Iglesia centrada en sí misma, tipo Supermercado. La gente va al Supermercado cuando falta algo doméstico. Compra y se olvida del Supermercado hasta la próxima necesidad
(Padre Eugenio Pizarro).- En el bautismo de Jesús, el Padre es nuestro Evangelizador. Él anuncia, como Buena Nueva, a su Hijo.
Jesús es el Evangelio del Padre. El Padre nos manifiesta, cual Epifanía, a Jesús, su Hijo Amado, como el Elegido. En el prodigio de la Transfiguración de Jesús a tres de sus discípulos, también el Padre nos evangeliza, anuncia el Evangelio: anuncia a Jesús: «una nube luminosa los cubrió con su sombra y una voz que salía de la nube decía:»Éste es mi Hijo,el Amado; éste es mi Elegido; a él han de escuchar»(Mateo 17,5).
Esta evangelización manifiesta claramente cuál es la voluntad del Padre, y podemos ratificarla: «Tanto amó Dios al mundo que entregó su Hijo Único, para que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.- Dios no mandó a su Hijo a este mundo para condenar al mundo, sino que por él ha de salvarse el mundo. El que cree en él no se pierde; pero el que no crea ya se ha condenado, por no creerle al Hijo Único de Dios»… «Éste fue enviado por Dios y dice las palabras de Dios que le comunica el Espíritu sin medida. El Padre ama al Hijo y pone todas las cosas en sus manos. El que cree al Hijo vive de vida eterna; pero el que se niega a creer no conocerá la vida, siendo merecedor de la cólera de Dios». (Juan 3, 16-18. 34-36).
Y Jesús, el Evangelio del Padre tiene conciencia de todo esto:»Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a cabo su obra». (Juan 4, 34)… «Jesús les dijo: «El Hijo no puede hacer nada por su propia cuenta, sino lo que ve hacer al Padre. Cualquier cosa que haga éste, lo hace también el Hijo.- El Padre ama a su Hijo y le enseña todo lo que hace, y le enseñará todavía cosas más grandes, que los dejará atónitos.
Como el Padre resucita a los muertos y da la vida, también el Hijo da la vida a quien quiere.
Del mismo modo, el Padre no juzga a nadie, sino que le ha entregado al Hijo la misión de juzgar, para que los hombres honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió.
En verdad les digo: El que escucha mi palabra y cree en el que me ha enviado, vive de vida eterna; ya no habrá juicio para él, porque ha pasado de muerte a la vida. Sepan que viene la hora, y ya estamos en ella, en la que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la escuchen tendrán vida.
Así como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo. Y también lo ha constituido juez, por ser hijo del hombre…
Yo no puedo hacar nada por mi propia cuenta; para juzgar escucho (al Padre), así mi juicio es recto, porque no busco mi voluntad, sino la de Aquel que me envió… El que me envió y que me recomienda es el Padre.Ustedes nunca han oído su voz, ni han visto nunca su rostro, si además no reciben al que Dios les envía, de ningún modo tienen su palabra.» (Juan 5, 19-26. 30.).
«Los judíos le preguntaron: ¿Qué tenemos que hacer, y cuáles son las obras que Dios nos encomienda? Jesús respondió: «la obra es ésta: creer al Enviado de Dios… En realidad no fue Moisés quien les dio el pan del cielo. Mi Padre es es el que les da el verdadero pan del cielo.
El pan que Dios da es el que ha bajado del cielo y que da vida al mundo». – Ellos dijeron: «Señor dános siempre de ese pan».- Jesús les dijo: «yo soy el Pan de Vida. El que viene a mí nunca tendrá hambre, el que cree en mí nunca tendrá sed. Sin embargo, como ya lo he dicho, ustedes se niegan a creer, aun después de haber visto.- Todo lo que el Padre me ha dado vendrá a mí, y yo no rechazaré al que venga a mí, porque yo he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado.- Y la voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucité en el último día. La voluntad de mi Padre es que toda persona que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día… No murmuren entre ustedes. Nadie puede venir a mí si no lo atrae mi Padre que me envió. Y yo lo resucitaré en el último día». (Juan 6, 28-29. 32-39).
Si me he alargado citando el Evangelio mismo, con sus palabras propias, es porque la Evangelización del Padre y del Espíritu Santo, abriéndose los cielos, es el anuncio de Jesús. Es cierto que el bautismo de Jesús nos manifiesta el misterio del Dios Uno y Trino: Padre: con su voz que anuncia; Hijo: Jesús hecho Hombre y dejándose bautizar para «que así cumplamos lo ordenado por Dios»; Espíritu Santo: a Jesús «se le abrieron los Cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba como paloma y venía sobre él». Todo esto es un anuncio evangélico de Dios mismo en su esencia.
Pero he querido referirme a la Evangelización del Padre: «Este es mi Hijo, el Amado; éste es mi Elegido… a él han de escuchar(Mateo 3, 17 y Mateo 17,5).
Lo que quiero insistir: Jesús… Jesús… Jesús. ‘Sin él nada somos y nada podemos hacer’.
Esto es tan cierto, que también, podríamos decir, que cuando el Padre, lo indica como «éste es mi Elegido», está indicando la misión y el misterio de la salvación encomendada al Hijo, el Amado: «He aquí a mi siervo a quien yo sostengo, mi elegido, el preferido de mi corazón. He puesto mi Espíritu sobre él, y por él las naciones conocerán mis Juicios». (Isaías 42,1). Tendremos que decir, entonces, que todo tiene coincidencia y un profundo sentido con el significado antiguo de la Biblia. Jesús, como los profestas, es profeta, y recibe el Espíritu dado a los profetas. Y Jesús es, entonces, sacerdote , profeta y rey de su pueblo.
Nace una pregunta: ¿Cómo se sentiría Jesús, como hombre, ante tan inmensa manifestación de amor del Padre?– Creo, que sólo los que han tenido una experiencia del amor de Dios, podrían contestar sólo cercanamente a esta pregunta.
Cito el caso, de un sacerdote, hijo de Dios. En su dormitorio, en el muro, frente a su cama, hay un cuadro. Se ven dos manos entrelazadas: una grande tomando a una mano más chica… y se lee: «Señor, yo creo en tu amor por mí»…y se duerme confiado y abandonado en las amorosas manos del Señor… y dice que se duerme pensando también en el amor de sus padres, que como instrumentos del amor de Dios, lo llamaron a vivir, y que porque siguieron amándolo, como Dios, no se opusieron y siguieron, llamándolo por amor, a vivir, y lo entregaron, con amor, al ministerio sacerdotal y a la misión de salvación y liberación de sus hermanos, especialmente de sus hermanos más pobres.
Esto también podría decirlo un hijo de padres amorosos: manfestación de Dios, que lo llamaron a la vida por el amor, que no sólo lo traen a la vida biológicamente, sino que lo siguen llamando a la vida por un amor, instrumento de Dios, y también a la vida laical consagrada por el bautismo, en la misión de la Iglesia, especialmente en el mundo temporal y la política, como expresión de un eximio amor por sus hermanos, por la «polis», buscando el bien común de todos los conciudadanos de su patria. Adelantando Reino, desde ya, aquí y ahora.
Yo creo, que por nuestro bautismo, Dios nos ha manifestado su amor, en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo. Creo que escuchamos la voz del Padre, quien viendo a su Hijo en nosotros, y viendo los Cielos abiertos, y al Espíritu Santo que baja como paloma y viene sobre nosotros, nos llama y nos trata como ‘Hijo, el Amado y su Elegido.- Quiero insistir en que el Padre nos verá como Hijo en la medida en que nos hemos incorporados a Jesús, su Hijo, el Amado, el Elegido. Sólo en el Hijo nos hacemos hijos de Dios y hermanos de los demás. He usado la palabra «incorporado».
Se trata de impregnarse de Cristo; de ser uno con Él, más aún, de ser miembro y uno con el Cuerpo de Cristo. Y ya nos estamos refiriendo a la Iglesia, Cuerpo de Cristo. Quien dice que ama a Cristo y no es de Iglesia, ni ama a la Iglesia, no se ha impregnado ni incorporado a Cristo. Y quien no se ha incorporado a la Iglesia, al Cuerpo de Cristo, no es de verdad cristiano. Ser cristiano es ser de Cristo. Y ser de Cristo es ser del Cuerpo de Cristo: Iglesia. Iglesia, que como Jesús, es la Elegida por el Padre y asistida por el Espíritu Santo, para cumplir y prolongar la misión salvadora y liberadora de Jesús en el mundo, con el «hombre todo y todos los hombres… Nada de la experiencia humana es ajena a la Evangelización» (Pablo VI). Es decir, desde que el Hijo, el Elegido, el Amado, se hace Hombre, no hay nada de lo humano que no toque o corresponda a la misión de liberación integral del Cuerpo de Cristo: hijos de Dios, de los amados de Dios, de los hermanos, todos, sin ninguna exclusión. Es nuestra misión de bautizados. Es la misión de la Iglesia.
Este es el deber ser. Pero «del dicho al hecho hay mucho techo». La fe sin obras es fe muerta. Veo mucho que no está Jesús realmente en los Agentes Pastorales : Jerarquía, laicos, sacerdotes y religiosas.
Veo mucho, una Iglesia, cuyos miembros, no viven la «elección» de Dios por el bautismo. Iglesia centrada en sí misma, tipo Supermercado. La gente va al Supermercado cuando falta algo doméstico. Compra y se olvida del Supermercado hasta la próxima necesidad y compra.. Pasa lo mismo en una Iglesia: hombres y mujeres, que se suponen incorporados al Cuerpo de Cristo, están encerrados en la «barca» y temiendo al «lago» tormentoso del mundo, de la vida de hombres y mujeres en una sociedad, en una familia o en un barrio. No hay Iglesia misionera. Hay una Iglesia en sí misma, preparada para responder a petición de sacramentos por parte de gente costumbrista.-
El desafío del mundo de los pobres: cuna y origen de la Iglesia, no es asumido. Se acabó la opción pastoral de preferencia por los más pobres.- Cuando se habla de preferencia por los pobres, no estamos excluyendo a nadie. Para ser más claro. La opción preferencial por los pobres, es una Evangelización desde el mundo de los pobres. Como Jesús, desde su nacimiento hasta su muerte: desde los pobres a «todo y a todos»… y «nada de la experiencia humana queda ajena» a la misión de la Iglesia. La Evangelización desde los pobres da más universalidad a la Evangelización. No la da al revés: desde otra parte y desde los ricos.
En esta fiesta del Bautismo de Jesús, me da vergüenza, la inconsecuencia de muchos bautizados, que sin ningún pudor y sin ningún cargo de conciencia, se preparan para ir a elecciones presidenciales y de parlamentarios, a sufragar y a votar por una sociedad o por una política chilena, antidemocrática, con institucionalidad ilegítima, y sobre todo con una economía: «capitalismo salvaje»: neo liberal que es la antípoda a la opción pastoral preferencial de Iglesia por los más pobres. Más aún, hay que recordarlo, ese «capitalismo salvaje, cruel, duro e inhumano, que afecta a tantos sectores, especialmente hacia los más pobres, esta condenado por Doctrina Social de la Iglesia. Es una antípoda al amor hasta el extremo de Cristo: Él lo dio todo. No se guardó nada para sí. Entregó hasta su propia vida, ‘para que tengamos vida y vida en abundancia’.- Y recordamos: ‘Lo que haces por el más pobre, conmigo lo haces. Y al revés: si no lo haces con el pobre, conmigo no lo haces’. Y por esto seremos juzgados por Dios.
Y así nos damos cuenta que no estamos siendo hijos, amados y elegidos por el Padre. Si no hay conciencia de esta realidad, no somos hijos de Dios, no somos amados ni elegidos del Padre. Nos somos hermanos. Y estamos cooperando a un mundo sin fraternidad, sin justicia ni solidaridad.
Pero más vergüenza me da, ver una Iglesia llena de Cursos doctrinales de Agentes pastorales. Éstos llegan a estar «hediondos» de Cursos. Preparan a los sacramentos, cual Supermercado, demandado por un momento de necesidad doméstica y de costumbre tradicional… entregan una sana doctrina… hay ortodoxia. Pero lo que se entrega es «algo», cosa, concepto, doctrina abstracta… no hay Evangelización. No se entrega a «Alguien». No se impregna de Cristo. No se le anuncia. No hay encuentro con «éste es mi Hijo, el Amado: éste es mi Elegido… a él deben escuchar» (Evangelios ya citados). Yo creo que esto es la pifia fundamental en la llamada crisis de la Iglesia. Hay cristianos no convertidos a Cristo. Existe preocupación por entregar sacramentos, pero sin una debida y apasionante Evangelización. No se entrega a Jesús. Así nadie se adhiere al enviado del Padre. Y sin Jesús no se salva nadie. Estos Agentes Pastorales no salvan a nadie, pidiendo excusas al «Ex opere operato».
Hay una gran cantidad que se reconoce cristiana, pero sin calidad, sin espíritu, sin Cristo. Hay cristianos sin Cristo, hay Agentes Pastorales sin Cristo, incluso hay teólogos sin Dios.
Sin Cristo somos una «barca» a la deriva. Se necesita un encuentro con Jesús, el Hijo, el Amado, el Elegido.
Se necesita una conversión radical. Sin Cristo no somos cristianos. Y llevamos un vida sin rumbo e influímos negativamente en la marcha de la Iglesia.