Bueno será comprometernos, dentro de nuestras posibilidades, a que salga elegido alguien que, además de amplias dotes de gobierno pastoral, se parezca a Jesús y nos anime a parecernos a Jesús
(Jon Sobrino, en Eclesalia).- La renuncia de Benedicto XVI es un hecho importante. Puede mover la vida de la Iglesia en una u otra dirección. Y por lo que tiene de «ruptura sin precedentes» -lo decimos sin saber si ocurrirá, pero con esperanza de que ocurra- puede generar un ambiente propicio para la ruptura de otras tradiciones eclesiales que parecen intocables. Unas, más categoriales, tienen que ver con el mínimo acceso de los laicos, sobre todo de la mujer, a la vida, misión y responsabilidad en la Iglesia. Otras, más de fondo, tienen que ver con la concepción misma de la Iglesia -también la dogmática- como Iglesia de los pobres.
1. La renuncia de Benedicto XVI. Honradez, esperanza, libertad y soledad ante Dios
El papa ha tomado una decisión importante, y lo ha hecho con sencillez en la forma y hondura en el fondo. Ha venido a decir: «no puedo más», lo que parece evidente dadas sus mermadas fuerzas. Más a fondo ha dicho: «No está ya en mis manos limpiar la suciedad en la Iglesia«. Los vaticanistas discutirán en qué consiste. Graves escándalos en la gestión económica que hace años llevó al suicidio de Calvi. La sombra alargada de Maciel, que además trae a la mente el desconocimiento e inacción de Juan Pablo II. Las luchas de poder entre importantes cardenales de la curia. Los historiadores lo estudiarán, pero es indudable que Benedicto XVI ha vivido bajo fuertes presiones.
Aunque en lo profundo de los seres humanos solo podemos entrar con infinito cuidado y de puntillas, pensamos que Ratzinger ha tomado su decisión por honradez con su conciencia, y que lo ha hecho con esperanza, aunque sea contra esperanza: un sucesor, con más energía y nuevas luces, con más gracia o mejor fortuna, podrá facilitar el cambio necesario. La ha tomado con libertad, expresada en el duro lenguaje sobre los hechos: miseria, suciedad, y sobre las exigencias: conversión en el interior de la lglesia. Las palabras están dirigidas a todos, in membris et in capite, se decía antes. Y no suenan como rutinarias, sino salidas del corazón: la Iglesia, y símbolos suyos importantes, se han alejado de Jesús. A él tienen que volver.
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