Es impensable que Dios entre en conflicto con nosotros, sus criaturas. De hecho, nos ha preferido así: limitados que avanzan hacia plenitud
(Antonio Martin).- Dios no es causa del mal. Ni lo quiere, ni lo permite, ni lo tolera. Lo aborrece con la seriedad que refleja el rostro del Crucificado. Jesucristo murió en su empeño por destruir el pecado. Y lo logró.
Dios no quiere el mal. Decide crear al HOMBRE en Amor y Libertad. El riesgo de desviaciones y pecados es inherente a la libertad limitada. Ese riesgo, aún haciéndose realidad, no llega a corromper la creación.
Para leer el artículo completo, pinche aquí