Yo quiero un pastor que me venga a buscar porque me he perdido, no porque sea la mejor oveja
(Jesús Bastante).- Junkal Guevara viene a presentarnos su último libro, «Los apócrifos posmodernos«, editado con Khaf, que estudia el fenómeno del boom de la literatura religiosa.
«Nadie discutiría mucho rato sobre el valor literario de El Código Da Vinci«, afirma, en cuanto a la calidad de este tipo de publicaciones. Sin embargo, según la teóloga, aunque «los evangelios no son un thriller religioso«, estas novelas de gran éxito editorial pueden ser útiles para la evangelización y la acción pastoral.
¿Apócrifos posmodernos? ¿A qué te refieres con estos dos conceptos, que parece que no casan?
Casan muy bien. Los apócrifos me han interesado mucho desde que empecé los estudios de especialización en literatura apócrifa antigua, que fue cuando se publicó El Código Da Vinci. En una conversación, un colega me dijo que podía hacer una tesis sobre los nuevos apócrifos. Luego, con motivo del Congreso de la Asociación Bíblica en Jerusalén, escribí algo sobre esto, y así arrancó este libro, que lo que estudia son todas estas novelas que han resucitado en el marco de la publicación y del éxito editorial del Código Da Vinci, y que lo que hacen es revisar, desde la ideología y las claves culturales fundamentales de la posmodernidad, los orígenes del cristianismo. Sus figuras fundamentales, la construcción de la Iglesia y de las reglas de la fe, las ideas, los mensajes religiosos, los textos, el canon…
¿Y en qué se parecen los evangelios apócrifos a las novelas policíacas?
Los evangelios no son un thriller religioso. Esta literatura apócrifa posmoderna ha encontrado un filón interesante presentándose como novela histórica, y es capaz de recrearse en esa línea. Es cierto que estas obras tienen ciertos rasgos apócrifos, pero la cuestión del thriller es completamente contemporánea.
¿El Código Da Vinci es el apócrifo posmoderno por antonomasia?
Yo creo que sí. Y «Ángeles y Demonios» también.
¿O sea que Dan Brown es el quinto evangelista del siglo XXI?
Dan Brown ha sabido dar con la tecla, y luego ha habido mucha gente que ha sabido aprovechar la tecla de Dan Brown. Es imprescindible.
¿Qué otras lecturas con las mismas características te han llamado la atención?
He leído muchísimo. «La sangre de Jesús», la trilogía templaria, «El apóstol número 13», «Los caballeros de Salomón», «Vaticano 2035» en una línea distinta pero muy interesante… El público enganchó en seguida con esto, y los escritores han tenido la capacidad de engancharse al público, generando nuevos temas que también han tenido la capacidad de seguir enganchando a la gente.
¿O sea que Jesús sigue siendo un personaje fundamental, al menos en la vertiente literaria?
Por supuesto. Pero también se han probado nuevos temas, como el de la mujer, por ejemplo. La figura de la Virgen María, que prácticamente no está en ninguna novela, empieza a aparecer cada vez más. El tema de la pederastia también empieza a salir tímidamente en las últimas publicaciones.
¿Qué tipo de valor crees que pueden tener estos libros, de cara a la evangelización o a la animación pastoral? ¿Pueden utilizarse para el trabajo en parroquias o en grupos de fe?
Ésa es a razón por la que yo escribí el libro. A mí me encanta leer, pero ésta no es una buena literatura. Nadie discutiría mucho rato sobre el valor literario de El Código Da Vinci, ni de sus secuelas. Es decir, que si yo he hecho esto es por una intención claramente pastoral, porque esto revisa cuestiones absolutamente fundamentales de la fe cristiana. Y desde luego, de la Iglesia Católica. Para mí esto ha revelado dos cosas que me parecen urgentes en la acción pastoral: primero, la falta de formación. Yo comprendo que la gente no sea tan friki como yo y se sepa qué pasó en el Concilio del 381, o dónde está Éfeso. Pero hay cosas muy esenciales que hay que saber: lo que es y lo que no es la fe de la Iglesia. Y El Código Da Vinci dice, por ejemplo, que no existe una versión definitiva de la Biblia.
¿La gente da por cierto todo lo que ocurre en este tipo de novelas en relación a la Iglesia?
Hay muchos creyentes que tienen unas lagunas mortales en los postulados fundamentales de su fe. A mí eso, como profesora en una facultad de Teología, me hace pensar que la formación es absolutamente fundamental para el servicio a la Iglesia Católica. Hay que tener en cuenta que esto se hace parte de la cultura. Que la gente lo lee en el autobús, en el hospital cuando está cuidando a una persona, en el metro yendo a trabajar… No está leyendo mi libro sobre la historia de José y sus relecturas en la literatura bíblica y parabíblica. Está leyendo lo otro, y eso sobre eso sobre lo que podemos dialogar.
¿O sea que este boom genera también oportunidades enriquecedoras?
Hace mucho tiempo que llevaba escribiendo este libro, utilizando los materiales, los textos… para dar cursos de divulgación bíblica, por ejemplo. Hemos trabajado cristología y teología con estos textos innumerables veces. Y claro, funcionan muy bien, porque todo el mundo los ha leído. La gente los tiene en su casa. Eso te da la oportunidad de hablar.
¿La Iglesia está respondiendo a su reto de comunicación?
Yo soy una fan absoluta de la iniciativa de Benedicto XVI del atrio de los gentiles. Sólo que a ese atrio hay que llevar a los nuestros, que no son gentiles, pero que a veces están en la «gentilidad» más absoluta. A la gente le preocupan estas cosas. La Biblia vende muchísimo.
¿Vende mucho pero se lee poco?
Se lee poco, quizá porque necesitamos enseñar a leerla, no porque la gente no quiera leerla. Cuando organizas una conferencia de divulgación bíblica, un programa de radio o lo que sea, recibes un volumen de gente inimaginable. La gente quiere saber del texto bíblico. Es sorprendente. La Biblia interpela y sigue interesando al atrio, donde estamos todos. A mí, como biblista, me parece que los miembros de la jerarquía eclesiástica, los teólogos, los pastores, tienen un compromiso con la cultura. Lo dijo el mensaje final del Sínodo de la Palabra.
Dentro de esa cultura tiene un papel fundamental el mundo mediático de la comunicación. ¿Qué pueden aportar estos apócrifos posmodernos en los medios de comunicación?
Los apócrifos posmodernos han sabido encontrar la forma de conectar, y de inocular todos esos mensajes en los que hemos empeñado la vida. Han sabido llegar a la gente con esos temas que hemos intentado transmitir siempre. Nos han devuelto el tema de la resurrección, por ejemplo, muy fácilmente. Y la gente lo ha querido leer.
¿No es curioso que autores como Dan Brown suelen ser más o menos irreverentes con la Iglesia, y sin embargo tratan la figura de Jesús y sus palabras con un respeto actualizado?
Hay que tener en cuenta que todos estos libros, como son muy posmodernos, no discuten la cuestión de los valores y del sentido; lo que cuestionan es la autoridad que se arroga la capacidad de decir «esto sí, esto no».
¿Y no puede ser una forma de reflotar esos principios?
A mí me parece que sí. Para oír hablar del canon o de Tertuliano hay que ir a una facultad de Teología, pero con estos libros se pueden explicar ciertas cosas e ilustrar, por ejemplo, la diferencia entre textos apócrifos y canónicos, qué suponen tales afirmaciones para la experiencia cristiana… etc. Yo muchas veces pongo el ejemplo de la parábola apócrifa de la oveja perdida, en la que la oveja que va a buscarse es la más gorda del rebaño y la mejor. La parábola sirve mucho para pensar, pero no desde una perspectiva intelectual, sino creyente. Porque yo quiero un pastor que me venga a buscar porque me he perdido, no porque sea la mejor oveja. Si hemos empeñado la vida por el Hijo de Dios en la tierra, es precisamente porque ha venido a darse por todos. Y muy especialmente por los perdidos, pecadores, débiles, etc.
Todas estas novelas dan la oportunidad de ilustrar, y eso es lo que yo entiendo que es la misión de un teólogo en la Iglesia: contribuir a la formación del pueblo de Dios. Es verdad que a mí me gustaría que todos los cristianos, en algún momento, fuéramos a una facultad de Teología a estudiar; pero como no es posible, vamos a acercarnos nosotros a los foros donde la cultura interesa.
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