La Madre de Jesús sabe, de algún modo, que es preciso un vino nuevo de eucaristía, que supera la clausura legal (nacional) del antiguo judaísmo reflejado por el agua
(Xabier Pikaza).- Presenté ayer el evangelio del próximo domingo (20.1.13), ofreciendo una primera lectura del pasaje de las bodas de Caná (Jn 2, 1-11). Muchas veces he debido escribir sobre este tema. Hoy quiero hacerlo una vez más, de una forma reiterada y quizá provocativa.
‒ Empezaré presentando un Manifiesto de Caná, con siete cláusulas, para indicar que la Iglesia en su conjunto no ha sabido responder a este pasaje (lo ha leído en general de forma «mística» para luego olvidarlo, volviendo a las seis tinajas de agua de ley e imposición social, de carencia y de sometimiento, sin pasar al séptimo día de la fiesta mesiánica). En ese contexto diré lo que significa volver a Caná, para fundar la Iglesia (es decir, para refundarla), retomando lo que quiso el evangelio de Juan al narrar este pasaje en el comienzo de los signos de Jesús.
‒ Presentaré después dos comentarios que he debido escribir, en ocasiones distintas, presentando este pasaje en un contexto más sacramental y más piadoso. Ellos podrán servir de ayuda para entender y actualizar el texto, pero sólo para aquellos que tengan tiempo y humor para ellos.
La mayoría de los lectores se contentarán con la primera parte (la del manifiesto). Sólo algunos, los más interesados, podrán seguir leyendo las dos partes siguientes, que son en parte paralelas, tomadas de textos que he escrito en diversas circunstancial, en especial uno que se titula Fiesta del Pan, Fiesta del Vino, cuya dinámica he querido retomar el lo que sigue.
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