Dios conoce lo mejor para cada uno, haciendo de nosotros sus testigos
(Verbo Divino Portugal).- El P. Ashwin Vas, misionero del Verbo Divino, nos cuenta de una manera colorida sobre su vida y misión en Angola. Es una página a no perder, para acompañar las aventuras, la confianza en Dios y lo que significa dejar lo que ha ayudado a construir con tanta dedicación y cariño para abrazar una nueva misión. Padre Ashwin nos abre su corazón…
Mi relación con Angola comenzó en el año 2003, cuando para allí fui destinado, aun siendo estudiante. Era la posibilidad de entrar en otra cultura. No llegué a Angola, pero me quedé en Portugal. Era el plan que Dios había trazado para mí y, como tal, no podría ser un destino mejor. Yo creo que Dios conoce lo mejor para cada uno, haciendo de nosotros sus testigos. Después de dos años en Portugal, volví a la India para seguir con mis estudios. Nunca dejé de soñar con Angola y en la hora de escoger el destino misionero, no tenía la menor duda.
En Angola
Angola fue de hecho mi primer destino, donde llegué el día 16 de septiembre de 2009. Los primeros meses fueron de luna de miel. Fue el tiempo para sentir el sabor de la cultura y la calidez del pueblo de Angola aprovechando aquellos días para recuperar la lengua portuguesa, que mientras tanto estaba medio olvidada. Tuve oportunidad de visitar algunos lugares y conocer los misioneros de diversas comunidades. Después fui enviado con el P. José Luís Rodríguez para Caungula, misión que también había sido cerrada en el tiempo de la guerra.
Caungula
Llegamos a Caungula el día 29 de enero de 2010. Ha Viajado con nosotros el P. Zeferino Martins, entonces Superior provincial – ahora obispo auxiliar de Luanda – y el obispo de la diócesis de Dundo, D. José Manuel Imbamba – ahora arzobispo de Saurimo. Todo este tiempo en Caungula fue para mí una escuela de lo que es ser un misionero; aprendí a confiar en Dios y a ver los pequeños milagros que Dios hace, así como también la manera en que se manifiesta su presencia.
Aprender
Nuestra misión era realmente una iniciación en todos los sentidos. Llegamos sin saber el idioma local y dependíamos de la traducción de catequistas que, a menudo, no seguían lo que pretendíamos comunicar. Una vez, el P. José Luís pedía que cada familia trajera alguna comida para que compartiéramos como almuerzo comunitario. El domingo siguiente todos vinieron… pero, nada de comida. ¿Qué sucedió? El catequista había dicho que trajeran platos y los misioneros darían el almuerzo!
La estructura de la misión era del más elemental: había lo que llamábamos la casa de madera para vivir. La casa construida en los años 70 por los Misioneros del Verbo Divino estaba en ruinas (consecuencias de la guerra). No había luz, ni línea telefónica, y para hacer una llamada, era preciso llegar hasta Cafunfo (que queda a 108 Km). Era verdaderamente otro mundo!
Pies en camino
Comenzamos por visitar cada una de 75 comunidades, dispersas en dos municipios: Caungula y Cuilo. Fuimos en auto, bicicleta, moto, a pie, atravesando los ríos en balsas, pero fuimos. Fue un verdadero aprendizaje: conducir en todo tipo de caminos, en la arena y algunas veces incluso abriendo caminos. Un día que salimos para la Misa Crismal en Saurimo, podemos decir que sucedió de todo. Era muy temprano y comenzamos el viaje con lluvias torrenciales. Al intentar esquivar las quebradas, el auto resbaló y quedó incrustado. Tuvimos que excavar toda la pared, meternos bajo del auto para tirar la tierra que estaba por caer y salimos de allí pasado cuatro horas de trabajo con lluvia, tiempo en el que nadie pasó por allí. Y fue continuar sin comer hasta el final del día. Un pan seco nunca ha sido tan delicioso como ese día! Llegamos a destino a las 23 horas… imaginen cómo!
Aprendí rápidamente. Aprendí a ser más prudente, a hacer de todo para seguir. En todo fue descubrir la presencia de Dios. Sí, Porque en tantos viajes solo, con autos viejos, en lugares desiertos, la única seguridad, es solamente el mismo Dios.
Alegría contagiosa
Nunca me olvido de la alegría del pueblo cuando nos vieron por primera vez. Es una alegría contagiosa que hace olvidar todo el cansancio. Encontramos comunidades animadas por catequistas, como también sectas que sembraban más odio que amor, práctica de hechicería, carencia de infraestructura en materia de educación, transporte, salud, etc. Pero todo esto se supera con el deseo de conocer a Jesucristo.
Mi primera celebración completa de la Semana Santa fue en Cuilo. Para el pueblo fue también la primera Semana Santa con la presencia de un sacerdote. Algunos llegaron a pie, después de caminar más de 100 Km! También yo tuve problemas para llegar, pero toda mi preocupación desapareció cuando vi la alegría de las personas. Fue la mejor Pascua de mi vida. En la vuelta, para llegar a casa, también yo tuve que andar en moto y a pie, pues el auto quedó con problemas en Cuilo.
Disponibilidad para el envío
Pusimos manos a la obra en la reconstrucción de la casa misionera. Aún no está completa, pero ya da para vivir. Los obstáculos fueron bastantes: conseguir los fondos, transportar el material, las maderas, imprevistos de diversa índole. Pero, en el medio de todo esto, sentimos la solidaridad de los bienhechores. Estoy de partida para la misión de Kakolo. Me voy contento por el hecho de haber dado lo mejor de mí y viendo como las infraestructuras y las comunidades han crecido. Agradezco a Dios por la compañía y amistad del Padre José Luís y por el pueblo que Dios eligió para hacer de mí un misionero.