Sólo podemos conocer a Dios si nos implicamos en su búsqueda, si arriesgamos nuestro propio ser, si experimentamos un cambio análogo al que hace falta para conocer el amor de otro ser humano
(Martín Gelabert, op).- ¿Podemos considerar a Dios como una hipótesis, que explicaría en última instancia la realidad del universo y que sería la razón oculta que un día dará respuesta cabal a las preguntas para las que la ciencia no tiene respuesta?
¿Es Dios el «eslabón perdido» de tantas explicaciones científicas, una causa que completaría las otras causas que ya conocemos y que incluso seria la causa de las leyes y movimientos que la ciencia descubre? Concebir a Dios como una hipótesis reduce el infinito misterio divino a una causa científica finita y, una vez reducido a lo finito, Dios deja de ser Dios. De existir, Dios se sitúa en un nivel distinto al de la ciencia. Pero entonces, podrá argumentar alguien, ¿tenemos alguna prueba de su existencia? Y si su realidad está fuera del ámbito de las pruebas, ¿no le convertimos en una realidad «sin razón»?
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