la frontera, y estuvo de paso en Madrid para festejar el 50 Aniversario de Mensajeros de la Paz, la ONG del Padre Ángel.
«El Padre Ángel tiene el carisma de juntar a los pobres y a las autoridades, y hacer que los pequeños puedan hablar a los políticos y a las instituciones de sus problemas», declaró sobre el fundador de Mensajeros, cuyo gran mérito, en opinión de Monseñor Figaredo, consiste en «acercarse a los sencillos con estilo sencillo».
Confiesa que no presta mucha atención al caso Vatileaks porque «en Camboya tenemos ahora nuestro propio juicio: el de las matanzas en época de Pol Pot«; y ante la situación de crisis económica en España recomienda «creatividad».
Monseñor, ¿qué piensa del Padre Ángel?
Me unen a él muchas cosas, él es una inspiración para mí. Somos de la misma tierra (asturianos), y él tiene la vocación de servir a los más pequeños, a los más pobres. Se acerca a los sencillos sencillamente, con un estilo sencillo. Otra cosa que me encanta es que une mundos: a las autoridades o a las personas que lideran con los problemas de los pequeños. Los pone juntos y hace que los pequeños puedan hablar a los políticos y a las instituciones de sus problemas y de sus retos. Eso es fascinante. Y después, que 50 años se dice rápido, pero son muchos. Eso se debe a la fidelidad por su vocación, una vocación especial de llevar la causa de los más pobres y pequeños a los estadios más altos, para que se solucione.
Es un icono de la solidaridad de la Iglesia ¿quizá no suficientemente reconocido en el interior?
Sí. Está reconocido por ciertas capas, pero creo que es un modelo que tendría que universalizarse. Que hubiera un reconocimiento más institucional. El Padre Ángel desarrolla una vocación de sacerdote al servicio de los más pobres que otros sacerdotes más jóvenes deberían estar impulsados a desarrollar en sus diócesis, con otros carismas… Las instituciones de la Iglesia deberíamos estar apoyando para que otros Padres Ángeles surjan, formen equipos de voluntarios, equipos de personas que sirvan a los más pequeños. El Padre Ángel está reconocido por mucha gente, pero ese reconocimiento debería ser más institucional dentro de la Iglesia. Porque su tipo de vocación es la que más requerimos en la Iglesia.
En España le llaman «el obispo de la silla de ruedas». ¿Sigue en esa labor?
Sí, seguimos porque no nos queda más remedio. Ayer mismo tuvimos un accidente de mina anti-tanque que voló por los aires a 12 personas. 7 murieron, 2 están en el hospital y no sabemos muy bien si van a salir adelante. Los accidentes de mina siguen estando ahí, al igual que algunas enfermedades que no se han erradicado, y que siguen haciendo que los niños que queden paralíticos. Estos niños necesitan sillas de ruedas, y también muchos ancianos. Hemos conseguido hacer 100 al mes, con el «modelo camboyano», como lo llamamos (de madera, con tres ruedas, artesanal…). Es una silla de ruedas que se adapta al clima de Camboya. Para mí esta silla es como un sacramento de Dios, porque es un signo visible que trae una gracia especial y que transforma la vida de la gente.
Hace poco ha estado usted recorriendo algunas ciudades de España con un grupo de gente de Camboya.
Sí, gente con discapacidad. Son chicos y chicas que bailan juntos. Tocan los instrumentos tradicionales camboyanos y cantan. En esta gira hemos ido ofreciendo la cultura y la vida de Camboya, y también hablando de nuestros problemas y de nuestros retos.
¿Qué le pedirían a un país como España? ¿Podemos hacer algo?
Sí. Hay que seguir siempre abiertos. Aunque tengamos muchos problemas, siempre hay algo para compartir: la amistad, el cariño, la comunicación… Y siempre hay algo que sobra, también en el bolsillo. Está claro que hay familias en España que están muy afectadas por la crisis, por el paro y demás problemas. Pero si antes éramos generosos dando 5, ahora podemos dar 1. Pero que no dejemos de darlo.
¿Ve salida a la crisis?
En otras partes del mundo no hay esta crisis. Sé que muchos jóvenes que han sido voluntarios conmigo están buscando trabajo fuera de España. Hay creatividad y hay mucha fuerza entre la juventud. Por eso yo creo que saldremos de la crisis. La crisis financiera ya está tocando fondo, así que lo que tenemos que hacer es reestructurar nuestro sistema productivo para ser más eficientes y más creativos. Hay que poner creatividad a la vida económica y social.
¿Es cierto que el futuro, tanto a nivel económico como a nivel eclesiástico, está en Asia?
Sí, allí estamos viviendo momentos de futuro. Los cambios que está habiendo en Camboya en este momento son impresionantes, países como Corea o Singapur son pura efervescencia, actividad, vida e Iglesia. Hay jóvenes que vienen de Indonesia o de Filipinas a compartir lo que tienen a Camboya. Y eso es fantástico.
¿Camboya es mayoritariamente budista?
Sí, es un país budista, creo que en un 90%. El 10% que queda se reparte entre musulmanes y cristianos. Las relaciones son buenas, porque el budismo es una religión muy tolerante. Están muy abiertos a la cooperación con otras religiones, a que colaboremos todos.
¿Cuántas personas hay en su Prefectura, cuántos fieles?
Tengo 8 mil personas bautizadas, pero yo diría que las que vienen a celebrar todos los domingos son unas 12 mil personas. Porque hay muchas personas que no están bautizadas pero vienen.
¿Sacerdotes cuántos tiene?
En mi presbiterio somos 11: 2 sacerdotes camboyanos, y el resto todos misioneros, la mayoría asiáticos. Yo soy el único europeo. Después tengo un seminarista que, si Dios quiere, el año que viene se ordenará de diácono.
¿Empieza a haber cierta apertura democrática en Camboya?
Bueno, es complicado. Supuestamente estamos en una democracia, pero es una dictadura militar. Creo que tendremos que esperar una generación, unos poco años, a que vuelva la gente que se está preparando y estudiando en el extranjero, y que están ya viniendo con ideas más democráticas, más participativas y de justicia social. Hoy en día en Camboya estamos bajo un régimen de supervivencia salido de la guerra, y por eso la prioridad es la estabilidad. Hay cierta participación a nivel local, pero las libertades son muy escasas.
Ella es un símbolo de la resistencia pacífica y de la esperanza. Para nosotros, para Camboya y para otros países representa una manera de estar y de trabajar en el presente y en el futuro, siempre alentando y con paciencia.
¿Cómo se ve desde Camboya Vatileaks y toda esa polémica?
Nos queda muy lejos. En Camboya tenemos nuestro propio juicio, el de las matanzas en época de Pol Pot, así que no es un tema al que prestemos atención.
¿Vuelve ahora a Camboya, a encarnarse en esa realidad sufriente? ¿Es feliz en su pequeña Iglesia samaritana?
Así es. En Camboya decimos que lo pequeño es hermoso. Y nosotros somos una iglesia pequeña, sencilla, con signos de solidaridad y cariño con los pobres y los más pequeños. Nuestro estilo es samaritano, sí. Como el lavatorio de pies: servir con alegría.
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