Sin embargo, nadie tiene derecho a poner un bozal al obispo de Córdoba, porque su mensaje hay que leerlo entre líneas. Y viene siendo el que la Iglesia lleva mostrando al mundo desde hace miles de años
(Carmen Bellver).- Hace tiempo que mi carta a los Reyes Magos tiene siempre la misma redacción. No tiento a la suerte ni siquiera con un décimo de lotería. Porque el mejor regalo, la mayor lotería que deseo es la salud, la paz familiar y el bienestar personal. Con ello va el pack del trabajo que es un bien escaso en estas fechas. Para qué vamos a necesitar regalos, ilusiones efímeras, pasajeras, cuando olvidamos lo más importante, dar gracias por todo aquello que ya tenemos y disfrutamos, porque en justicia ya es todo un reglo, toda una lotería.
En los últimos coletazos del 2012 nos llenamos de propósitos para el año entrante. Ninguno mejor que el de disfrutar del día a día de todo aquello que poseemos. Un bien del que muchos otros carecen. Me viene a la memoria la furia desatada en la India con la violación de una joven, cuya vida ha sido arrebatada por unos desalmados. Y de pronto me sorprende la noticia de que allí, siete de cada diez mujeres tiene peligro de ser violadas. Después de la diatriba contra el obispo de Córdoba por denunciar la ideología de género, descubro lo mal que llevan los hombres la incorporación de la mujer a la sociedad en igualdad. Y digo yo que entre ideología de género y reconocer el papel incómodo que la Iglesia otorgaba a la mujer hace apenas unas décadas, conviene delimitar bien para no caer en el absurdo. Basta comprobar que ya hay una muerte por violencia de género que ensombrece este principio del 2013.
La Iglesia lamentablemente no ha hecho hincapié en incorporar la epístola de San Pablo: «No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos sois uno en Cristo». Gálatas 3, 28. Si hubiera predicado la igualdad desde el origen del cristianismo, el mundo hubiera sido muy diferente. Una igualdad que reivindica la diferencia de sexos, pero coopera en la paridad de obligaciones. El tren del feminismo bien entendido, se le ha escapado a la Iglesia. Y con ello ha levantado un muro difícil de sortear.
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