¡Cómo han cambiado, 47 años después, la letra y la música, el mensaje y el tono de las declaraciones de la jerarquía eclesiástica! ¡Ojalá nos hablaran así los obispos!
(José Arregi).- «La antigua historia del samaritano ha sido la pauta de la espiritualidad del Concilio. Una simpatía inmensa lo ha penetrado todo». Así se expresaba Pablo VI en la sesión pública de la clausura del Concilio Vaticano II, el 7 de diciembre de 1965, hace 47 años.
Y presumo que la mención de aquella parábola de Jesús -en la que el sacerdote y el levita del templo pasan de largo ante el herido y un samaritano hereje o pagano, lleno de compasión, cuida de él hasta que se cura- pudo resultar para muchos padres conciliares tan provocadora como para el piadoso escriba que escuchaba a Jesús.
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