¿Podemos expurgar el libro de los Salmos? Tendríamos que expurgar también el Evangelio
(Hilari Raguer).- Nos encontramos inmersos en una oleada de corrupción que hace tambalear el sistema democrático. Independientemente de las medidas políticas y procesales que se adopten, los cristianos tenemos que hacer algo más: rezar. Hagámoslo con los salmos, y muy especialmente con uno que curiosamente fue víctima de la censura eclesiástica por su tono imprecatorio: el 58.
Suele darse el nombre de salmos imprecatorios a aquellos que contienen imprecaciones, es decir, maldiciones, o sea deseos de que a alguien le sucedan grandes males. Tomadas estas expresiones en su sentido más material y formal, presentan algún parecido con los conjuros o hechizos mágicos. Se comprende que ofrezcan dificultad a la hora de rezarlos en cristiano. La Ordenación General de la Liturgia de las Horas (OGLH) habla a propósito de ellos, eufemísticamente, de «cierta dificultad psicológica», aunque recuerda que en el mismo Nuevo Testamento hay pasajes que en el lenguaje no difieren de aquellos salmos (cita, a modo de ejemplo, Ap 6,10) pero que ciertamente no pretenden inducirnos a maldecir al prójimo.
Para leer el artículo completo, pincha aquí: