Para no olvidar el hilo conductor, resumido en una expresión de san Ireneo, querida a Pablo VI: la gloria de Dios es el hombre que vive
(G. M. Vian, en L’Osservatore).- El cambio del año civil, que se entrecruza con el tiempo de la Iglesia, hace tiempo que constituye para el Papa una privilegiada ocasión de hablar a los católicos y al mundo. Intervenciones que inevitablemente se concentran, corriendo el riesgo -dado también el período festivo- de pasar desapercibidas o no ser valoradas en el panorama mediático, cada vez más saturado y distraído. Y que a veces lamentablemente las ignora, a pesar del interés y aprecio constante por Benedicto XVI, un hombre de fe que verdaderamente quiere hablar a todos de lo que más le urge, o sea, de la cuestión de Dios.
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