Benedicto XVI muestra una gran habilidad, como teólogo y pastor, para responder a estas grandes cuestiones con un estilo moderno, fácil de leer y que aporta alegría y serenidad al lector
(Juan del Río, arzobispo castrense).- El pasado noviembre se presentó en el Vaticano el último libro de Benedicto XVI: La infancia de Jesús. Se trata del tercer volumen de la trilogía dedicada a la vida de Jesús de Nazaret. La obra, en su conjunto, es un don importantísimo para la Iglesia Universal y una gran aportación al pensamiento actual. La razón es que se trata de una contribución clave al esclarecimiento de la figura histórica de Jesús, tan necesaria para superar la separación que determinadas teologías y exégesis habían provocado con el tema del: «Jesús histórico y el Cristo de la fe.
Con esta nueva obra, el Papa contribuye a consolidar y a sostener más los fundamentos de la fe cristiana. Su preocupación es acercar la persona de Jesús a los hombres de hoy, dejando claro que la Encarnación Redentora de Jesucristo, Hijo de Dios vivo, no es una leyenda ni un mito, sino la historia de nuestra fe, aquélla que salva realmente.
El texto está considerado por el propio autor como una especie de pequeño «pórtico de entrada»a los dos libros anteriores. Confía haber cumplido la tarea de un justo exegeta, es decir, de aquél que se pregunta sobre todo: «que pretendían decir con sus textos los respectivos autores en su momento histórico». Asimismo, se interroga a continuación: «¿es verdadero lo que se ha dicho? ¿Quién es Jesús? ¿De dónde viene? ¿Me afecta? Y si me afecta, ¿de qué modo?». Benedicto XVI muestra una gran habilidad, como teólogo y pastor, para responder a estas grandes cuestiones con un estilo moderno, fácil de leer y que aporta alegría y serenidad al lector.
Estas fechas de Navidad-Epifanía están marcadas por el intercambio de dones y regalos entre los seres queridos. El origen de su significado está en la gran dádiva que Dios ha hecho a la humanidad: la Encarnación, Muerte y Resurrección de su propio Hijo para salvarnos de la muerte y del pecado. Quienes buscan y aceptan esta gracia salvadora de Dios a todos los hombres (cf. Tit 2,11) han encontrado «el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6). El Papa Ratzinger presenta a los Magos de Oriente, en el capítulo cuarto del libro, como «los predecesores, precursores, de los buscadores de la verdad, propios de todos los tiempos». Estos enigmáticos personajes nos indican la vía para ser felices y nos muestran cómo podemos conseguir ser personas verdaderamente humanas. ¿No es éste el fin que todos queremos alcanzar? Esos regalos de Navidad, o de Noche de Reyes, ¿no representan el anhelo de la felicidad que todos los padres quieren para sus hijos?
Sin embargo, sucede con demasiada frecuencia que damos cosas a los otros, pero no nos entregamos nosotros mismos. Buscamos en grandes y pequeños establecimientos aquel objeto que pueda agradar más y llenar de satisfacción a nuestros niños y mayores, pero olvidamos que el mejor regalo que podemos hacer, sobre todo a las nuevas generaciones,es comunicarles a Jesucristo. Es más, por desgracia, en muchos ambientes culturales se ha renunciado al anhelo interior de la búsqueda de la Verdad que fundamente la propia existencia. Ésta es la verdadera crisis de fondo que subyace en el presente panorama social y eclesial.
¿Cómo superar esta situación? Siguiendo el pasaje de los Magos (cf. Mt 2, 1-12), lo primero que se debe hacer es salir de uno mismo y ponerse en camino como lo hicieron ellos. Los establecidos en su soberbia, comodidad o poder no son trasformadores de este escenario tan difícil que tenemos. Necesitamos hombres y mujeres que ni hayan renunciado a la razón, ni a la búsqueda de la verdad y que no se resistan a poner sus ojos en la estrella de Dios. Superemos los localismos empobrecedores y tengamos un corazón universal como el de estas tres misteriosas figuras. Además, frente a tantos ídolos del relativismo dominante, que se vuelven contra sus adoradores, los llamados Reyes de Oriente nos enseñan cómo la adoración y ofrecimiento de nuestra vida a Dios, es garantía de libertad, fundamento de felicidad, y camino auténtico del bien. En efecto, sólo de Dios puede provenir el urgente cambio de una sociedad que va a la deriva. ¡Un mundo sin Dios no tiene futuro!
El mejor regalo para el Año que iniciamos es que «Dios no estorbe en nuestra vida cotidiana», y que tengamos «la alegría de quien ha encontrado y ha sido encontrado».
+ Juan del Río Martín