La concentración de recursos en las manos del 1% más rico debilita la actividad económica y hace la vida más difícil para el resto
Los 240.000 millones de dólares de ingresos netos que solo en 2012 han acumulado las 100 personas más ricas del mundo podrían acabar cuatro veces con la pobreza extrema. Además, el 1% de las personas más pudientes del planeta han incrementado sus ganancias en un 60% en los últimos 20 años y la crisis financiera no ha hecho más que acelerar esta tendencia, en lugar de ralentizarla. Estas son dos de los datos que arroja el informe The cost of inequality: how wealth and income extremes hurt us all (El coste de la inequidad: cómo la riqueza y los ingresos extremos nos dañan a todos), realizado por Intermon Oxfam días antes de que comience el Foro Económico de Davos.
El estudio advierte de que la riqueza y los ingresos extremos no solo no son éticos, sino que además son económicamente ineficientes, políticamente corrosivos, dividen a la sociedad y son medioambientalmente destructivos. José María Vera, director general de Intermón Oxfam, afirma que «no podemos seguir fingiendo que la generación de riqueza por unos pocos beneficiará al resto – y muchas veces la realidad es la contraria. «La concentración de recursos en las manos del 1% más rico debilita la actividad económica y hace la vida más difícil para el resto – particularmente para los más vulnerables y los más pobres».
«En un mundo en el que incluso los recursos más básicos, como la tierra y el agua son cada día más escasos, no podemos permitirnos concentrar activos en las manos de unos pocos y dejar a la mayoría pelear por lo que queda.» Y es que se estima que cada una de las personas que integran el selecto grupo del 1% más rico del planeta utiliza unas 10.000 veces más carbono que un ciudadano norteamericano medio.
Como paradigma de la tendencia contraria se encuentra Brasil, que ha crecido rápidamente al tiempo que reducía la desigualdad – así como el éxito histórico de los Estados Unidos en los años 30 cuando se implantó el New Deal de Roosevelt que ayudó a reducir la desigualdad y a atajar los intereses espurios. En esta misma línea se manifiesta Vera y asegura que «necesitamos un New Deal global para revertir décadas de incremento de la desigualdad. Como primer paso los líderes mundiales deberían comprometerse formalmente a reducir la desigualdad a los niveles existentes en 1990».
«Desde paraísos fiscales hasta débiles leyes de empleo, los más ricos se benefician de un sistema económico global que está amañado a su favor. Es hora de que nuestros líderes cambien el sistema para que funcione en el interés de toda la humanidad en lugar de hacerlo para una élite mundial». Acabar con los paraísos fiscales – que albergan cerca de 32 billones de dólares (o una tercera parte de la riqueza global) podría generar 189.000 millones de dólares adicionales en recaudación impositiva.
(RD/Agencias)