El inmigrante es realmente inmigrante cuando se da cuenta que no hace falta que todo sea como en la casa de su madre
(Jesús Bastante).- Theo Beusink es el responsable de los inmigrantes de habla hispana en Holanda, y representa una figura imprescindible para entender la evangelización en toda Europa. Acaba de recibir la medalla de Isabel la Católica, uno de los mayores reconocimientos en nuestro país, precisamente por su labor con los inmigrantes españoles.
Respecto a la situación de los extranjeros en la actual crisis, opina que «es una vergüenza que la U.E. mande hacer la maleta a inmigrantes que llevan años enriqueciendo a Europa«, y cree firmemente que «un país que no admita inmigrantes no tiene futuro«.
Sobre el rebrote de episodios de racismo en Holanda, afirma que «la xenofobia y la derecha son casi lo mismo«, y que desaparecida la primera, desaparece la segunda. Beusink ha inventado una palabra para quienes defienden los derechos de los inmigrantes, y afirma convencido que quiere morir como «migrantista». «Mientras que la igualdad no sea realidad, para mí será un sueño«, concluye.
¿Cómo se siente en España sin ser inmigrante?
Entonces bien. Es difícil para mí no sentirme relacionado con el mundo de la inmigración. Ni siquiera cuando ando por España de vacaciones lo hago sin pensar en la inmigración. España para un no inmigrante es otra cosa.
¿Qué sería España sin las migraciones?
Ahora tiene inmigrantes, antes emigrantes. España va a aprender, pienso yo. Creo que un país que no admita inmigrantes no tiene futuro. Antes la derecha económica los admitía porque necesitaba mano de obra. Luego se dieron cuenta de que además de mano de obra, eran personas. Esto fue un gran cambio. Ahora pasa lo mismo en el mundo de las ciencias y las comunicaciones. Ya en ningún sitio se puede hacer como si nuestro mundo fuera una isla, ni península. Hay que abrirse. Para mí el mundo de las migraciones es el movimiento que va a cambiar la faz de la tierra. Otro mundo, donde las migraciones se admitan (también en tiempo de crisis), es posible.
Con la crisis no sólo se ha cortado el acceso a la inmigración, sino las prestaciones sociales a los inmigrantes que ya están en nuestro país. ¿Son los inmigrantes los que peor lo están pasando con la crisis?
Las migraciones no se deben admitir por misericordia, sino por solidaridad. Hemos llegado a un momento de la historia en que sin solidaridad, no hay vida para nadie. Necesitamos compartir. Por eso yo inventé una palabra nueva, aunque no soy español: «migrantista». Ecologista, tercermundista, europeísta… Yo quiero morir como migrantista. No es que los inmigrantes no tengan cualidades o no se busquen la vida, como dicen muchos en estos momentos en falta financiación para todo. Es que la otra mitad del mundo no es solidaria. Todos los problemas que hay en estos días de crisis, no se solucionarán mientras no haya solidaridad.
El propio Jesús también fue inmigrante, y también sufrió rechazo.
Sí, suena bonito, tal vez un poco piadoso. Lo que está claro es que Jesús «bajó del cielo» por su solidaridad con la tierra. Al predicar la solidaridad, tanto en España como en Holanda, yo también soy rechazado. Holanda se abrió a la solidaridad cuando la Unión Europea no permitió la caída de Italia. Tomamos un vino para celebrarlo. Cuando Grecia fueron dos. Y con España, yo bebí tres. Porque no la dejaron caer. Se decía que era solidaridad, pero era por los productos, porque Holanda es un país pequeñito y, ¿a dónde iba a llevar su exportación? Entonces, yo corregía: eso no es solidaridad, es negocio. Hay que purificar el concepto de solidaridad. Solidaridad es compartir, pero sólo si se hace desinteresadamente.
¿Están los estados preparados para eso?
No, claro que no. El Espíritu Santo tiene problemas para trabajar en la cabeza de la gente.
¿Cómo se puede cambiar eso?
Con perseverancia. Uno de los dones del Espíritu Santo es la capacidad de continuar (no de ser cabezota), pero sí de perseverar sin crear enemigos.
¿Es posible denunciar las situaciones de injusticia sin crearse enemigos?
En Holanda sí lo hemos conseguido. Podemos opinar de forma totalmente distinta, y seguimos siendo amigos. Un día yo tuve que intervenir porque un hotel quería echar a 28 inmigrantes gallegas, porque el hotel era nuevo y se ocuparon las habitaciones más rápido de lo esperado. Hablando con el sindicato y con la dirección del hotel, conseguimos que no tuvieran que dejar su sitio. Fueron 5 minutos. Luego, el director del hotel me invitó a cenar con él, y las gallegas me decían: «¡Ay padre, ya sabemos por qué usted ganó el pleito: es amigo del director!». Pero yo al director no le había visto nunca. Es una costumbre muy holandesa que se hagan acuerdos sin que nadie tenga que perder la cara. Cenamos juntos. Se puede.
¿Cuántos inmigrantes de habla hispana hay repartidos por Europa?
Ni idea. No se puede saber. Nadie sabe cuántos ilegales puede haber. Legales, en Ámsterdam, pensamos que hay unos 3 mil inmigrantes españoles. Ilegales pocos. Y luego, hay otros 5 mil latinoamericanos. En Rótterdam por el estilo, en Utrecht la mitad. Pero hay extranjeros por todas partes, a causa de la necesidad de refugio político. Holanda ofreció vivienda a los refugiados en todos los pueblos. Ahora hay negros en cualquier rinconcito de Holanda. Donde antes a penas aparecían vacas, ahora hay personas amarillas, negras… multicolor.
Sin embargo, parece que en los últimos tiempos ha habido en Holanda un rebrote de la xenofobia.
Muy grande. La xenofobia y la derecha son casi lo mismo. Pero la derecha ha perdido en las últimas elecciones, y ha desaparecido la xenofobia. El racismo desaparecerá por completo antes que la derecha.
¿Es posible la globalización de la solidaridad, los derechos comunes? ¿O es un sueño irrealizable a día de hoy?
Mientras que no sea realidad, para mí será un sueño. Pero en cierto modo ya está realizándose: ¿cuántas familias no tienen ningún miembro en otro continente del mundo? Hoy día es más fácil ir de Ámsterdam a Madrid que de Madrid a Orihuela. Hay gente que pasa los fines de semana en Madrid y trabaja durante la semana en Ámsterdam. El avión es muy rápido.
Pero, traspasando el ámbito europeo, ¿no se hace esa hermandad mucho menos evidente?
En la necesidad sí que hay hermandad. Cuando hay necesidad se comparte, se ayudan unos a otros. Eso se nota. Los inmigrantes, al emigrar, descubren cosas nuevas, se van adaptando. El inmigrantes es realmente inmigrante cuando se da cuenta que no hace falta que todo sea como en la casa de su madre. Muchos inmigrantes españoles llegan a Holanda sin saber cocinar, porque mamá cocinaba. Y además, si uno cocina no conforme al gusto de mamá, el joven inmigrante no traga. Pero cuando llega la necesidad, cuando tiene hambre, ya está. Entonces come, y además comparte. Se produce un cambio esencial en la vida.
El Papa ha hecho público el mensaje por el día del inmigrante y el refugiado, y entre otras cosas ha dicho que todos los estados tienen legitimidad para regular los flujos migratorios, pero siempre respetando la dignidad y los derechos de los inmigrantes. ¿Se está cumpliendo esto en las normativas europeas?
El Papa predica cristianismo, y de cristianismo sé un poco. Los latinoamericanos, los marroquíes, los turcos… que hayan trabajado en España 5 años, han enriquecido a España (a Cataluña también) e indirectamente a Europa. Sin embargo, la Unión Europea no admite que estas personas, que llevan aquí 5 años, puedan buscar trabajo en el resto de Europa. Les mandan hacer la maleta, ¡es una vergüenza!
¿Cuál es el papel de la Iglesia en todo esto? ¿Qué es lo que tenemos que hacer los cristianos?
Hasta hace poco decíamos sencillamente que otro mundo es posible con moral. «Si uno es bueno, todo va bien». Pero no es verdad, también hay estructuras en el mundo, y hace falta un cambio estructural.
¿Es la Iglesia una punta de lanza en la defensa de los derechos de inmigrantes y extranjeros en todo el mundo?
Sí. Pero debe decir las cosas más claras. A veces se piensa que la Iglesia no se debe meter en política. Un capellán de inmigrantes, sí. Tiene que denunciar que ahora las partes más ricas de Europa (en España, Cataluña, Bavaria en Alemania, Escocia en Inglaterra) manifiestan ganas de independencia, de secesionismo… y que eso puede estropear la solidaridad. Aunque quizá estos tres países tengan que vivirlo en experiencia propia.
¿Qué ha supuesto para ti y para el trabajo que realizáis la concesión de la medalla de Isabel la Católica?
Fue una sorpresa. Hasta el día de hoy aún no sé quién movilizó a la gente para solicitarlo. Pero está claro (y por eso estoy contento) que nadie va a recibir una condecoración así si no tiene detrás un grupo de gente que lo aprueba y que respeta nuestro trabajo. Por eso estoy muy contento con esta condecoración.
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