Viajar a Tierra Santa puede marcar un antes y un después en la propia fe
(Vida Nueva).- La peregrinación es un camino interior que el creyente emprende para encontrarse a sí mismo mientras va en busca de Dios.
Y no hay destino más revelador para un cristiano que la Tierra Santa, los lugares santos por donde caminó Jesús y que hoy siguen guardando, como ningún otro lugar, las raíces de aquello en lo que creemos.
Viajar a Tierra Santa puede marcar un antes y un después en la propia fe: Nazaret, Caná de Galilea, la Basílica de la Anunciación, el Monte Tabor, Cafarnaúm, Tiberíades, Jericó, Belén, Jerusalén… y todos esos lugares que conocemos por las Sagradas Escrituras, y cuya contemplación nos transporta al origen. Y hacerlo en este Año de la fe, convocado por Benedicto XVI, es una oportunidad inmejorable.
Cumplir el deseo de visitarlos es ahora más fácil para los amigos de Vida Nueva porque hasta el 28 de febrero, los suscriptores de la revista pueden participar en el sorteo de un viaje para dos personas a Tierra Santa, organizado por Turismo y Peregrinaciones 2000, agencia especializada en turismo religioso y en la organización de viajes para parroquias, diócesis, colegios o grupos.
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